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La Merced
A

yer se festejó a Nuestra Señora de la Merced, patrona del castizo barrio que fue la cuna del gran comercio de la Ciudad de México durante muchos siglos. Hasta 1982, cuando se construyó la Central de Abasto, aquí se llevaban a cabo todas las transacciones al mayoreo.

El nombre del barrio –antes Zoquipan– que tenía orígenes comerciales desde la época prehispánica se lo dio el convento de la Merced. Ahí desembocaba una de las acequias más importantes que traía los productos de los pueblos chinamperos: hortalizas, flores, granos y mercancías de localidades que aprovechaban esa vía fluvial.

La institución conventual la establecieron los mercedarios, orden fundada en Barcelona en 1218, que nació como Orden Militar de Nuestra Señora de la Merced y Redención de los Cautivos.

Estaba integrada por caballeros militares y su objetivo era rescatar a los cristianos que caían en poder de los moros. Al correr de los años se tornaron en frailes, trocando la espada por la cruz, aunque esto no siempre fue muy cierto, pues tenían fama de que algunos eran bastante belicosos. Se cuenta que se apropiaron de una calle aledaña al convento y cuando los vecinos reclamaron, se les enfrentaron con las espadas que traían debajo de los hábitos religiosos.

Llegó a ser una orden muy poderosa que fundó conventos en muchos lugares de la República. En este mes patrio vamos a recordar un templo de la Merced que guarda recuerdos de la lucha insurgente. En Lagos de Moreno, primorosa población de los Altos de Jalisco, se encuentra la Rinconada de la Merced. Es una pequeña plaza de dos niveles rodeada de varias hermosas construcciones, entre las que destaca el templo y convento de La Merced, que data de 1685. Aquí esta sepultada la cabeza del héroe independentista Pedro Moreno, quien durante varios años defendió valerosamente el fuerte que habían levantado los insurgentes en el Cerro del Sombrero. Fue muerto cuando era perseguido por las tropas realistas.

Como escarmiento para los simpatizantes de la insurgencia, le cortaron la cabeza. La mostraron clavada en una estaca en las orillas de Santa María de los Lagos, de donde era oriundo y que ahora, en su memoria, lleva el nombre de Lagos de Moreno. De ese sangriento gesto surgió el dicho Pedro Moreno perdió la cabeza por defender el sombrero.

Volvemos a la Ciudad de México para hablar de otro convento dedicado a Nuestra Señora de la Merced. Ya establecidos en el barrio que bautizaron como la Merced, les donaron un predio en la avenida Arcos de Belén, donde levantaron otro más pequeño con una linda iglesia que aún sobrevive.

Alguna vez platicamos que aquí se encuentra la imagen original de la Virgen, bello estofado del siglo XVII, que tiene su leyenda: un buen día llegó solito un burro a la capital, con un bulto amarrado y una nota que decía: Esta virgen llegó a Veracruz y va a la Ciudad de México, al convento de La Merced; por favor, ayúdela a llegar a su destino y… llegó.

El templo conserva dos altares laterales barrocos, que son una maravilla. Las figuras estofadas de uno de los altares son piezas de museo por su finura y belleza. El patrón arquitectónico es muy peculiar, ya que tiene adosada una enorme capilla, dedicada a las ánimas, casi del tamaño del templo.

Se encuentra en la avenida Arcos de Belén, que lleva ese nombre porque justo enfrente pasaba el acueducto compuesto por más de 300 arcos, que llevaba agua desde los manantiales de Chapultepec, del cual sobrevive un pequeño tramo en la avenida Chapultepec

Siempre que venimos a solazarnos con las bellezas que guarda el añejo templo, aprovechamos para cruzar la avenida y en la esquina con Luis Moya, hacer una escala en el restaurante El Rincón de La Purísima, que desde hace 22 años ofrece uno de los mejores cabritos norteños a las brasas; lo cuecen lentamente logrando una carne doradita y crujiente por fuera y suave y jugosa por dentro. Acompañado de guacamole, tortillas suaves recién hechas y una rociadita de salsa picante –al gusto–, es una suculencia.

También hay buenos cortes angus, pastas y la ensalada César preparada en su mesa a la manera tradicional. Sus postres flameados son imperdibles.

La decoración y el ambiente son agradables, el servicio esmerado y los fines de semana hay música en vivo.