Número 179 Suplemento Informativo de La Jornada Directora General: Carmen Lira Saade Director Fundador: Carlos Payán Velver
 

EditorialEl campo de la Ciudad y el campo del país

¡Habitantes del valle de México! Vivid satisfechos, porque vuestro suelo no cede a ningún otro, ya se considere su abundancia de inocentes aguas y víveres, lo benigno de su temperatura o la hermosura de sus contornos… ¿Qué felicidad mayor puede haber en el mundo que la de habitar en un lugar saludable y bien servido de alimentos? Pues este es el valle de México.

Antonio de Alzate. Descripción topográfica de México, 1790.

El campo de la Ciudad de México es espejo del campo del país. La mayor parte de los chilangos vivimos en el área urbana igual que la mayor parte de los mexicanos viven en ciudades medianas y grandes; como la del país el valor de la producción agropecuaria de la capital no rebasa el 4% de la industrial y de servicios sumadas; los trabajadores agropecuarios son apenas algo más del 10 % del total nacional de laborantes mientras que en la Ciudad de México el porcentaje del trabajo campesino es aún menor. En la capital el pavimento, las banquetas, los comercios y las fábricas se han ido comiendo a los bosques y las siembras de la misma manera que el país urbano se ha ido tragando al país rural.

La tendencia es histórica y en cierto modo inevitable pero el modo en que se está dando es alarmante. El acoso y destrucción del campo por la ciudad es un impulso suicida pues en el campo están las fuentes de la vida. El necesario crecimiento de la economía no tiene por qué ser a costa de la ecología… pero lo ha sido y lo sigue siendo. Y si queremos seguir vivos habrá que parar ya la destrucción.

El que el entrevero entre la ciudad y el campo chilangos sea una suerte de modelo escala del entrevero ciudad campo nacional puede servirnos para entender el problema que comparten y las soluciones que demandan. Y es que si bien la tendencia ecocida y agrocida se presenta tanto en lo local como en lo nacional desde el arranque del presente siglo en la Ciudad de México se ha buscado cambiar el rumbo.

Cuando López Obrador ocupó la jefatura de gobierno del Distrito Federal y Claudia Sheinbaum encabezó la Secretaría de Medio Ambiente se hizo una Ley que mandataba la preservación del entorno natural y agrícola de la ciudad. Pero la Ley no fue suficiente para darle continuidad a las políticas, programas y acciones públicas orientadas a revitalizar al campo chilango de modo que tanto los bosques como la actividad agropecuaria siguieron decayendo.

Hace cuatro años, cuando Claudia Sheinbaum llegó a la jefatura de gobierno, el presupuesto para el campo chilango del año anterior había sido de 200 millones de pesos, dinero que en parte terminaba en los bolsillos de los líderes de las organizaciones clientelares. Claudia quintuplicó el presupuesto y los mil millones asignados llegaron íntegros a su destino: la conservación de los bosques y el fomento de la producción agropecuaria.

En el año 2000 desde la Secretaría de Recursos Naturales se prohibió la siembra de maíz transgénico en la ciudad, se desalentó el empleo de agrotóxicos y se impulsó la producción ecológica buscando dar más calidad a los productos agropecuarios sin disminuir y aun aumentando la productividad. Hoy ya siendo jefa de gobierno Claudia creó un sello agroecológico propio de la ciudad con el cual se han entregado más de 200 certificados que al consumidor le garantizan que los productos son sanos y al productor le permiten obtener un sobreprecio.

Desde 2018 la Secretaría de Medioambiente y la Comisión de Recursos naturales y Desarrollo Rural de la ciudad trabajan en tres líneas, la que llaman Cuautlán, que significa lugar de árboles y se orienta a la preservación de los bosques, la que llaman Centli, que en náhuatl quiere decir maíz y se ocupa del fomento a la producción agropecuaria, y la que bautizaron como Nelhuayotl, que significa raíz, y busca la conservación y fomento del rico patrimonio biocultural de la ciudad.

El programa federal Sembrando Vida se replicó en la capital, aunque con cambios pues aquí muy pocos disponen de las dos hectáreas y media necesarias para acceder al programa de la de la Secretaría de Bienestar. El Sembrando Vida local es un apoyo adicional a quienes tienen tierras abandonadas para que vuelvan a trabajarlas; es un programa de recampesinización.

Semanas después de su toma de posesión como jefa de gobierno Claudia firmó un convenio de colaboración con 35 núcleos agrarios. En esa ocasión ratificó su convicción de que “no se puede planear nada en suelo de conservación si no es de acuerdo con los propietarios de las tierras” y se comprometió con ellos ha invertir en el campo mil millones de pesos, no solo ese año sino también los siguientes

Y la prioridad se ha mantenido en términos presupuestales de modo que en 2022 se destinó al campo el millón de pesos prometido más 90 mil para compensar la inflación. Pero la voluntad de una administración no es suficiente, de modo que el 27 de agosto, en San Francisco Tlalnepantla, y ante un numeroso grupo de campesinos de Xochimilco Claudia Sheinbaum hizo un anuncio trascendente: “No podemos permitir que venga un gobierno de la Ciudad que no poye al campo como lo hacemos nosotros. Entonces hay que ponerlo en la Constitución”.

Al término de los aplausos que la interrumpieron, la jefa de gobierno continuó: “En otros sexenios se destinaron pocos recursos al campo. Entonces vamos a ver si incorporamos a la Constitución de la Ciudad de México que el campo que hay en la urbe y la conservación de los bosques siempre deben tener más recursos, y no menos”.

Los asistentes volvieron a aplaudir… y esta vez también lo hicieron Marina Robles, titular de la Secretaría de Medioambiente y Columba López directora de la Comisión de Medio Ambiente y Desarrollo Rural quienes con Claudia son las tres mujeres responsables de que la ética del cuidado impere en las políticas rurales de la ciudad.

Incorporar a la Constitución la obligación de cuando menos mantener en términos reales el monto de los recursos destinados al entorno boscoso y rural de la ciudad es reconocer que el cuidado del campo: de la naturaleza, de la agricultura y de la vida campesina es parte sustantiva de la política de bienestar que preconiza el gobierno de López Obrador: no hay 4T sin salud ecológica y soberanía alimentaria.

Y es particularmente relevante cuando el sexenio entra en un último tercio y tanto el presidente de la República como la jefa de gobierno comienzan a preocuparse por su herencia. Desde hace 25 años la izquierda gobierna la ciudad y desde hace 4 gobierna el país y hoy el campo es prioritario en ambas administraciones. La soberanía y autosuficiencia alimentaria son objetivos estratégicos por los que trabajan programas federales como Sembrando vida, Producción para el bienestar, Precios de garantía, Fertilizantes…

En 2019 se eliminó sesgo anticampesino y dependentista en lo alimentario que los gobiernos neoliberales habían impreso en las políticas rurales y desde entonces vamos avanzando por el rumbo correcto. Pero aún falta mucho: seguimos importando enormes cantidades de alimentos incluyendo maíz, trigo, frijol y arroz que son básicos, y lo hacemos a precios que la inflación globalizada, las sequías y la guerra en Ucrania elevan hasta los cielos. Producción para el bienestar que es un programa de transferencias monetarias tiene una vertiente de acompañamiento técnico orientada a la transición agroecológica y la producción de biofertilizantes a la que el presidente de la República apostó para evitar que la reciente carestía alimentaria golpee demasiado a los más pobres -“Que tengan que comer quienes nos dan de comer”, dijo- pero aun son muy pocos los productores agroecológicos y su aporte a la seguridad alimentaria es limitado. La agroexportación va viento en popa y genera divisas, pero su expansión se sustenta en el despojo y su modelo tecnológico es predador. Los recursos públicos para el campo ya no son interceptados por los liderazgos de las organizaciones clientelares, pero tampoco han surgido organizaciones campesinas productivas que potencien el efecto de los programas gubernamentales…

En el campo falta mucho por hacer y es necesario mantener el rumbo. Por eso es importante lo que dijo Claudia en San Francisco Tlalnepantla hace unas semanas: “No podemos permitir que llegue un gobierno que no poye al campo como lo hacemos nosotros”. El campo chilango es espejo del campo nacional y es vital que el espíritu y la visión con los que aquí se trabaja, que son los mismos que guían la política rural de López Obrador, se mantengan en el próximo sexenio… ¿Futurismo? Sí, futurismo, pero del bueno. •