Opinión
Ver día anteriorMartes 9 de agosto de 2022Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Sabinas, Coahuila
Q

uería escribir sobre la toma de posesión de Gustavo Petro, un hecho enmarcado en sucesos altamente significativos para Colombia y para América Latina. Pero los mineros del carbón atrapados en el pozo/mina El Pinabete, horada los sentidos. Por enésima vez la tragedia se cierne violentamente sobre unos trabajadores que enriquecen a sus patrones. Otra vez la mierda capitalista convierte el trabajo hasta la muerte, en faltriqueras llenas de dinero criminal. Y ya los patrones, como siempre en todo lugar, se esconden, ya buscan huir al sitio donde lavarse las manos. Y el minero Fernando Pompa Orta, librado de la muerte en un tris, casi murmulla acaso con realista resignación, acosado por estos días vacíos que pasan sin asideros: Algunos tal vez ni sintieron, tal vez ni se dieron cuenta, porque fue demasiada agua la que nos pegó. Jamás había visto yo una cantidad así.

La mierda del capital ha despedazado vidas humanas en la minería de América Latina desde la conquista en un inefable sin fin. Ecuador o Perú, Bolivia o Chile, Brasil o México, pueden contar las más oscuras catástrofes mineras. Siglos interminables de exprimir y esquilmar vidas humanas para que unos patrones subnormales puedan darse estúpidas vidas regaladas de sultanes en la opulencia y el boato. La independencia no contó para los mineros; dejó la explotación minera como estaba, produciendo muertos sin parar. Los 33 mineros rescatados vivos de la mina San José, en Chile, en 2010, son un caso único en la historia. Los números de Pablo Moctezuma Barragán, y los de La Jornada, sobre muertes recientes de mineros en las minas, reportados el pasado sábado, son inasimilables. Nadie en México puede normalizar esas muertes del horror, aunque hayan sido una despiadada constante histórica.

La secuela de aquella historia excepcional chilena fue la infamia. En julio de 2013, la justicia chilena, luego de tres años de investigaciones, resolvió que no había convicción para formular una acusación respecto de los hechos contra la compañía propietaria de la mina San José [San Esteban Primera, SA], ni contra los responsables del Servicio Nacional de Geología y Minería. Nadie fue responsable de un accidente que acaparó la atención mundial, con 33 mineros que permanecieron 70 días 700 metros bajo tierra. Fue el ciego sino ensañado con los mineros. Éstos, atrapados a partir del jueves 5 de agosto de 2010, intentaron subir por la escalera de emergencia, pero el intento fracasó debido a que un tramo de la escalera no había sido colocado por la empresa. Un segundo derrumbe se produjo en la tarde del sábado 7 de agosto anulando la posibilidad de una salida por el tubo de ventilación. Fue el sino traidor.

¡Once años después!, en junio de 2021, fueron indemnizados con 55 mil dólares cada uno, la mitad de lo que la justicia había determinado en 2018. Y ninguno trabajaba. Nadie les daba trabajo. Y la mayoría padecía enfermedades diversas, algunas derivadas de aquellos 70 días. El mundo siguió la peripecia de su rescate, pero no siguió la tragedia de los años subsiguientes. Y la historia terminó en el engaño vil de que fueron objeto, al perder los derechos de un libro y una película inspirados en la mina de San José.

¿Vamos a olvidar Pasta de Conchos? Estos son los datos principales: el 19 de febrero de 2006, en la mina 8, Unidad Pasta de Conchos, en Coahuila, hubo una explosión por acumulación de gas metano; 65 de los 73 obreros que se encontraban trabajando en ese turno quedaron atrapados. Se habían emitido reportes de fallas de seguridad desde 2000. En la última inspección, el 12 de julio de 2004, fueron señaladas 43 violaciones a la norma de seguridad e higiene y se ordenaron 48 medidas. Las autoridades no supervisaron que se subsanaran las fallas detectadas. La Comisión Nacional de los Derechos Humanos determinó que los servidores públicos de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social toleraron que la referida empresa funcionara en condiciones que no garantizaban íntegramente la salud y la vida de los trabajadores. Sin ningua explicación, las labores de rescate quedaron a cargo de la compañía responsable de las condiciones de trabajo: Grupo México, propiedad del millonario Germán Larrea. El 4 de abril de 2007, después de rescatar únicamente dos cuerpos, y en una decisión incomprensible, la empresa decidió suspender el rescate: la mierda del capital. Han transcurrido ¡16 años! de Larrea en la impunidad. En México la vida no vale nada para los expulsados y los explotados del trabajo. Los mineros conocen la historia de los accidentes, pero deben ponerla en un espacio ciego de la memoria, para ganar su raquítico sustento. Así funciona el capital.

Hacia 1950 Atahualpa Yupanqui escribio estos versos, que no son para el solaz: Al tiempo yo pregunté / Padre, ¿qué sabes de Dios? / Mi padre se puso serio / y nada me respondió / Mi padre murió en la mina / sin doctor ni protección / Color de sangre minera / tiene el oro del patrón.