Número 178 Suplemento Informativo de La Jornada Directora General: Carmen Lira Saade Director Fundador: Carlos Payán Velver
MISCELÁNEA
Lycosa tarantula a las puertas de su casa. guadarramistas.com

Un pronóstico de lluvia infalible

Jesús Castillo Aguirre Profesor investigador de la Facultad de Economía de la Universidad Autónoma de Guerrero, Campus Acapulco

Puede que hoy ya no existan esos animales arácnidos en los campos de cultivo de aquella región de la Tierra Caliente del estado de Guerrero. Yo los veía con temor en los años 70 del siglo pasado, cuando comenzaba a generalizarse el empleo de agroquímicos, herbicidas y pesticidas en la agricultura minifundista campesina. Los técnicos de Banrural alertaban a los campesinos sobre la importancia de que lloviera durante los días en que aplicaban los fertilizantes químicos en sus parcelas porque, de lo contrario, el calor artificial del fertilizante podía quemar o poner amarilla la milpa en franco crecimiento.

Por eso, era una justificada preocupación del pequeño agricultor pronosticar con la mayor certeza posible el día o los días en que llovería, para aplicar o no el abono químico (granulado, guano o azucarado) en su siembra. Los días de aplicación del fertilizante coincidían con los diez o quince días del mes de julio de cada año en que había un “veranito”, es decir, un periodo en que no llovía pero que la milpa necesitaba del fertilizante para su desarrollo.

Había varios métodos empíricos en que se apoyaban los campesinos para predecir las lluvias. Uno de ellos era observar el sentido de desplazamiento de las nubes (del viento) durante el día. Si lo hacían hacia arriba (al Norte), era muy probable que llovería esa noche. Si el desplazamiento era hacia abajo (al Sur), era muy probable que no lloviera, por ese o esos días. Pero este método no siempre era confiable. Tampoco que los días fueran excesivamente calurosos, lo que era poco novedoso en la región calentana. Y no había tele en los hogares, excepto dos: la del cura y la del migrante. Menos había pronósticos del clima.

Pero las familias del campo conocían de otro mejor método de pronóstico de lluvias. Lo comprobé yo mismo. Durante los días en que se ausentaban las lluvias, mi padre me pedía que me asomara a la franja de cultivo que teníamos en el campo cuya tierra era de tipo barroso (chicloso). Hecho que ocurría por las tardes, cuando ya nos disponíamos a concluir la jornada de trabajo del día, de sol a sol. Me indicaba así: “Hijo, ve a la tierrita del barro y fíjate si las cuevas de las tarántulas están tapadas con su propio hilo o si están destapadas. Ándale”. Entonces corría a observar estas cuevas construidas en forma vertical a ras del suelo. Cuando la noticia dada de mi parte era que no estaban tapadas, entonces mi padre se rascaba la cabeza con desanimo. Y al siguiente día se repetía el procedimiento. Cuando al fin la noticia era de que la tarántulas tenían bien tapados los accesos a sus cuevas, entonces mi padre mostraba mucha alegría y dirigía su mirada a los surcos de milpa marchitas, como queriéndoles decir algo.

Un día le pregunte al viejo del por qué me hacía observar las cuevas de estos animales peludos, mismos a los que yo les temía. Me contesto entonces: “Hijo, cuando las cuevas de las tarántulas están tapadas, es señal de que va llover”.

Hasta 1980 en que participé en la siembra de maíz, siempre supe con exactitud si llovería o no esa noche, solo observando el comportamiento de las tarántulas y sus cuevas. Se trata de un método que nunca me falló. Puede que esos animales se hayan visto en peligro de extinción con el uso masivo de insumos químicos en la agricultura campesina; pero también puede que, aún con la crisis del campo después de la firma del TLCAN, esos arácnidos hayan sobrevivido. Una tarántula en su cueva. •

Una tarántula en su nido dentro de la cuenva. nyalatours.com