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La guerra de los sexos
S

e remonta a los tiempos de Aristófanes y más atrás. Debió ocurrir ya en el reino de Saqqara hace 5 mil años. Pero es en su expresión moderna que se ha vuelto una verdadera disputa, no un giro humorístico del lenguaje, ni alusión a las reacciones contra el sometimiento del sexo débil por el fuerte. There is a war between the man and the woman, cantaba hace no tanto Leonard Cohen.

La gran precursora de lo que se daría en llamar feminismo es nuestra Juana de Asbaje, escudada bajo el velo de Sor Juana Inés (y de la Cruz, para más señas), quien hubo de inventarse subterfugios, seudónimos y barroquerías para dar la batalla, y en ello puso su inteligencia superior. Pero será hasta finales del siglo XVIII que mujeres intelectuales elaboren un discurso contrahegemónico ante el poder masculino. Vienen a la mente las dos Mary Wollstonecraft, madre pensadora e hija novelista bajo el apellido Shelley.

La revolución francesa y el Siglo de las Luces van creando condiciones teóricas y sociales, mas, por increíble que parezca hoy, será hasta principios del XX que las mujeres conquisten el derecho al sufragio. En México tomará todavía hasta 1953. Para entonces, las ciencias, las artes, el pensamiento y la organización política ya incluían mujeres calzonudas y geniales, ejemplares o piedra de escándalo. Hacia el fin de siglo se normalizan las poetas, las pintoras, las doctoras, las ingenieras, las contadoras. El poder femenino saldrá de las juntas de beneficencia. Crecerá el número de obreras.

En México, los partidos políticos y las academias ceden a las cuotas de género ya entrada la década de 1970. Aparecen las directoras de facultades universitarias, periódicos y revistas, y por ahí alguna gobernadora. Una que otra cineasta. La primera secretaria de Estado, si no me equivoco, llega en 1981, y con fama de amante presidencial.

La liberación sexual se impone en Occidente en esos años. Otro es el cantar en las naciones islámicas y en general las sociedades tradicionales (desde los hasidim y los budistas hasta las tribus cercenadoras de clítoris). Las décadas siguientes las reivindicaciones logradas por el sexo débil forman avalanchas, al grado de cambiar los términos. Ya no se reconocen sólo dos sexos. Las luchas dentro de los hombres, así como las independencias sexuales y laborales, y las resistencias de las mujeres, abrieron un abanico de opciones no binarias que rebasan lo meramente homosexual o lésbico, que además dejó de ser considerado delito. El eje ya no son los dos sexos genéticos o el género, sino las múltiples identidades e inclinaciones particulares en la interacción sexual humana.

Todo lo cual resulta plausible y alentador. Entonces, ¿por qué vivimos un escenario atroz donde la violencia endémica de la sociedad patriarcal se ha vuelto rabiosamente feminicida como en el caso de México? Esa sí es una guerra, sin eufemismos. Siempre hubo maridos cornudos y novios despechados que mataban impunemente a sus parejas, o asesinos de putas. Lo mismo violaciones, agresiones y pedofilias toleradas u ocultadas en familia, pero el fenómeno actual alcanza proporciones aterradoras, mientras la mujer sigue siendo botín de guerra. Woman is the nigger of the world (John Lennon).

La victoria final de Johnny Depp en su reciente espectáculo judicial versus su ex Amber Heard pareciera revertir los afectos avasalladores (al menos a escala de opinión pública y fama mediática) de las campañas MeToo, la defenestración de los Harvey Weinstein, el yo te creo canónico de los nuevos feminismos, la cancelación de machos señalados como abusadores y los efectos pedagógicos de esto para las nuevas generaciones. El suceso mediático, pan y circo fuera de toda proporción, algo dice de la guerra entre los sexos, y lanza un mensaje decadente y trivializador. No parece la mejor manera de probar que las mujeres también pueden mentir.

El canal de Internet Law & Crime Network, por ejemplo, llegó a tener 600 mil espectadores simultáneos durante el juicio, y alcanzó un total de 424 millones de reproducciones. Las plataformas Tik Tok (casi 21 mil millones de visitas), Twitter y los buscadores de Google rompieron sus propios récords. La feria de memes fue frenética.

Cuando más de medio siglo atrás los divorcios de Hollywood se volvieron preocupación mundial, estelarmente los de Elizabeth Taylor y Richard Burton (casados y divorciados entre sí dos veces, y ambos con una celebérrima colección de divorcios y adulterios), el cargo de moda era crueldad mental en la pareja. Ahora con Johnny y Amber la crueldad mental fue contra nosotros, afectó en tiempo real a cientos de millones de seres humanos hipnotizados por la soez historia de alcoba entre un novio del auditorio global y una bruja rubia considerada por las masas una falsa víctima. Pocas veces la ancestral guerra de los sexos prodigó tantos morbo y basura. Queda la sensación de que somos un poco más estúpidos que antes.