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Economía moral

Historia de una vocación. 18ª Entrega. 2022, año de múltiples aniversarios institucionales y personales

E

n 1862 tuvo lugar la batalla del 5 de mayo en la cual tropas mexicanas derrotaron al ejército francés. Nací en Puebla y viví y estudié ahí hasta 1961. El desfile del 5 de mayo fue el día cívico más importante de mi infancia y adolescencia. La semana pasada se cumplieron 160 años de esa simbólica fecha. Justo en el año del centenario de la batalla del 5 de mayo, 1962, inicia una etapa decisiva de mi vida al empezar mis estudios en la Escuela Nacional de Economía de la UNAM. Hace 60 años me identifiqué como estudiante de economía. Veinte años después de tal inicio, en 1982, Siglo XXI editores en coedición con Coplamar (Coordinación General del Plan Nacional de Zonas Deprimidas y Grupos Marginados, Presidencia de la República) publicó cinco de los seis volúmenes de la Serie Necesidades Esenciales en México. Como lo reseñé en la primera entrega de la serie Historia de mi vocación (02/02/21) los volúmenes 1. Alimentación, 2. Educación, 3. Vivienda, 4. Salud, y 5. Geografía de la Marginación, empezaron a circular hacia finales de 1982, mientras Macroeconomía de las Necesidades Esenciales, también parte de la serie, concluido en 1982 empezó a circular en 1983. Coplamar, por su parte, publicó Necesidades Esenciales y Estructura Productiva en México. Lineamientos de Programación para el Proyecto Nacional, que circuló mucho menos y que ahora no se puede conseguir, mientras los seis volúmenes de Siglo XXI editores siguen disponibles en librerías y en venta en línea. Yo fui el director de esa serie (con el apoyo de Arturo Cantú) e intervine en la redacción de buena parte de su contenido. Fue mi primer gran trabajo. En 1992, hace 30 años, de regreso de Bogotá, donde colaboré y dirigí el Proyecto Regional para la Superación de la Pobreza en América Latina entre 1988 y 1991, me incorporé como profesor-investigador del Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio de México. No me convertí en sociólogo. Desde hace mucho tiré a la basura la lógica de las disciplinas que intentan fragmentar el conocimiento de la realidad biológico-social unificada del ser humano.

En 2012 Estudios Sociológicos publicó un número especial porque en 2013 cumpliría 30 años. En ese número escribí el artículo Treinta años de medición de la pobreza en México. Una mirada desde Coplamar. Ahí señalé que un antecedente importante de la investigación de Coplamar fue el escrito de Cynthia Hewitt de Alcántara Ensayo sobre la satisfacción de las necesidades básicas del pueblo mexicano entre 1940 y 1970, Centro de Estudios Sociológicos, Cuadernos del CES, núm. 21, (1977-78) y apunté que describe los niveles y la evolución de la satisfacción de necesidades y analiza algunos factores determinantes. Quizás por primera vez en el país presenta un análisis de conjunto sobre la satisfacción de las necesidades básicas. La autora critica los estudios basados sólo en el ingreso, dado que no necesariamente reflejan la satisfacción de las necesidades básicas, sin rechazar la utilidad de conocer la pobreza por ingresos. En dicho artículo escribí sobre la investigación de Coplamar:

“Esta investigación tiene algunas similitudes con la de Hewitt de Alcántara ya que analiza cada una de las cuatro necesidades básicas que aborda de manera sectorial complementadas con el enfoque de medición de la pobreza por ingresos, pero va más allá. Aunque sigue siendo una investigación sobre la insatisfacción fragmentada de las necesidades esenciales, incluyó cinco actividades que buscaban una visión más holística: 1) medición de la pobreza por ingresos adoptando el Enfoque de Presupuestos Familiares que no construye una canasta alimentaria (CNA, como lo hacen Orshansky, quien definió el método oficial en EU, y Altimir, quien definió el de Cepal) sino una canasta completa (que denominamos Canasta Normativa de Satisfactores Esenciales, CNSE); 2) la cuantificación de índices de marginación de unidades geográficas que expresan sintéticamente diversas dimensiones de las condiciones de vida a nivel de unidades geográficas; 3) la aplicación de técnicas de análisis macroeconómico para evaluar la viabilidad de satisfacción de las necesidades esenciales y explorar las relaciones entre la distribución del ingreso, la satisfacción de necesidades esenciales y la estructura productiva; 4) el cálculo de la satisfacción simultánea de las necesidades (que no maduró); y 5) el análisis de los derechos y las formas de acceso a los satisfactores esenciales. Los cuatro volúmenes sectoriales ( Alimentación, Educación, Vivienda y Salud) comparten los siguientes rasgos: a) una estructura que comprende el diagnóstico, el pronóstico al 2000 y el cálculo del esfuerzo requerido para la satisfacción universal de la necesidad a tal fecha; b) la definición cuidadosa del mínimo ( o umbral) en cada necesidad, distinguiendo entre el mínimo conceptual y el operacional (para fines del diagnóstico y el pronóstico), por las limitaciones impuestas por la disponibilidad de la información; c) la elaboración de diagnósticos de carácter crítico, que fueron siempre más allá de las cifras y versiones oficiales sobre la materia y que conllevaron (en todos los casos) innovaciones metodológicas, al menos en México. Se acudió, en varios casos, a fuentes hasta entonces no exploradas, utilizando ampliamente (por primera vez en el país en esta escala) el procesamiento de microdatos de encuestas y censos. En el 2000, en convenio con la Universidad Iberoamericana (UIA) Santa Fe, donde pasaba un año sabático, la Profeco, levantó en 18 ciudades del país la Encuesta Percepciones de la Población Urbana Sobre las Normas Mínimas de Satisfacción de las Necesidades Básicas, cuyo cuestionario formulé. A los entrevistados se les pidió que clasificaran más de 200 rubros de consumo en necesarios, deseables pero no necesarios, y ni necesarios ni deseables, para cualquier hogar de su ciudad, siguiendo parcialmente el enfoque desarrollado por Mack y Lansley en la Gran Bretaña. La selección de los rubros estuvo orientada a captar la opinión de la población sobre rubros de la CNSE que habían sido puestos en duda o que podrían serlo (como la televisión o el refrigerador, objetados por Santiago Levy) y, por otra parte, captar la opinión de la población sobre las normas de NBI que se han venido usando en México desde Coplamar. Se encontró que el núcleo central de la CNSE coincide con las percepciones de la población urbana metropolitana sobre lo necesario. Igualmente, el grueso de las normas de NBI que se habían venido utilizando fueron ratificadas por la población, siendo una excepción notable que no consideró necesarios los recubrimientos en pisos, bastando el piso de cemento en su opinión. En sentido opuesto consideró que el mínimo educativo de cualquier persona debe ser la preparatoria, por arriba de la norma de secundaria que se había venido usando para la mayoría de los adultos. La conclusión general es que la encuesta ratificó de manera contundente que el orden de magnitud de la CNSE es el correcto y que también son correctas el grueso de las normas de NBI. Significa un fuerte golpe a los enfoques minimalistas que quieren reducir los requerimientos de ingresos a la supervivencia biológica y los umbrales de NBI a los niveles más precarios.”

Algunos años después, basándonos en una investigación pionera de Alejandro Marín, él y yo desarrollamos un procedimiento que rebasa la idea de un umbral de ingresos per cápita igual para todos los hogares, y que permite tomar en cuenta los diversos requerimientos de las personas según sus características y las economías de escala en el consumo de algunos bienes y servicios en el hogar, lo cual narraré próximamente.

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