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Vacunas: otro llamamiento
E

l viernes 25 de febrero –al día siguiente del inicio de la invasión a Ucrania– la Asamblea General de Naciones Unidas celebró un debate temático de alto nivel referido a galvanizar el ritmo de la vacunación universal frente a la pandemia de covid-19. En la coyuntura, con todas las miradas concentradas en Europa oriental, apenas se prestó atención a lo dicho en ese debate. Esta falta de interés parece haberse extendido a los propios canales informativos de la organización, cuya página web se limita a reproducir el texto de la intervención del secretario general en el debate. Importa, sin embargo, resaltar algunos de los principales pronunciamientos, expresados al cumplirse el segundo año de la pandemia y en momentos en que, según parece, todo mundo quiere olvidarse de ella. Glosaré en esta nota la importante intervención de António Guterres en la ocasión señalada.

Un primer elemento de reflexión lo proporciona el que el secretario general subrayó el hecho lamentable de que la comunidad internacional se encuentra muy distante de alcanzar el objetivo proclamado de inmunizar a 70 por ciento de la población de todos los países para mediados del presente año. No explicitó la consecuencia inevitable: tal objetivo ya no va a alcanzarse.

Si bien se han administrado más de 10 mil millones de dosis en el mundo, esta cifra global disfraza la aguda desigualdad que ha prevalecido en el acceso a las vacunas. Las naciones de alto ingreso han administrado 13 veces más dosis por persona que los países de ingreso bajo. En África, 85 de cada 100 residentes no han recibido una sola dosis de vacuna. Y agregó: Esta inequidad descalifica a nuestra época desde el punto de vista de la moral. Ha costado vidas, además. Ha dañado a las economías. Y ha permitido que el virus tenga vía libre, que circule sin obstáculos y genere mutaciones. Éstas, a su vez, comprometen y erosionan los avances que ha sido tan difícil obtener [en el combate de la pandemia], constituyendo una amenaza para el conjunto del planeta.

No se trata, por cierto, de planteamientos novedosos. El secretario general y muchas otras personalidades políticas los han expresado, con diferentes palabras, en diversos lugares y momentos. Parece tratarse, sin embargo, de verdades no suficientemente comprendidas o que no han sido capaces de corregir la forma en que se han conducido los esfuerzos nacionales de vacunación por ya más de un año. Éstos han continuado dominados por las lógicas de la apropiación privada y de los mercados, nunca por la lógica del interés público universal y de la equidad. En realidad, más que del esfuerzo global de vacunación al que a menudo se alude, habría que hablar de esfuerzos nacionales –o, en el mejor de los casos, regionales, como el de la Unión Europea– carentes de coordinación, objetivos comunes y recursos compartidos.

Guterres aludió al único esfuerzo global significativo: Covax, el programa de adquisición y distribución multilateral de vacunas de Naciones Unidas, que ha logrado distribuir mil millones de dosis a 92 países de ingreso bajo y medio. Planteó con nitidez los puntos que requieren ser reforzados: a) los laboratorios fabricantes deben dar prioridad al cumplimiento de sus contratos de entrega de vacunas a Covax, asegurando plena transparencia en los montos mensuales de producción, y fomentar las condiciones para iniciar o aumentar la producción local o regional de material para análisis clínicos, vacunas y tratamientos; b) lo anterior supone que “las compañías farmaceúticas compartan con mayor rapidez y oportunidad las licencias, el know-how y las tecnologías”; c) la producción local y regional es indispensable para alcanzar suministros sostenibles, suficientes y confiables. Significa canalizar inversiones cuantiosas a infrestructuras sanitarias y económicas frágiles. Requiere que los donantes y las instituciones financieras internacionales participen aportando los apoyos necesarios. Significa también luchar contra la plaga de la desinformación en materia de vacunas; d) en suma, se requiere asegurar la predictibilidad de los suministros y ampliar los lapsos de caducidad (es decir, los tiempos de almacenamiento y distribución) de las dosis que se destinan a los países de menores recursos.

El secretario general decidió terminar su discurso con una nota de optimismo: “Consigamos juntos esta galvanización… En los próximos días, semanas y meses, aprovechemos todas las oportunidades –a través del G20, de la Asamblea Mundial de la Salud, del G7 y de la Asamblea General– para emprender acciones ambiciosas que permitan alcanzar los objetivos de la estrategia de vacunación de la OMS y asegurar que, en realidad, nadie quede atrás. Si lo logramos, no sólo terminaremos con esta pandemia, sino habremos realizado un esfuerzo significativo para prevenir las futuras y construir un mundo más saludable y seguro para todos”.