Número 173 Suplemento Informativo de La Jornada Directora General: Carmen Lira Saade Director Fundador: Carlos Payán Velver
Saharahuis
Caminante del desierto. Diana Luna

Po-ética saharaui: cosmopolítica de sabios trashumantes

Silvana Rabinovich Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM

Si la cosmopolítica es el arte de fecundar las diferencias y de cultivar el desconcierto, los saharauis se cuentan entre sus más grandes maestros artesanos.

En el lugar más inhóspito del desierto, desde hace 46 años, brota ininterrumpidamente un manantial de hospitalidad. En la Hamada argelina florecen cinco campamentos en los cuales se refugia la justicia y se gesta una república en el exilio que tiene la forma de una jaima. Allí, los refugiados practican la hospitalidad sin condición. Lo hacen acogiendo a los visitantes para que a su regreso lleven lejos el mensaje de dignidad y vida del desierto. Muchos somos los mexicanos, entre tantos visitantes de numerosas partes del mundo, que tuvimos el honor de ser sus huéspedes y aprendices. México supo recibir a tiempo y traducir dicha enseñanza cosmopolítica reconociendo a la República Árabe Saharaui Democrática desde 1979.

Una república en el exilio se despliega en los campamentos de refugiados como una jaima. En el desierto, los saharauis ejercitan una política que no se conforma con resistir al destierro, sino que crea día a día su re-existencia. Al modo de una jaima, la república en el exilio será plegada a fin de desplegarse nuevamente en el Sáhara liberado en cuanto cese la ocupación del territorio por parte del Reino de Marruecos, tras la realización del referéndum de autodeterminación (por más de tres décadas postergado). La concreción de dicho referéndum por parte de la MINURSO es una asignatura pendiente que concierne a las naciones del mundo.

Entre las dunas del Sahara Occidental, trashuman caravanas de camellos que guían a sus pastores por caminos cuyas señales no se ven a simple vista. La memoria milenaria de los camélidos conoce y olfatea los pozos de agua que los ojos humanos no son capaces de adivinar. Así, los beduinos habitan el desierto con la valentía de quienes no temen hacer hogar en la intemperie y la humildad de aquellos grandes sabios que no dudan en dejarse enseñar por los animales. Como las dunas se desplazan con el viento, la sabiduría saharaui indica confiar más en el cielo que en el suelo, pues además de los camellos (sabedores del subsuelo), las estrellas guían el camino. El coraje de dejarse enseñar por otros -tan otros- forja un saber fuerte que nomadea entre las lenguas: los saharauis acunan a sus hijos, aman y escriben poesía en lengua hasaní, a la par que cultivan el español como lengua vehicular. En ambas lenguas se expresa la sabiduría poética de una cultura oral que fertiliza la política. Por la capacidad de fertilizar los sentidos en el territorio del lenguaje, los poetas en el Sáhara Occidental son considerados sabios consejeros.

La palabra circula libremente en una sociedad sin puertas ni paredes, en la cual cada quien entiende lo que debe y puede entender (a esto lo llaman lenguaje bidán). La jaima es un hogar (oikos) transportable en una sociedad cuya economía sabe que la acumulación atenta contra la vida. Huellas ligeras dejan en la tierra las sociedades beduinas en su nomadeo (cuanto menos peso, más firme es el paso). Para ello, los objetos que pueblan las jaimas y que visten los cuerpos saharauis son multifuncionales. Si ethos significa morada, los oriundos de las jaimas cultivan una po-ética que hace política en la agilidad del lenguaje bidán: profiriendo su palabra a sabiendas de que las naciones del mundo entenderán lo que puedan entender de su demanda de justicia.

La cosmopolítica saharaui se rige por la economía nómade de no acumulación: en lugar de vivir la lengua de la colonia (el español) como un peso, la viste y habita para llevar más lejos su mensaje; para evitar la carga del odio al pueblo ocupante, enseña a sus hijos que la responsabilidad de la injusticia está en manos del rey marroquí. La cosmopolítica de los hijos de las nubes cultiva el desconcierto en el sentido de que no busca concertar ni ceder, sino desminar el odio y traspasar los muros. La po-ética de los sabios enseña a mirar el suelo en el espejo del cielo, reconociendo ambos espacios lisos como reacios a las fronteras. En la cosmopolítica del desierto, las diferencias dejan de ser obstáculos para acogerse como promesas. Así, la ética gesta y da a luz la promesa política en la jaima poética. •