Número 172 Suplemento Informativo de La Jornada Directora General: Carmen Lira Saade Director Fundador: Carlos Payán Velver
#HastaEncontrarles
Taller psicosocial en San Blas, Sinaloa. Paola Alejandra Ramírez González

Co/razonar: “otros” saberes y sentires en el cuidado de los muertos

Paola Alejandra Ramírez González CIESAS-CDMX/Fundar, Centro de Análisis e Investigación

La tierra como el cuerpo tienen memoria; registran, albergan y recuerdan el paso del tiempo, las experiencias de cosechas buenas y malas. Cuando la violencia pasa sobre los territorios y los cuerpos, arrasa con la concepción de la vida tal y como era concebida. Produce heridas cuyas cicatrices nos recuerdan los daños, pero también las grietas donde la vida encontró posibilidades de existencia.

La configuración geográfica de la zona norte de Sinaloa, articula elementos característicos de una pequeña ciudad con otros propios del campo, es una región de tierra fértil. A la vista resaltan los colores pintorescos de sembradíos de maíz, el dorado del ajonjolí y una amplia variedad de vegetación. También, majestuosos paisajes de las zonas semidesérticas y cálidos atardeceres. Sin embargo, en los últimos años la violencia sociopolítica ha transformado el paisaje: los sembradíos quedaron entremezclados con el entierro clandestino de cuerpos.

Al ser una región semiurbana, en este territorio conviven sectores de población mestiza con indígenas mayo-yoremes. Tal es el caso de Don Paz, integrante del colectivo Las Rastreadoras de El Fuerte, una comunidad de búsqueda en el norte de Sinaloa que, desde 2014 a la fecha, ha recuperado más de 200 cuerpos exhumados en fosas clandestinas.

En el 2016, Don Paz se integró al colectivo de forma solidaria, sin tener a un ser querido desaparecido. No imaginaba que al poco tiempo la violencia criminal provocaría la desaparición de su querido nieto, José Manuel Luna Quiroz, apodado de cariño “Kalucha”, desapareció en San Blas el 4 de abril de 2017. Meses después, el 11 de julio de 2017, Don Paz encontró el cuerpo sin vida de su nieto, en la Bocatoma del Río El Fuerte. Pese a ello, Don Paz sigue de pie con sus compañeras en la búsqueda de quienes faltan.

Para Don Paz, ser “hombre de monte” significa tener palabra, trepar y recorrer los cerros con el gozo de quien habita su propio hogar. Sus raíces indígenas le han dotado de un sentido de arraigo vinculado a la tierra y a la cosmovisión transmitida de generación en generación, misma que va desde prácticas culturales, hasta saberes curativos y secretos del campo.

La riqueza de su cosmovisión se articula con la de otras buscadoras que crecieron y trabajaron en el campo, condición que les ha permitido adquirir saberes y activar agudos sentidos para localizar fosas clandestinas y regresar a sus hogares a los tesoros que yacen en ellas. Los tesoros, expresión con la que se dirigen a sus seres queridos desaparecidos, refiere no sólo a cuerpos en su dimensión biológica, sino a cuerpos–sujetos con una historia, pertenecientes a una comunidad que les llora y les reclama.

En torno a las exhumaciones en fosas y más allá de éstas, cuando los cuerpos son identificados y regresan con los suyos, se activan y circulan afectos, sensibilidades, saberes, prácticas rituales y lenguajes que dignifican los cuerpos. Todas estas expresiones conforman lo que denomino pedagogías afectivas del cuidado que, si bien despliegan los vivos, lo hacen en torno a los muertos.

De esta manera, resignifican el carácter de la fosa como territorio marcado por la violencia y reivindican el carácter humano y valioso de esas vidas. Frente a las pedagogías de la crueldad que analiza la antropóloga Rita Segato, las pedagogías afectivas del cuidado constituyen marcos de comprensión desde la experiencia, que colocan en el centro la defensa de los vínculos sagrados entre vivos y muertos.

La visión y praxis no occidental desde la que esta comunidad habita el mundo, tejida con saberes ancestrales y contemporáneos anclados a la tierra, y que giran en torno a la relación con los muertos, son enseñanzas que arrojan luz para hacer frente al mosaico de violencias criminales, estructurales y extremas, que persisten en nuestro país y que diariamente devoran vidas. Pero también, son una esperanza para construir lo nuevo a partir de lo semejante, desde los corazones rotos que, pese a todo, siguen vibrantes. •

Patio de la casa de Don Paz en el Fuerte. Paola Alejandra Ramírez González