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Ver día anteriorDomingo 10 de octubre de 2021Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Desborde migratorio
E

n México la migración está ligada irremediablemente a las fronteras, que operan como una correa de trasmisión en los dos sentidos, y lo que pasa en el sur repercute en el norte y viceversa. Algo que al parecer no han entendido los funcionarios encargados de diseñar y operar la política migratoria. Al respecto, ¿quién diseña la política migratoria en México?

Abrir la frontera en el sur, en enero de 2019, como se hizo con el llamado nuevo paradigma de la gobernanza migratoria, repercutió meses después con un tuit de chantaje del ex presidente Donald Trump, que amenazó con imponer aranceles si no se controlaba la migración en tránsito.

Curiosamente, cuando llega Joe Biden al poder, en enero de 2020, empezó a incrementarse el flujo de migrantes de manera notable debido a varias razones: al freno que se había dado por la pandemia, un efecto ocasionado por el cambio en la política migratoria estadunidense; la crisis económica generalizada en el continente y el relajamiento en las medidas de control por parte del Instituto Nacional de Migración (INM) y la Guardia Nacional encargada, durante el gobierno de Trump, de controlar el flujo.

Las estadísticas en Estados Unidos indican que el incremento de las detenciones en su territorio llegó a niveles alarmantes, al pasar de 70 mil a 210 mil aprehensiones en julio. Son cuentas alegres de los estadunidenses, sin embargo, al tratarse de eventos que incluyen a mexicanos, tienen muchos sesgos, pero son los que usan para amedrentar.

Por su parte, la Unidad de Política Migratoria (UPM) informa que en enero fueron presentados ante las autoridades 9 mil migrantes irregulares y, en julio la cifra llegó a 22 mil. No obstante, en agosto, después de que llegaran a México las comisiones de alto nivel a tratar el tema, los capturados llegaron a 31 mil. Las presiones de Estados Unidos funcionan, pero no lo suficiente.

Para Trump la gota que derramó el vaso fueron 130 mil, para Biden 210 mil. Y esto obviamente tiene repercusiones, que ya no se hacen por tuit, pero son muy desestabilizantes en la relación bilateral. Un ejemplo claro de esta situación repercute en la frontera norte.

El presidente Andrés Manuel López Obrador ha insistido en la necesidad de abrir la frontera, que está parcialmente cerrada desde hace año y medio. Pero si se abre ésta, el argumento de la pandemia ya no sería válido y, por tanto, Estados Unidos no podría aplicar la disposición legal de salud del título 42, que opera desde marzo de 2020 y que permite la deportación al país, en caliente, de miles de migrantes mexicanos y centroamericanos.

Por otra parte, la política o la gestión migratoria suele operar como un efecto boomerang y de los 15 mil haitianos que pudieron llegar al puente en Ciudad Acuña, en una operación totalmente organizada y programada, unos 2 mil fueron deportados a Haití, 5 mil fueron trasladados a centros de detención y alrededor de 8 mil regresaron o se quedaron en México.

Pero todo esto no queda aquí, la política de puertas cerradas de Estados Unidos mandó un mensaje claro y disuasivo a los cerca de 20 mil haitianos que están en camino y varados entre Colombia y Panamá. Mientras, México envió un mensaje ambiguo. El canciller Marcelo Ebrad informó que se les daría refugio a cerca de 13 mil haitianos y luego ha empezado a deportarlos a Puerto Príncipe. Son mensajes contradictorios en pocas semanas.

Para los haitianos que son partidarios de la teoría del rational choise prefieren quedarse cerca de Estados Unidos, por si se presenta la oportunidad de cruzar en algún momento, pero sobre todo si se les da la oportunidad de quedarse en México. La alternativa de volver voluntariamente a Haití está completamente cerrada. La opción de regresar a Brasil resulta muy complicada por la devaluación, dado que su salario de unos 700 dólares mensuales se redujo a 400 lo cual les imposibilita vivir, pero sobre todo les impide enviar remesas. Por su parte, en Chile gobierna Piñera, que no ha sido proclive a regularizar la situación de los haitianos, incluso cuando tienen hijos chilenos. Y el panorama no pinta nada bien después de la agresión que sufrió un campamento de migrantes venezolanos en Iquique.

Lo lamentable de todo esto ha sido el sufrimiento indescriptible de personas migrantes que han atravesado el continente de sur a norte para quedarse atorados, en situación de indefensión y con los sueños y aspiraciones rotos, no sólo de llegar, sino de ingresar y vivir en Estados Unidos.

La política de contención en Tapachula, Chiapas, no funcionó y se desbordó en forma de caravana; luego, la represión tampoco funcionó, porque en la práctica llegaron a Ciudad Acuña cerca de 15 mil haitianos que ahora vienen de regreso nuevamente a Tapachula para deportarlos.

El mantra de la política migratoria mexicana es por una migración ordenada, segura y regular. Pero eso no existe. La migración haitiana es totalmente desordenada, insegura e irregular. Por tanto, habrá que ordenarla, proporcionarle condiciones de seguridad y proceder a regularizarla de alguna manera. No hay otra salida.

Salvo, dar el portazo a la inversa y cerrar la puerta. ¿Es lo que el gobierno quiere hacer al iniciar la deportación humanitaria de haitianos?