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Boomerang migratorio
E

n temas migratorios, casi siempre, las políticas que se implementan tienen consecuencias totalmente contrarias a lo que se podría esperar, y la historia lo demuestra una y otra vez.

El modelo aplicado en Tapachula de confinar a los migrantes que solicitan refugio en Chiapas, hasta que se solucione su caso, tenía como objetivo, controlar al flujo migratorio para que no se disperse por el territorio nacional y que no llegue a Estados Unidos. De hecho, un requisito para los que solicitan refugio es que esperen en la entidad estatal hasta que se les dé respuesta.

Pero no hubo una contestación a tiempo, más bien, en el periodo estipulado por la ley y la política implementada de confinamiento se convirtió en una bomba de tiempo. Todo esto era previsible desde hace meses, porque Chiapas es la puerta de ingreso y se sabía desde hace mucho tiempo que los migrantes estaban en camino y siguen llegando.

No se pudo dar respuesta a las solicitudes de refugio, porque la política implementada de austeridad ha sido reducirle el presupuesto a la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar), que, obvio, está desbordada desde hace varios años. Por otra parte, se consideraba como una medida disuasiva para los solicitantes de refugio el embotellamiento y las trabas burocráticas.

El resultado fue todo lo contrario, los migrantes se desesperaron e iniciaron por su cuenta la huida de la cárcel chiapaneca y para ello se movilizaron en caravanas, una modalidad que recibe gran atención mediática. Otros muchos simplemente se fueron por su cuenta.

El costo político y monetario ha sido mucho mayor que haberle incrementado el presupuesto a la Comar. Pero no todo queda ahí. Los haitianos que arriban a nuestro país vienen de Brasil y de Chile en un periplo migratorio que lleva más de 10 años. Propiamente no son sujetos de refugio, porque no han sufrido persecución.

Cuando llegó a México el primer contingente masivo de migrantes haitianos, en 2016, que fueron, aproximadamente unos 20 mil, el Instituto Nacional de Migración (INM) les dio, casi de manera automática, un permiso de salida, lo que significaba que tenían que dejar el país por alguna de las fronteras. Obviamente, la frontera norte.

Esta medida, estipulada en la ley, servía también para los cubanos que tenían acceso ilimitado al refugio en Estados Unidos, pero no servía para el caso de los haitianos que se concentraron en la frontera y no los dejaban pasar. El resultado fue otra imposición de Estados Unidos, el llamado metering, que obliga al INM a ordenar el flujo con un sistema de listas o cuotas diarias de los solicitantes que pueden pasar. Y la métrica la definen en Washington.

Esta medida, del permiso de salida, que pretendía pasarle la bolita a Estados Unidos para que se encargaran de los haitianos, repercutió en México de tal modo, que ahora tenemos una numerosa comunidad de haitianos viviendo y trabajando en Tijuana y otras ciudades de la nación.

Otra consecuencia, no anticipada, es la problemática actual que tenemos en Tapachula, los haitianos saben que, finalmente, México tendrá que ceder y darles un permiso de circulación, una visa humanitaria, un documento temporal o un tipo de amnistía, porque, se suponía, que no los pueden deportar a Haití. La situación de este país es insostenible.

Pero la situación es tan desesperada que, a los que acaban de llegar y cruzaron de manera irregular la frontera sur, los están deportando a Guatemala, por pasos fronterizos alejados. Esta medida contraviene cualquier acuerdo internacional. Y están haciendo lo mismo que los estadunidenses con el llamado título 42 que permite la deportación en caliente y sin miramientos. Las consecuencias, previsibles, las veremos próximamente con el empeoramiento de las relaciones entre México y Guatemala. También las veremos las próximas semanas con otros intentos de cruce subrepticio.

La política migratoria es muy compleja, en primer lugar, porque se trata de controlar un flujo de personas, de seres humanos con derechos, que ingresaron por la vía irregular, pero que sólo cometieron una falta administrativa, no un delito. Lo mismo que hacen los mexicanos todos los días y, desde hace más de un siglo, al cruzar subrepticiamente la frontera hacia Estados Unidos.

En segundo término, porque se trata de un proceso dinámico y cambiante, las leyes migratorias y, sobre todo, los reglamentos quedan obsoletos el mismo día en que se publican en el Diario Oficial de la Federación. Se debe partir de principios básicos inamovibles, como el respeto irrestricto a los derechos humanos de las personas migrantes, para lo cual se requiere de protocolos establecidos, conocidos y practicados por el personal a cargo.

Pero la casuística del día a día y del mes a mes se debe ajustar a las circunstancias cambiantes y a la previsión de posibles consecuencias. La política migratoria debe ser tan cuidadosa en su formulación como en la previsión de sus posibles y presumibles consecuencias.

Mientras mirábamos a Chiapas, la bomba explotó en Ciudad Acuña, a donde habían llegado 10 mil haitianos que esperaban organizados para cruzar la frontera justo el mismo día, donde era fácil cruzar el río Bravo, donde no había muro y donde no los esperaban.