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Padura y Meyer, dos alaridos en Cuba

P

arece muy posible que todo lo ocurrido en Cuba a partir del domingo 11 de julio lo haya alentado un número mayor o menor de personas opuestas al sistema, pagadas incluso algunas de ellas, con intenciones de desestabilizar el país y provocar una situación de caos e inseguridad. Pero pienso que ni una ni otra evidencia le quitan un ápice de razón al alarido que hemos escuchado. Grito que es también resultado de la desesperación de una sociedad que atraviesa no sólo una larga crisis económica y una puntual crisis sanitaria, sino también una crisis de confianza y pérdida de expectativas.

Así incia Leonardo Padura la reflexión, que llamó Un alarido, sobre lo sucedido recientemente. La publicó en La Joven Cuba, plataforma digital que trabaja por un país justo, democrático y sostenible. Esa reflexión ha sido reproducida y comentada en muchos medios. Tanto por el prestigio internacional de que goza Padura, Premio Cervantes de Literatura, como porque no puede ser calificado de estar al servicio de Estados Unidos, que por décadas ha impuesto un embargo comercial y financiero condenado por la Organización de Naciones Unidas.

Este Alarido de Padura, trae a cuento los testimonios que integran el libro de la historiadora Eugenia Meyer, El futuro era nuestro: ocho cubanas narran su historia de vida (FCE-UNAM, 2007). Allí se plasma la opinión de mujeres de distintas generaciones, clases sociales, orígenes raciales y trabajo, cuyas vidas cambiaron radicalmente con la revolución. Entre otras muchas vivencias, Meyer rescata el contraste entre las altas expectativas que generó ese movimiento y los logros obtenidos.

En 1976, la autora visitó Cuba y se sorprendió del avance alcanzado por las mujeres y sus familias; de sus esfuerzos por acabar con siglos de marginación. Tras múltiples estancias, en 1979 decidió –a partir de la metodología de historia oral– rescatar la narrativas de ocho mujeres. Destacan las de Esterlina Milanés, heroína, traductora personal de Fidel, y la reconocida pintora Antonia Eiriz Vázquez, injustamente relegada. Se suman las épicas de Norberta Rivas, Gladys Maimó, Sonnia Moro, Mireya Herrera, Migdalia González y Consuelo Rolo. Cada una da cuenta, desde su personal mirada, lo que sucedió en la isla en diferentes situaciones, a partir de 1959.

En este libro, y como pocas veces, ellas se hicieron escuchar. Y su voz no ha perdido vigencia.