Número 165 Suplemento Informativo de La Jornada Directora General: Carmen Lira Saade Director Fundador: Carlos Payán Velver
VACUNAS DE ESPERANZA
Isla Arena, Campeche. Deysi Cupido

A la espera de la vacuna, pescadores adultos mayores

Miguel Ángel Díaz-Perera ECOSUR Alejandro Espinoza Tenorio ECOSUR

La enfermedad de la COVID-19 infestó en tan solo unos meses los cinco continentes. Desde noviembre de 2019 cuando se identificó el primer caso, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y los gobiernos del mundo, incluido el mexicano, condujeron sus propias estrategias, al igual que las personas que se enteraban de la pandemia a través de las noticias en la televisión, radio, periódicos e incluso por rumores.

Hubo quienes buscaron remedios naturales, otros compraron fármacos que escuchaban que podrían protegerlos para prevenir la enfermedad o para curarse si se infectaban, otras personas optaron por confinarse en casa, y no pocos negaron la existencia del virus. A la par, crecía el número de contagios al grado que en México millones de ciudadanos conocieron por propia experiencia lo que fue perder un amigo, un vecino o algún familiar. Así nos lo hizo saber un adulto mayor oriundo de Chiltepec (Tabasco), “…nos dio duro… parecía pueblo fantasma…”.

En marzo de este año realizamos trabajo de campo en la costa de Tabasco y Campeche y platicamos con personas relacionadas con la pesca, un sector conformado mayoritariamente por personas adultas mayores. A través de ellos y ellas supimos que, después de 12 meses de incertidumbre y preocupación por la cercanía del virus, encontraron numerosas formas de vivir y sentir el “…miedo a la muerte…” como dijo un funcionario federal que ya recibió la primera dosis de la vacuna.

Todas las personas podemos enfermarnos, pero no experimentamos igual este hecho, entran en juego nuestro sexo, edad, cultura, profesión, religión, edad y lugar donde vivimos. Las personas de la tercera edad son un grupo altamente vulnerable a la COVID-19, suelen presentar un peor pronóstico por comorbilidades, síndromes geriátricos y fragilidad asociada con el envejecimiento. Esta emergencia geriátrica, como ha sido declarada por especialistas, es aún más complicada cuando las personas viven en contextos de marginación, ya que tienen acceso parcial a servicios de salud y no pueden parar de trabajar pues viven al día.

El confinamiento, la principal respuesta para contener la pandemia, tuvo efectos sobre la salud psicológica y las personas adultas mayores no fueron la excepción, por ello adoptaron creencias populares para protegerse de la enfermedad, en Puerto Ceiba (Tabasco) un señor contó que “…cada mañana tomaba tres dedos de sal y después la escupía…”. Ellos y ellas experimentaron especial aflicción debido al distanciamiento social, así como angustia al saber que podrían morir sin despedirse de sus seres queridos y también porque no serían velados.

En agosto de 2020 se empezó a ver la luz al final del túnel cuando se anunció que se realizaban los ensayos para una primera vacuna, aunque fue hasta noviembre cuando en México se recibieron las primeras autorizadas para aplicación y se conformó una Política Nacional de Vacunación que ha pretendido ser rigurosa, a pesar de los intentos de transgredirla, como aquel en el que unos jóvenes se disfrazaron de adultos mayores para recibir la vacuna antes de tiempo, de este hecho se enteraron en Chiltepec por medio de las redes sociales.

Debido a que son considerados como la población más vulnerable, en la mayoría de los países la vacunación a las adultas y adultos mayores fue prioritaria.

La mayoría de los habitantes de edad avanzada de la costa en Tabasco y Campeche ya recibieron al menos la primera dosis de la vacuna —algunos dijeron haberse sentido enfermos en meses previos y no se hicieron prueba alguna—, otros constataron que aún no se ha vacunado a quienes no podían salir de casa, “…los que tienen más de cien años…”, dijo otro pescador, sin embargo, confían en que pronto irán a inocularlos.

También existen personas, sobre todo en las localidades mayores como Ciudad del Carmen, Campeche, que decidieron no vacunarse. Sus razones son variadas, pero pesó mucho la mala información o la desinformación, pues hubo quienes hablaron de que la vacuna serviría para implantarles un “chip”. En Sabancuy (Campeche) un pescador contó la resistencia de algunos “abuelitos” a vacunarse luego de ver muerte de un brasileño en Facebook por una supuesta reacción a la vacuna. Preferían correr el riesgo de enfermarse.

La pandemia del COVID-19 nos ha inundado de noticias alarmantes y falsas. Por ello en Campeche un médico felicitó a las personas que habían acudido a vacunarse, pues resistieron a la desinformación.

En esta nueva etapa de la pandemia no hay que bajar la guardia, debemos mantener las medidas para protegernos, pero sobre todo hay que reforzar nuestras habilidades interpersonales, practicar la compasión, la empatía e innovar nuevas formas de solidaridad. El distanciamiento físico no implica un distanciamiento social; no estamos solos y la apuesta a una vida mejor, con esperanza y en comunidad, es viable.

Urge que los pescadores adultos mayores sean vacunados y que, en la medida de lo posible, recuperen y encuentren su lugar en esta nueva normalidad, en esta nueva humanidad. •