Cultura
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Cultura, información y exclusión
D

esde antes del encierro pandémico habían comenzado a ocurrir ciertos cambios en el ámbito de la información cultural (específicamente la musical) que se han agudizado a lo largo de los meses recientes y que, en mi opinión, representan diversas maneras de retroceso y exclusión. Hace ya mucho tiempo que las instituciones de divulgación cultural en México no publican carteleras en ningún medio impreso, y poco o nada en los medios electrónicos abiertos, lo cual sin duda les representa un ahorro de dinero. A cambio de ello, una parte sustancial del público no se entera de la oferta cultural, a menos de que tenga los medios, el tiempo y la habilidad para estar explorando continuamente la red cibernética y las páginas (casi siempre muy malas, hostiles e incompletas) de esas instituciones. Y si uno no está en la lista de correos electrónicos de los diversos polos de divulgación, que en un país de este tamaño son (todavía) muchos, se queda fuera del circuito de información y promoción. (Esto lo afirmo a partir de frustrantes experiencias propias de primera mano.) Quienes no usan o no poseen computadora son automáticamente excluidos de esa importante información cultural. Esto representa no sólo una situación excluyente, sino una muy pobre e ineficiente política de difusión.

Cuando uno tiene la fortuna de allegarse la información cultural necesaria y se presenta en algún espacio escénico, se encuentra con la sorpresa de que ese añejo y eficaz vehículo de información cultural que era el programa de mano, dejó de existir. Entre muchos otros argumentos fácilmente discutibles que se esgrimen al respecto está el ahorro de papel, tinta, etcétera. Para el caso, que de una vez se decrete oficialmente la prohibición de imprimir libros, en aras de la austeridad. Pero no importa ¡Pulse usted el código QR y entérese de todo! Y quienes no poseen un teléfono inteligente o deciden no llevarlo a los actos culturales, ¿qué hacen? Se quedan con un palmo de narices, excluidos y en la oscuridad. A propósito de oscuridad, aquellos que sí utilizan los famosos códigos QR para obtener la información del caso, deben necesariamente mantener encendida la maldita pantalla de sus malditos celulares durante todo el concierto, obra de teatro, espectáculo de danza, etcétera, para dar seguimiento a los datos importantes del acto. Con ello, adiós a la sagrada oscuridad de la platea, y hola a la epidemia de innumerables pantallitas fulgurantes que inundan los teatros y las salas. Y como todo mundo tiene su celular encendido, ya hizo su aparición la versión grave de otra epidemia que se había iniciado tiempo atrás: los ubicuos timbres telefónicos de los patanes incontinentes que ahora estarán muy felices porque ya hay autorización oficial para tener sus aparatos siempre en vigilia durante el concierto. Esta infausta combinación de ahorros a ultranza y tecnología de punta, ¿de verdad representa un progreso en el ámbito del intercambio de información cultural?

Un asunto conexo. En un titular periodístico publicado en diversos ámbitos hacia el principio de mayo se afirmaba que se había recuperado 96 por ciento de los empleos perdidos durante el confinamiento viral, cifra altamente improbable si las hay, considerando los indicios y los datos duros. En el ámbito de la música, ese número es una mentira particularmente cruel; más bien, son 96 por ciento de los músicos ejecutantes quienes no tienen perspectivas de volver a tocar y cantar en el corto y el mediano plazos. De ello da testimonio un sondeo que realicé en estos días entre un buen número de músicos que conozco, la mayoría de los cuales están desesperados y con el agua al cuello. ¡Que se abran los estadios, pero no las salas de concierto! Hay prioridades y, sobre todo en esta ciudad capital, están muy claras.

Y, no menos importante, otro titular reciente, igualmente optimista e inverosímil que el anterior, informa que para septiembre estará abierta a 100 por ciento la economía. Me pregunto: ¿y cuándo estarán abiertas a 100 por ciento en este país la educación, la ciencia, las artes, la cultura... la música?