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José Francisco Gallardo, general del pueblo
C

omo bien señaló Luis Hernández Navarro, en artículo reciente aquí, poco importa que la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) no rehabilitara a José Francisco Gallardo Rodríguez en su grado de general brigadier del Ejército Mexicano, a pesar de haber sido amparado por diversas instancias de la justicia federal y por la Suprema Corte de Justicia de la Nación de los cargos, las averiguaciones previas y las causas penales que el alto mando esgrimió en su contra, pues, ciertamente, Gallardo ha sido, y será recordado como general del pueblo.

Tuve el honor de prologar su libro La necesidad de un ombudsman militar en México (Flores Editor, 2012), que originalmente fue su tesis de maestría en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, y que provocó la ira de la alta jerarquía del Ejército y el inicio de una persecución que llevó al general a pasar en la cárcel ocho años, tres meses, 26 días y ocho horas, del 9 de noviembre de 1993 al 7 de febrero de 2002, cuando fue liberado por decreto presidencial, en cumplimiento de la resolución 43/93 (caso 11,430), emitida por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA, el 15 de octubre de 1996.

Como expongo en ese texto, el general Gallardo tuvo la osadía de ventilar, públicamente, la posibilidad de efectuar cambios en las fuerzas armadas en un país donde lo militar era y sigue siendo, particularmente en esta Cuarta Transformación, tema tabú de la política nacional. La respuesta inmediata de la élite castrense fue pretender reducir física, moral y políticamente a quien dentro de sus filas y con una trayectoria brillante e intachable durante más de cuatro décadas de servicio, proponía nada menos que incorporar en el orden institucional la figura de un defensor para la supervisión y el escrutinio de las fuerzas armadas.

Precisamente, en la Legislatura 57 de la Cámara de Diputados, y a partir de las propuestas del general Gallardo, en ese momento en prisión, se llevó a cabo, en noviembre de 1998, un primer foro en torno a las fuerzas armadas mexicanas. En ese momento, ilusamente, se consideraba posible hacer reformas sustanciales en esta materia, tanto constitucionales, como de leyes militares, en el contexto de lo que fue, como hoy, una fracasada transición democrática del Estado mexicano.

Han pasado más de dos décadas y habiendo experimentado la alternancia en la democracia tutelada de dos gobiernos de Acción Nacional en la Presidencia de la República, un regreso del partido de la revolución institucionalizada, y ahora, el de Morena, se observa que no se ha dado dicha transición ni se han hecho reformas al respecto; incluso, está en marcha un proceso de militarización y militarismo que no tiene parangón, por las misiones, atribuciones, competencias, beneficios y presupuestos entregados a las fuerzas armadas.

El diagnóstico que se hizo en ese foro sobre las fuerzas armadas sigue vigente. Hasta ahora, no existe supervisión, ni control parlamentario, ni mecanismos de escrutinio desde la sociedad y las instituciones civiles sobre los militares, quienes se escudan en sus fueros de guerra, la secrecía que rodea el presupuesto militar y, sobre todo, en la ausencia de una revisión de su ejercicio y comprobación por una contraloría independiente de la cadena de mando; todo ello para continuar con la impunidad, opacidad y discrecionalidad con que conducen sus misiones y vida institucional, mismas que denunció el general Gallardo y en contra de lo que luchó hasta el fin de su accidentada vida.

El general Gallardo representa, con la dignidad y el decoro con los que sobrellevó los consejos de guerra, la prisión, las agresiones y amenazas contra él y su familia, las campañas de desprestigio, a ese sector que dentro de las fuerzas armadas mexicanas se apega a la Constitución y sus leyes, y toma en serio el pacto de honor, de lealtad institucional y de compromiso moral con la patria.

Los datos autobiográficos que incluye en la introducción de su libro, narrados con un subyugante y fresco estilo, contienen un alto valor testimonial sobre cómo se va forjando un carácter y un destino desde el Colegio Militar, hasta los cuarteles y las guarniciones, enfrentado a una esquizofrénica contradicción entre la retórica de los valores y el patriotismo del cadete, y la práctica cotidiana de violencia, corrupción y ruptura de la propia disciplina y los códigos militares.

Con la misma entrega, seriedad y entusiasmo con los que se distinguió en la vida militar, condecorado Por servicios especiales, que lo llevó a ser uno de los más jóvenes en alcanzar el generalato, Gallardo obtuvo el grado máximo académico en la UNAM, con las mejores calificaciones, menciones honoríficas y recomendación de publicación, en tiempo récord. Recordemos al amigo, al colega, al compañero de lucha, al militar digno al servicio de la nación-pueblo.