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A propósito de nada
O

tro de los rumores que me llegaron desde un principio era que los hermanos de Mia habían agredido sexualmente a las hermosas hermanas Farrow cuando estaban creciendo. El Farrow que en este momento cumple una pena de cárcel por abuso infantil ha declarado que su padre había abusado de él y muy probablemente de sus hermanos. Según declaró Moses, Mia le contó que había sido víctima de un intento de abuso en el seno de su propia familia. El padre de Mia tenía reputación de ser un marido infiel. La propia Mia me comentó que lo había cachado in fraganti con una famosa actriz de cine. Mia tenía tres hermosas hermanas y tres hermanos. Uno murió a los mandos de un avión. Otro se suicidó con un arma de fuego. El tercero fue declarado culpable de abusos sexuales a niños y enviado a la cárcel.

De acuerdo, sé lo que están pensando: ¿qué clase de idiota soy? Dado el perfil que acabo de describir, ¿cómo es que no me largué de allí, fingí mi propia muerte y empecé de nuevo en una situación menos proclive a la combustión emocional? No tengo respuesta. Sólo sé que una personalidad encantadora y unos grandes ojos azules pueden lanzar mil barcos a la mar. De modo que allí estaba yo, deslumbrado por esa actriz brillante, poseedora de una punim, una cara, que era para morirse, dejando en sus manos mi pequeño órgano de cuatro cámaras y maravillándome de lo asombroso que era que Mia hubiera podido escapar ilesa de toda esa locura familiar. Fuera cual fuera el esfuerzo que le costara controlarse, disimular, funcionar en sociedad y mostrarse encantadora, no había duda del gran talento interpretativo que había detrás de todo eso.

Sus hijos eran educados y corteses. No decían ni pío. Yo me llevaba bien con todos, aunque Soon-Yi me parecía un poco hosca. En particular me gustaba Moses, un niño pequeño, medio coreano, que usaba anteojos de montura negra. No fue hasta mucho después cuando, leyendo el relato de Moses sobre lo que había sido criarse en esa casa, así como las tristes historias de Soon-Yi, me enteré de cómo Mia los disciplinaba a todos sicológica y físicamente hasta volverlos sumisos y obedientes.

Foto
▲ El cineasta, fotografiado por Diane Keaton.

Por ejemplo, según escribe Moses: Yo fui testigo de cómo a algunos de mis hermanos, algunos de ellos ciegos o físicamente impedidos, los arrastraba por las escaleras, los arrojaba dentro de un dormitorio o un armario y luego cerraba la puerta desde fuera. Incluso llegó a encerrar a mi hermano Thaddeus, parapléjico por la polio, en un cobertizo exterior toda la noche como castigo por una falta menor. Mia, desde luego, lo niega todo, pero Judy Hollister y Sandy Boluch, dos mujeres que trabajaban en su casa en esa época, han corroborado ese testimonio punto por punto. (El relato de Moses es devastador y les aconsejo que lean su blog ustedes mismos.)

En esa época Moses era Mischa, pero un día, durante un partido de baloncesto en el que jugaba el gran Moses Malone, Mia se enamoró del nombre y se lo cambió a su hijo. Yo no puse objeciones al cambio porque me encantaba el nombre Moses y Mischa no me gustaba tanto. A Mia siempre le gustó cambiar nombres. Cambió el de Dylan primero por Eliza y luego por Malone e intentó cambiar el de Soon-Yi por Gigi, pero Soon-Yi no lo aceptó. Ronan primero fue Satchel, luego Harmon, luego Seamus y finalmente Ronan. Yo, por mi parte, siempre tendí a bautizar a los niños en honor de mis héroes afroamericanos. Cuando Ronan nació, le puse el nombre de Satchel por Satchel Paige. A las dos niñas que adopté con Soon-Yi las bauticé como Bechet, en honor al gran virtuoso del jazz Sidney Bechet, y Manzie, por su batería, Manzie Johnson. Con los años he recibido algunas críticas respecto al hecho de que no hay actores afroamericanos en mis películas.

*Fragmento de la autobiografía A propósito de nada, de Woody Allen, que reproducimos con la autorización de Alianza Editorial