Opinión
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El SNI no cayó del cielo
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odo comenzó en una reunión de la Junta de Gobierno del Instituto Mora, cuando Eugenia Meyer, a la sazón su directora, aparte de hacer un excelente trabajo como tal, después de que esta institución había andado con más pena que gloria durante años, dicho cónclave gozaba al terminar de una excelente tertulia.

El presidente de la misma era ni más ni menos que el secretario de Educación Pública, Jesús Reyes Heroles, cuya gestión fue breve pero insuperada. Estaba también, con aires de Tabasco, su gobernador, Enrique González Pedrero, y dos historiadores jaliscienses: el acucioso Moisés González Navarro y el suscrito. También nos acompañaba, muy formal como siempre, María de los Ángeles Moreno.

Éstos éramos los más asiduos, incluyendo, claro, a la doctora Meyer. De otros esporádicos no me acuerdo…

Una tarde, en el cotarro ulterior a los asuntos a tratar se recordó que había sido durante el gobierno de Luis Echeverría cuando, en diversas instituciones educativas oficiales nacionales, se había establecido la figura del investigador de tiempo completo que tanto bien ha hecho a las ciencias mexicanas. Pero también hablamos del daño causado por quienes gozan de dicho nombramiento y son otra cosa que vulgares aviadores.

Don Jesús escuchó mucho esa vez y se despidió diciendo que le habíamos dado una idea… misma que desarrolló a fondo en la siguiente sesión. Se trataba en esencia de darle una lana extra a los investigadores cumplidos… Recuérdese que la inflación era tal que si se les incrementaba el sueldo en atención tan sólo a los contratos colectivos, en dos o tres años quienes no tuvieran una ayuda extra de lo que llamó Sistema Nacional de Investigadores (SNI), que sería avalada por pares distinguidos, tendrían que buscarse otro empleo…

Toda la parafernalia necesaria de niveles y requisitos ya estaba bien especificada. Se trataba de fomentar la investigación y permitir, para no alejar a los becados de la docencia, que impartieran un máximo de seis horas semanales de clase. Es decir: el sistema acogería investigadores, no a profesores.

Lo que sí falló, a causa de la muerte de Don Jesús, es que las aspiraciones de su sucesor le impidieron limpiar la casa de vagos para no tener problemas. Por otro lado, las instituciones dedicadas especialmente a la docencia, fuesen públicas y privadas, quedaban fuera del juego, aunque podían contratar por horas a miembros del sistema.

Así funcionó hasta que se hizo sentir el poder de la IP y se alteró de raíz la idea primigenia: ahora la docencia era obligatoria y, por lo tanto, tendrían acceso al SNI los profes de instituciones privadas, convirtiéndose así en un subsidio a la educación particular, pues tales ingresos no fueron además de… sino en vez de…

Ahora que Conacyt pretende regresar al SNI a su cauce original para reavivar la investigación mexicana, deja sin posibilidades de pertenecer a él a los profes de escuelas privadas y a éstas les crea la obligación de prescindir de algunas ganancias económicas o de algunos colaboradores destacados.

Dicho de otra manera, ya no podrán saludar con sombrero ajeno o deberán abrir la posibilidad de que en sus casas haya verdaderos investigadores y no lo que tienen mayormente ahora, salvo excepciones, que se dediquen a la investigación de manera muy tangencial.