"La Jornada del Campo"
Número 161 Suplemento Informativo de La Jornada Directora General: Carmen Lira Saade Director Fundador: Carlos Payán Velver
Lactancia materna y partería

Lactancia materna y vinculación afectiva

Javier Antonio Cabada Seañez Psicólogo clínicoMarcela Hernández Terrazas psicoterapeuta infantil [email protected]

En la vida lo afectivo es lo efectivo:

Luis Lara Tapia, parafraseando a Henry Wallon

La sociedad mexicana, decía el doctor Luis Lara Tapia, tiene mucha madre y muy poco padre. Por ello me advirtió hace largos años que al sacar a la madre del hogar desmadraríamos a la familia, en el sentido coloquial, sociológico y psicológico de la palabra.

Así parece ser que ocurrió, al irse devaluando el rol del ama de casa y madre de familia. Al incorporarse a la actividad productiva, la mujer buscaba emancipación económica, autonomía y autorrealización…, al menos eso creía. En los hechos se topó con una realidad muy distante: encontró sobrecarga de trabajo, ya que agregó al doméstico el de su empleo. Además, el fenómeno del abandono y explotación del cónyuge se agravó y pareciera también que hoy día sufre de mayor maltrato y violencia.

El varón mexicano no ha sido solidario con su pareja, que en efecto le apoya. Ciertas formas de violencia sutil aparecieron y, como ocurre en la mayoría de las estructuras sociales, los actores en quienes más repercute la disfuncionalidad son los niños. Es perfectamente comprensible que, en la dinámica actual, sea difícil que un proceso tan vital para el desarrollo como la lactancia y sus periodos no se vea afectado. Aún no comprendemos ni valoramos sus repercusiones.

Al momento del nacimiento, la corteza cerebral no se ha desarrollado plenamente y la mayoría de las funciones nerviosas son reguladas por el sistema límbico, cuya función primordial es protegernos. Para ello requiere de neurotransmisores, sustancias químicas que activan el funcionamiento neuronal: la serotonina y la dopamina. La primera nos alerta y aleja del peligro; actividad que se refleja en el llanto del neonato y que se dispara con el trauma del nacimiento, que implica una nalgada y la llegada súbita de oxígeno a los pulmones. La segunda nos acerca y gratifica con lo tranquilizante y lo placentero, y se dispara con el acunamiento que ofrece la madre, pues el bebé reconoce su frecuencia cardiaca, y con la lactancia al ser alimentado con el pecho materno.

Como vemos, la estabilidad emocional humana se construye inicialmente con este proceso: abrazar y amamantar. El psicólogo francés Henry Wallon señalaba que lo primero que debe aprender el humano para su ulterior desarrollo apropiado es que las cosas permanecen; esto lo logra debido al constante contacto con el seno materno en un inicio y con el rostro de la madre, posteriormente. Estas condiciones son necesarias para el establecimiento del equilibrio emocional y la génesis de la vinculación afectiva, condición necesaria para la apropiada socialización.

Y es que mediante la socialización nos vinculamos a otros formando agrupaciones humanas, donde se van desarrollando patrones afectivos para mantener unido al grupo. Únicamente por medio de este proceso puede el hombre garantizar no sólo su subsistencia, sino también la sobrevivencia de la especie. El ser humano, estructuralmente débil, requiere de mucho tiempo para lograr su autonomía funcional (tarda alrededor de tres años en dominar apropiadamente su motricidad; su dentadura madura hasta los seis años).

Es parte de este proceso: a través de la vinculación afectiva, la madre cuidó al hijo y el padre cuidó a la madre, y a través de ella, el hombre buscó a su compañera y la mujer al compañero. Este impulso natural a relacionarse con otros –impulso generado gracias a la lactancia materna– nos hace fuertes como especie.

Hoy día más de 70% de nuestros bebés no son amamantados. En su lugar son alimentados con leche de fórmula, que en su mayoría contiene lactosa (azúcar natural que se encuentra en la leche) y otros azucares; ácidos grasos normalmente procedentes del aceite de pescado; vitaminas y minerales de origen vegetal y animal. De las más de mil proteínas que existen en la leche materna, la de fórmula tiende a reducirlas a una o dos; además, el tamaño molecular de la leche de vaca –la usada en general como base para las fórmulas– es significativamente mayor que el de la materna, lo cual causa leves fisuras en el intestino del bebé que originarán futuros males gastrointestinales.

Debemos agregar los problemas metabólicos y nutricios, que dan como resultado un país de obesos, condición reforzada por el destete temprano: a la tercera parte de los niños amamantados se les deja de ofrecer esta fuente de alimento al año de vida, sumiéndolos en su primera crisis.

Varios autores de diversas corrientes contemporáneas en psicología coinciden en que es necesario investigar mucho más acerca del perjuicio emocional y nutricio que ocasionan las leches de fórmula y el destete temprano.•