Cultura
Ver día anteriorLunes 18 de enero de 2021Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
Antes de Lollapalooza y Coachella existió Desolation Center; su historia ya está disponible en línea
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Lunes 18 de enero de 2021, p. 8

En el documental Desolation Center, disponible con subtítulos en español en la plataforma Vimeo, Stuart Sweeney aborda su historia de promotor de conciertos entre 1983 y 1986.

Sweeney produjo alguno de los conciertos más interesantes de los años 80, inspirado por el espíritu informal de los antros y repelido por el formulismo de los clubes.

Antes de ser subvencionado y multado por el gobierno de Estados Unidos, Sweeney fue un adolescente más en la escena punk en Los Ángeles: “Nunca fui a conciertos grandes en secundaria, sólo a presentaciones punks. Uno de los que recuerdo es en el Elk’s Lodge, a beneficio para El Masque, un club muy importante, uno de los primeros de esa época en Hollywood Bulevar; tocaron X, The Plugz, The Go-Gos, The Screamers.

Fui a conciertos en el Hong Kong Cafe y también en lugares como el Whisky. Los sitios menos convencionales me inspiraron; otro se llamaba Brave Dog, detrás de un famoso local abierto las 24 horas, el Atomic, que tenía una rocola punk. Brave Dog era para todas las edades y ahí vi grupos como Christian Death y Nervous Gender.

Sweeney explica cómo varios acontecimientos se precipitaron para empezar sus conciertos en el desierto, que, aunque presenciados por unos cientos de personas, dejarían una huella indeleble en la cultura underground, aunque eso no parece ser lo importante: “La tradición de The Doors había desaparecido, pero emergió una nueva escena, así que yo quería hacer mi parte.

Cuando empecé (el festival) Desolation Center lo mantuve alejado de Hollywood Bulevar; quise mudarme a espacios poco habitados pero dentro de la ciudad. Pasaron varias cosas: por un lado, la música de gente cercana, como Savage Republic, que se convirtió en más cinemática, experimental, por lo que un club pequeño no era el lugar más adecuado para su propuesta. Además, el jefe de policía era racista y fascista y cerraban los conciertos, incluso si se hacían en lugares abandonados en áreas de la periferia.

Luego, Sweeney tuvo una epifanía durante un viaje por el desierto, de Los Ángeles a Sonora, con un amigo y escuchando a Jah Wobble: tuve la idea de hacer un concierto en ese paisaje.

En el documental, Sweeney no sobredimensiona el efecto de los conciertos que organizó; es decir, fue cuidadoso de no prestarse del todo al estilo predominante en el que cualquier aventura musical se valida con la aprobación de un público masivo, pero, por razones obvias, el director marcó las implicaciones que sus pequeños espectáculos tuvieron en el futuro de algunos encuentros masivos.

“Quería contar una historia pequeña y personal que luego tuvo una importancia más grande, pero que no fue intencional. A lo largo de los años me llamó la atención que se recordaran algunos de estos conciertos, en particular el de Meat Puppets y Minutemen, o Einstürzende Neubauten.

Fue una experiencia significativa para los participantes, pero quería dar una idea de lo que era nuestra vida entonces, dentro de una escena de un par de cientos de personas, viviendo, sin tratar de ser parte de la maquinaria pop tan predominante en el mundo, pero sobre todo aquí en Los Ángeles. Nos oponíamos a eso; a su vez, era importante remarcar que para Perry Farrell, quien formó parte del primer Coachella y creó Lollapalooza, estos recitales fueron formativos.

Existe una diferencia crucial entre un muy buen grupo que toca en una noche promedio y un muy buen grupo en estado de gracia. Lo que se ve y escucha de Sonic Youth mientras toca en el desierto, bautizado como Jila Monster Jamboree, es lo segundo, algo combina bien entre el disco que presentaban entonces, Death Valley 69, y el aire libre nocturno del desierto.

Todo suena como si pudiera terminar en cualquier momento y eso beneficia al resultado final. Si Sonic Youth sonó adecuado en el desierto, con sus letras donde equiparaban los asesinatos cometidos por Charles Manson con la era Reagan, recreando un mito definitorio en el imaginario pop, Einstürzende Neubauten se escuchaban como lucían, alienígenas teutones industriales.

El único elemento en Neubauten que remitió al rocanrol fue su energía ciega y primordial como elemento hipnotizador; el resto fue el ruido del acero chirriante, sonidos fuera de lo conocido hasta ese momento.