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Infancia y sociedad

Gobiernos inmorales, pueblos enfermos

P

or lo menos desde hace cinco décadas, el mensaje implícito, pero cada vez más claro, de la clase política para los mexicanos es: El poder todo lo puede, el que tiene dinero tiene poder y está por encima de la ley. La vida de los pobres no vale nada. Así el pueblo –que no es del todo bueno ni sabio–, también se ha corrompido: se persigna ante sus santos y ¡a matar, a robar, a violar!… y tantos otros horrores que tienen a toda la sociedad enferma y desolada. Mucha sangre, mucho crimen, fosas clandestinas, desaparecidos, mujeres y niñas violadas y asesinadas; niños torturados y descuartizados. No sé si existe otra sociedad en el mundo donde la sangre y la muerte sean tan cotidianas desde hace tanto tiempo y en la que uno se despierte casi a diario con otra noticia de horror. Hay mucho odio y rencor en nuestros asesinos de la calle, que no se conforman con robar el celular o el auto, sino que además necesitan matar al dueño con saña y a veces se dan el gusto de tirarlo a la basura… como los gobiernos los han arrojado a ellos.

(Lacaniana: La violencia es una voz que no encuentra estructura en la palabra).

Al igual que hacen muchos políticos, una parte importante del pueblo ha decidido vender el alma al diablo, y ese mal no se cura con catecismos, sino con la aplicación rápida y transparente de la justicia, de las leyes. No hay mejor guía moral para recomponer éticamente a nuestra sociedad que el conjunto de leyes que supuestamente norman nuestra vida como sociedad. Así lo subrayó el constitucionalista Jorge Carpizo alguna vez: “… y la vida (de la sociedad) sólo se entiende con definiciones y decisiones”.

La conciencia moral no se construye con manuales. Hay que diferenciar la ética de la moral y de la moralina. La única terapia efectiva para víctimas y victimarios es acabar con la impunidad. Maquiavelo argumentaba que “la simulación o disimulación sirven al Príncipe para confundir la cabeza de los hombres con patrañas y hacer que se crean sus engaños”. Toda moralina es simulación que enferma y corrompe más al pueblo mexicano. Por su salud mental, desde pequeñitos enseñemos a los niños a rechazar las simulaciones y a no tenerle miedo a la verdad. No más sangre, no más impunidad. Merecemos un sistema ejemplar de justicia y gobiernos decentes y verdaderos.