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Protesta del público frustra el regreso de Ramón Vargas al Teatro Real de Madrid
Corresponsal
Periódico La Jornada
Lunes 21 de septiembre de 2020, p. 7

Madrid. Se apagaron las luces, entró el director musical, el italiano Nicola Luisotti, cuando una veintena de personas, situada en el anfiteatro, empezó a gritar sin tregua suspensión y seguridad. La protesta, que duró más de una hora, provocó la primera cancelación de una función en la historia del Teatro Real, que además coincidía con el rencuentro del tenor mexicano Ramón Vargas con el público madrileño, en el papel de Riccardo, en Un ballo in maschera, de Giuseppe Verdi.

Me siento muy frustrado; este ataque orquestado al Teatro Real puede hacer mucho daño a la institución, señaló el artista mexicano minutos después de la cancelación en entrevista con La Jornada.

El Teatro Real informó que para esta función se habían vendido 905 entradas, lo que supone menos de 50 por ciento del aforo, con lo que se habían respetado a rajatabla las medidas sanitarias impuestas por las autoridades públicas para evitar la propagación del Covid-19. También había geles hidroalcohólicos en todo el edificio, la entrada del público se hizo de forma escalonada y por distintas puertas para evitar concentraciones. Asimismo, tanto el público como los trabajadores del teatro, tenían la mascarilla de seguridad puesta todo el tiempo.

Sin embargo, cuando la orquesta –también separada por la distancia de seguridad y con mamparas de metacrilato para evitar contagios– salió, una veintena de personas irrumpió en gritos, aplausos sin cesar, silbidos y pataleos para impedir que se celebrara la función. Así estuvieron durante media hora, hasta que los responsables del Teatro Real ofrecieron devolver el dinero de sus entradas si no estaban conformes con las medidas de seguridad. Algunos lo hicieron, pero alrededor de 10 personas decidieron quedarse para continuar con la protesta e impedir que se celebrara la función.

Su reclamo era que en la zona en la que se encontraban, el anfiteatro, también conocido como el gallinero, había una concentración de público más grande que en el patio de butacas, donde se encuentran los asientos más caros y donde había más distancia de seguridad que arriba, como denunciaron en varias fotografías que difundieron por las redes sociales.

Tras media hora de discusiones encendidas con los acomodadores llegó un grupo de policías, de refuerzo al servicio de seguridad del Teatro Real, sobre todo porque gran parte del público empezó a reclamar a los que protestaban que permitieran que se celebrara la función, que respetaran el trabajo de los artistas y al público que quería que se levantara el telón.

Una hora después volvió a entrar el director musical, pero la obertura se mezclaba con gritos y pataletas, y así lo mantuvieron en la primera intervención del coro.

Cuando el tenor Ramón Vargas entró al escenario y estaba a punto de cantar, se calló en espera de silencio, pero no lo logró. El público en favor de que se celebrara la función irrumpió en un aplauso cerrado y le gritó palabras de ánimo para que continuara. Así lo hizo e interpretó la primera aria del tenor, La cavatina, la cual finalizó en medio de la bulla. Segundos después el director de orquesta se puso la mascarilla y dijo, por segunda vez en la noche, que así no se podía celebrar la función. El Teatro Real anunció por megafonía que se suspendía la presentación.

Vargas salió del escenario con algunos compañeros que lo abrazaron al verlo muy afectado por la situación. Así lo contó minutos después a La Jornada: “Siento mucha frustración porque parece organizado. Entiendo la inconformidad en el inicio, pero se habló con la gente; sin embargo, había un grupo que tengo la impresión que quería fastidiar al Teatro Real. Me parece que es porque es el único teatro del mundo que está haciendo las cosas de manera impecable y a alguien o a algunos no les gusta esto.

Cuando entré en escena me costó arrancar porque quería pedirles que respetaran nuestro trabajo, y que si no estaban contentos que se fueran y regresaran a otra función. Sobre todo porque la mayoría de la gente sí quería seguir, también porque me preocupa lo que pueda suponer esto para el Teatro Real, que está haciendo las cosas de manera impecable.

Explicó que nunca había vivido nada parecido en su carrera, si acaso en La Scala de Milán, una vez que la orquesta se negó a tocar por una huelga.