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Traducir, divino tesoro
R

econozco que no hay mejor título para un libro de 12 traducciones que el de XII Traducciones, por más que al tratarse del libro de traducciones que tengo en mis manos, el título XII Traducciones me parezca sobrio en exceso. Sucede que simultáneamente reconozco que tiendo a exaltarme cuando algo me impresiona y me emociona, y que tal vez incluso me impresione y me emocione más cuando es un libro lo que incita mi exaltación, como en este caso en particular ha conseguido hacer un libro de traducciones, pues en sí el tema de la traducción me exalta. Quiero decir que XII Traducciones me exaltó, me impresionó y me emocionó, desde el momento en que Francisco Segovia lo hizo llegar a mis manos.

XII Traducciones recopila 12 traducciones de un mismo poema, traducido por 12 diferentes traductores, poetas en sí mismos, ellos mismos fascinados ante el doble desafío, tanto el de traducir lo mejor posible el poema que Segovia, él mismo recopilador, autor y traductor, les sometió a traducir, como el desafío de traducir nada menos que el poema que desató el proyecto de libro de traducciones de Segovia, el desafío que originó la prácticamente original idea de Segovia de recopilar 12 traducciones de manos de un conjunto de 12 traductores selectos, desafiados a traducir nada menos que Her Triumph, poema nada menos que de William Butler Yeats, poeta.

Los 12 traductores de las 12 traducciones en XII Traducciones son, además de Francisco Segovia, Juan Tovar, Elsa Cross, Pedro Serrano, Mónica Mansour, Tedi López Mills, Pura López Colomé, Hernán Bravo Varela, María Baranda, Juan Carlos Calvillo, Alfonso D’Aquino y, finalmente, Argel Corpus.

A mi exaltación han llamado tanto las traducciones como la edición de XII Traducciones, del Taller Martín Pescador, fechada el 10 de diciembre de 2019, ediciones hechas a mano, exclusivamente para los 63 suscriptores del Taller Martín Pescador. De igual modo, me exaltó la precisa presentación que Segovia hace del proyecto, así como me exaltaron, tanto cada una de las 12 traducciones de Her Triumph, como los comentarios con los que algunos de los 12 traductores acompañan su propia traducción de Her Triumph. Por ejemplo, no contenta con una sola traducción, Pura López Colomé somete tres versiones, que señalan puntillosamente los diferentes matices de intención y de significado que puede tener una misma palabra.

Comprendo muy bien que un poeta, que además es traductor, busque hasta agotar las posibilidades de traducción que le propone un poema. Entre otras razones que valorizan y justifican su preocupación y su esmero está, sin duda, la de esperar, la de suponer, que el traductor de sus propios poemas agotara, igual que él, las posibilidades de traducción que le propusiera el poema que traduce del traductor en cuestión, traducible también.

Este razonamiento, además, contribuye a que el poeta traductor y traducible se esmere y se preocupe hasta agotar las posibilidades de traducción que le debería proponer el poema que escribe. Es decir, el poeta traductor y traducible debe, a su vez, saber con exactitud qué términos elegir en el poema que escribe, al contemplar las posibilidades de traducción que su propio poema le plantearía al traductor de su poema. Precisión de sentido en el poema que escribe, para evitar cualquier confusión de sentido que el poema que escribe podría plantear a su traductor.

Aun cuando yo no soy poeta, sé muy bien, como lectora de poesía, que no todo en un poema es el sentido. El poema está hecho de sentido y, además, en igual nivel, de sonido. Matiz, el que señalo, que, en lugar de facilitar la tarea del mejor de los traductores posibles, la dificulta.

Mientras la traducción es un oficio esencial en la historia de la civilización, es innegable que, aparte de esencial, es un oficio enredado, por lo que hace a la historia de la civilización, para abordar con paciencia y con conocimiento.