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El tenor mexicano Ramón Vargas vuelve al Teatro Real después de dos décadas

El confinamiento ha sido muy duro, expresó en charla con La Jornada // No volverá a dirigir la Compañía Nacional de Ópera, reconoció

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▲ Imágenes del prestreno de Un ballo in maschera, en el Teatro Real. Ramón Vargas, en el papel de Riccardo, y una vista general del público.Foto Javier del Real/Teatro Real
Corresponsal
Periódico La Jornada
Domingo 20 de septiembre de 2020, p. 2

Madrid. Ramón Vargas, uno de los grandes tenores mexicanos de las décadas recientes, vivió momentos duros, muy duros, durante el confinamiento por la pandemia del Covid-19; no sólo por ver la derrama trágica que generaba en el mundo, sino porque también iba dejando sin poder ejercer su vocación a miles de músicos y artistas. Por eso celebra con efusividad su regreso a Madrid, al Teatro Real, este domingo, después de 21 años, para interpretar el papel de Riccardo en Un ballo in maschera.

El tenor mexicano, a sus 60 años, y más de 37 de carrera en los escenarios más prestigiosos del planeta, reconoce que está emocionado de volver a subirse a un escenario y cantar delante del público. Algo que se daba por sentado hace sólo unos meses y que tras el estallido de la pandemia se ha convertido en una excepción en el mundo. De los pocos teatros de ópera que han logrado abrir de nuevo está el Teatro Real, que mantiene las restricciones sanitarias impuestas por las autoridades y que incluso adapta la dirección escénica para evitar el contacto entre artistas. Un reto difícil, pero que de momento se ha saldado con cero contagios en más de 20 representaciones desde la reanudación de las actividades.

Vargas explicó en entrevista con La Jornada que es un privilegio volver al escenario y más con un personaje como Riccardo y una ópera de Verdi, que calificó de el mejor compositor de ópera que ha existido. Hizo 27 óperas, de las cuales 20 son obras maestras, así que no creo que haya nadie que lo pueda superar.

De su regreso al Teatro Real, explicó que cuando debutó en 1999 fue por una sustitución de Alfredo Kraus, que ya estaba muy enfermo. Desafortunadamente, falleció menos de un año después. Fue muy arriesgado, porque don Alfredo Kraus era un cantante muy amado y respetado. Hubo quien dijo que debieron cancelar las funciones en su honor. Pero yo simplemente dije que era su admirador y que de alguna forma le venía a rendir un homenaje. La cosa salió bien, fue difícil, pero pasaron muchos años y por una u otra razón nunca más regresé a Madrid, así que ahora tengo la oportunidad de rencontrarme con este público.

Vargas explicó su experiencia durante el confinamiento: “Hay que ser precavidos, pero no miedosos, mucho más en medio de esta pesadilla que está fulminado las vidas de tantas personas y los trabajos de otras más. Tengo muchos amigos que me dicen que han tenido que dedicarse a otras cosas y dejar de cantar, porque les han cancelado contratos para los próximos dos años. El arte siempre ha sido el último vagón del tren, y ahora lo estamos evidenciando; además, en una época en la que hemos visto cómo el confinamiento sin arte hubiera sido un desastre, sin películas, sin óperas, sin música, sin literatura. Nos hicieron la mejor compañía. Somos necesarios, pero estamos olvidados.

“Es una situación difícil porque los cantantes estamos sin trabajo, también los artistas escénicos. A los que están en una orquesta o en un coro de fijo, por lo menos les pagan. Nosotros estamos indefensos, sin nada. A lo mejor hay algunos artistas que tienen ingresos muy superiores que pueden aguantar, pero la mayoría de nosotros vivimos de nuestro trabajo, vivimos bien, pero no somos ricos. Es angustiante.

Mi experiencia en el confinamiento fue muy dura. Yo estaba en Los Ángeles y me cancelaron la última función del Roberto Devereux. Así que primero fue complicado llegar hasta Viena y reunir ahí a toda mi familia. Ahí nos pasamos los cuatro encerrados; hubo una época en la que me sentía muy mal y hasta pensé que me había contagiado. Pero me hice las pruebas y no fue así. Tenía dolor de huesos, me dolía la cabeza, tenía un cansancio terrible, así que decidí aislarme en mi estudio para evitar contagios. El caso es que no me dio, explicó.

Vargas reconoció que el personaje que le hubiera gustado mucho cantar durante su carrera es Otello, que el que más felicidad le ha dado en un escenario es Nemorino, de El elixir de amor, pero que el que más le gusta por sus cualidades humanas es Edgardo, de Lucía de Lammermoor.

En México hay talento pero pocas escuelas

Sobre la situación de la ópera en México, Vargas explicó que hay mucho talento, pero existe una tradición joven y pocas escuelas, aunque se ha mejorado mucho en los años recientes, de verdad, mediante las instituciones públicas y gente que ha aportado para que se preparen los cantantes, pues no sólo hace falta tener voz, sino que hay que convertirla en cantante.

Sobre su experiencia como director de la Compañía Nacional de Ópera, que ejerció entre 2013 y 2015, Vargas explicó que fue díficil. Señaló los que son, a su juicio, los grandes lastres que combatir: El problema de Bellas Artes es que es el único teatro de una gran capital en el mundo que no es estrictamente de ópera, sino multifuncional. Es una institución que representa lo más granado de las artes, que se convirtió en un recinto sagrado en el que todo mundo quiere estar. Entonces hacen desde reuniones de arquitectura, filosofía, literatura, charlas hasta de políticos o artistas pop. Ha servido hasta de funeraria. Eso hace que los espacios estén ocupados siempre y que no haya otros para ensayar, y si quieres hacer una producción hermosa, sencillamente no puedes. Además, hay cinco sindicatos y cada uno quiere lo suyo. Así que no creo que vuelva a Bellas Artes, lo veo muy difícil porque no hay cómo remediarlo. A lo mejor en otro país sí, porque creo que tengo experiencia que dar.