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Filarmónica de NY toca en la calle
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Es un regalo del cielo, dice una espectadora en un concierto en la calle realizado por la Filarmónica de NY.Foto Afp
 
Periódico La Jornada
Lunes 7 de septiembre de 2020, p. 8

Nueva York., El sonido de las cuerdas se eleva el viernes por la noche desde un pequeño triángulo verde en el centro del distrito de Brooklyn, viene de los instrumentos de los músicos de la Orquesta Filarmónica de Nueva York, lejos de su habitual sede en el Lincoln Center de Manhattan.

Con la temporada de otoño cancelada y la sala cerrada debido al coronavirus, Quan Ge, Cong Wu y sus violines actúan frente a la furgoneta de la orquesta, que acertadamente se llama Bandwagon, un juego de palabras entre tren en marcha y vehículo de la orquesta.

La filarmónica eligió ese nuevo formato, que presentará tres veces al día los viernes, sábados y domingos hasta mediados de octubre, para encontrarse con los neoyorquinos en las calles.

Algunos pasan sin ver, pero otros se detienen a escuchar estas melodías que se mezclan con los ruidos de la ciudad, como la bocina de un camión cuyo tono coincide milagrosamente con la canción.

Es como si la ciudad fuera nuestra orquesta y nosotros los solis-tas, se maravilla Anthony Roth Costanzo, cantante de ópera y productor de esta serie de miniconciertos pop-up, que se apoderan de los cuatro rincones de la metrópoli sin anunciarse de antemano.

En este periodo de pandemia, de cambio social, estamos explorando nuevas formas para entrar en contacto con la gente, explica el contra-tenor. “Tenemos que reinventar las formas de ir a los conciertos.

No se trata sólo de que la gente venga a nuestra casa, a nuestro local; se trata de presentarnos al mundo y mostrar lo que la música puede hacer, añade.

Además del lugar, la orquesta filarmónica más antigua de Estados Unidos (178 años) ha ampliado su repertorio para atraer público.

En el pequeño jardín de Brooklyn, a pocos metros de la Academia de Música de Brooklyn, los músicos, utilizando cubrebocas y separados como mandan los protocolos sanitarios, terminan con la balada Somewhere del musical West Side Story.

Los miembros de la banda cambiaron su sobria indumentaria de la sala de conciertos por camisetas y gafas de sol y animan al público a acercarse e incluso a bailar.

Anthony Roth Costanzo está a cargo de la animación entre canciones, con un micrófono en mano desde la parte trasera de la camioneta.

Conductores bajan las ventanillas para escuchar algunas notas de un arreglo de cuerdas del himno tributo de Nueva York Empire State of Mind (segunda parte) de Alicia Keys.

¡Te amo!, grita Lorri, una mujer con lágrimas en los ojos después de la seria interpretación de Lachrimae Pavan. Me conmovió, dice poco después, emocionada por este concierto que para ella es un regalo del cielo.

Desde el comienzo de la pandemia y el cierre de la mayoría de las salas de espectáculos en Estados Unidos, los conciertos virtuales se han multiplicado en un intento por llenar el vacío.

Pero no es lo mismo; la música es la comunicación y necesitamos un escenario, expresa Cong Wu.

La filarmónica mantiene en secreto la ubicación de sus actuaciones para evitar agrlomeraciones. Pero incluso frente a pocas docenas de espectadores elegidos al azar, no todos ellos amantes de la música clásica, con la debida distancia es agradable sentir la energía de la gente, se regocija el violinista.

Hubo un momento al final, cuan-do los violines se callaron, en el que hubo un silencio perfecto, del tipo que se escucha en una sala de conciertos, concluyó Anthony Roth.