Opinión
Ver día anteriorMiércoles 12 de agosto de 2020Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Isocronías

Cuatro cuentos Zen *

M

atsudaira Izu no kami, jactancioso, dijo al maestro Mizuno Kenmotsu: ¿Así es de que tú eres el maestro? ¡Es una vergüenza que seas de tan baja estatura! Kenmotsu le respondió: Tienes razón. Muchas veces, en este mundo, las cosas no son como uno las desea. Por ejemplo: para cumplir tu deseo de que yo sea más alto, en este momento, con un golpe de mi katana podría cortarte la cabeza y, una vez que ésta se encontrara a mis pies, yo estaría más alto que tú. Pero me imagino, y has de estar de acuerdo, que no deseas que todo se te cumpla, ¿verdad? Matsudaira enmudeció de miedo.

***

Durante la época Meiyi, el maestro Nan-in recibió a un profesor universitario que quería aprender Zen. Nan-in le sirvió té al profesor pero, después de que la taza se había llenado, seguía derramando el té. El profesor universitario le dijo a Nan-in: La taza ya está llena, ¡ya no le cabe más té! El maestro respondió: Al igual que la taza, tú estás lleno de prejuicios y especulaciones; no puedo enseñarte el Zen hasta que vacíes tu taza.

***

El monje Shinyo fue encarcelado y liberado en siete ocasiones. Cada vez que cumplía su condena y lo dejaban libre, él se dedicaba a robar y luego se entregaba para ser encarcelado, lo cual le permitía enseñar el Zen a los reclusos. Esta labor del monje llegó a tener importantes frutos pues, durante su última condena, no sólo había convertido a todos los prisioneros, sino que los había ordenado monjes. Después de esto los guardias, perturbados, no sabían qué hacer teniendo la cárcel llena de monjes y, por fin, decidieron dejarlos en libertad.

***

Un poco antes de que Ninakawa terminara sus estudios Zen, y estando a punto de partir, el maestro Ikkyu fue a visitarlo y le preguntó: ¿Quieres que te conduzca? Ninakawa respondió altanero: Yo llegué aquí sin compañía, y sin compañía me iré. No necesito que me conduzcas a ninguna parte. Ikkyu dijo: “Si tú crees que realmente vienes y vas, eso es un autoengaño. Yo quiero mostrarte el sendero por el que ni vienes ni vas.

* Por la transcripción, R. Y. Fuente: Cuento breve japonés, José Vicente Anaya, Lunarena (plaquette de la Colección Tallo de luz), Puebla, 1999.