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El salón Los Ángeles nos pertenece a todos
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▲ Desde 1937, 6 millones de personas han bailado en el salón Los Ángeles.Foto Dibujo de Beltrán
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eis millones de mexicanos han bailado en el salón Los Ángeles desde 1937, según su administrador Miguel Nieto Alcántara. Chachachá, mambo, guaracha, rumba, danzón, merengue, guaguancó, todos los ritmos afroantillanos hicieron retumbar un piso que se pulió al ritmo de pianos, trompetas, clarinetes, flautas, timbales, maracas, tambores, güiros y claves. (Debo confesar que no hay instrumento más sensual que el güiro, que en los años 40 enloqueció a toda la jeunesse dorée mexicana, la de todos a bailar, música sin cortes, la de La región más transparente de Fuentes.) Por cierto, Carlos Fuentes celebró su cumpleaños en 1998 con 300 invitados en el Ángeles: García Márquez, Saramago, Monsiváis, Sepúlveda Amor, La China Mendoza, la Chaneca y muchas niñas bien se dieron vuelo con el mambo de Dámaso Pérez Alonso y el chachachá.

En el Ángeles se estrenó en 1997 el musical Aventurera, que se mantuvo en cartelera 12 años; ahí se filmaron películas y series televisivas como Esquina bajan, Tivoli, Danzón, Modelo antiguo, Bailar es vivir, El elegido, Cantinflas, Sense 8 y Club de Cuervos, así como infinidad de programas de radio y televisión: el de Son-eros, que transmitió multitud de canales de televisión. Fundado por Miguel B. Nieto, abuelo de Miguel Nieto Alcántara, Los Ángeles fue una bodega de carbón. Cuando la Ciudad de México escogió otro combustible, la bodega se quedó vacía, y un amigo convenció a don Miguel B. Nieto de convertirla en salón de baile. En esos años, la avenida Cuauhtémoc terminaba en los talleres de Ferrocarriles Nonoalco-Tlatelolco, márgenes de la capital.

Te va a ir muy bien, predijo el amigo. Le fue tan bien que hasta Trotsky apareció en el Ángeles con Frida Kahlo y Diego Rivera, Fidel Castro y su hermano Raúl, el Che Guevara, Miguel Alemán y Miguelito con Christiane Martell y, en años recientes, el gran director Gustavo Dudamel, quien bailó de cachetito con su mujer, así como Elisa Carrillo abandonó el ballet clásico para mover el bote como Dios manda.

A pesar de tantas luminarias, lo bueno del salón Los Ángeles es su democracia, la de todos, la que sí sabe de qué se trata, la de la inclusión que ya lleva 83 años e incluye a los rotos y a los fifís, la del lema: Quien no conoce Los Ángeles no conoce México.

–¿Era muy rentable el salón? –pregunto a su gerente actual Miguel Nieto Alcántara, que se hizo cargo del Ángeles a los 22 años.

–Era un buen negocio porque iban a bailar todas las clases sociales. Desde el primer día, el Ángeles fue un lugar muy democrático.

–Recuerdo que niños bien, como Fuentes, Souza, Creel, Nieto del Río, Martín del Campo, Romero de Terreros, Gómez Morín, Muñoz Ledo, Arozarena y hasta Carlos Monsiváis (nunca bailó con mujer alguna, sino conmigo) se sentaban a ver a quiénes bailaban mil veces mejor que ellos. Además era ley invitar al Ángeles a todos los viajeros gringos y europeos que querían probar el “sabor a pueblo…”

–Sí, nos tomaban como un recorrido turístico –me explica Miguel Nieto Alcántara, gran amigo de Iván Restrepo–. Igual ahora, muchos sociólogos y antropólogos vienen a conocer el Ángeles y toman apuntes en vez de bailar.

–Cuentan que en los muros había letreros rogando a los caballeros que por favor no tiraran sus colillas, porque las señoritas se quemaban los pies.

–Eso fue en el salón México. En el Ángeles había código de vestir: saco y corbata para los hombres y vestido y medias para las mujeres. El Ángeles fue de los primeros salones en exigir compostura y propiedad. Se urbanizó la ciudad que en aquel entonces se componía de un grupo de pueblitos unidos entre sí. El Ángeles contribuyó a la transformación del entonces Distrito Federal en una capital moderna con todas las de la ley.

–¿Nada de chanclas ni dedos de pie al aire, como doña Borolas Tacuche?

–No, nada. El salón México tenía tres salones. Uno para gente de bajos recursos, otro para clase media y otro para clase alta; por eso, a los salones les llamaban el cebo, la manteca y la mantequilla.

–Don Miguel, recuerdo que esperé en una silla de la Cervecería Modelo a que me sacaran a bailar. Si bailabas bien, te sacaban de nuevo; si no, te devolvían a tu asiento…

–En el Ángeles, Elena, todavía hay unas bancas largas pegadas a la pared en las que aguardan las muchachas. En la película Danzón, que filmó María Rojo en los años 90, hay mucho del sabor de aquellos tiempos. El danzón es de Cuba y entró por Veracruz. María Novaro filmó parte de la película en el Ángeles, en el Colonia, que ya no existe, y la parte final es de Veracruz…

–Cuando el compositor ruso-estadunidense Aaron Copland compuso su danzón, ¿fue en Los Ángeles?

–No, fue en el salón México original, el de la calle Pensador Mexicano.

–¡Es una tragedia que vaya a cerrarse tu salón! ¡No podemos permitirlo!

–Yo dirijo el salón Los Ángeles desde hace 48 años, tengo 70. Ahora estamos cerrados por la contingencia y queremos reabrirlo, pero son muchos meses de cierre durante los cuales hemos pagado a los empleados, el Seguro Social, la luz, el agua, todos los impuestos… Si logramos reabrirlo, tendremos que ver cuánta gente puede entrar, porque habrá varias restricciones. Estamos echando a andar un proyecto para que el salón Los Ángeles no se cierre; tiene razón Iván Restrepo: sería muy injusto, después de tantos años. Nuestra idea es estimular horarios diurnos; que volvamos a hacer teatro musical, demos banquetes, que Los Ángeles se siga usando para filmar películas. Aquí en el salón Los Ángeles, Benny Moré compuso la canción Bonito y sabroso en una servilleta de papel. Benny estaba viendo bailar mambo porque tocaba Pérez Prado y sobre la mesa, escribió: ¡Ay, qué bonito y sabroso bailan el mambo las mexicanas! Yo aún no nacía cuando él cantó; nací en 1950, lo de Benny Moré fue a finales de los años 40, principios de los 50. Bailo muy mal, pero me gusta, así que de todos modos lo hago con mi mujer, que sí baila a todo dar.

“Tú, Elena, me puedes ayudar haciendo ver que vale la pena conservar el salón Los Ángeles, para que sigamos bailando danzón, mambo, chachachá, y escuchemos a la Sonora Santanera, a la Dinamita, a los Van Van, a Wilfrido Vargas, a Johnny Ventura de República Dominicana, a la Orquesta Aragón (buenísima), el chachachá de los años 50. Willie Colón, Rubén Blades, Irakere, Gonzalo Curiel tocaba de todo. ¿Viste la película Una gallega baila mambo, en la que canta Toña La Negra con Los Panchos? Queremos que el salón Los Ángeles llegue a los 100 años. Depende de la alcaldía Cuauhtémoc con la que tengo buena relación, pero también puede ayudar el delegado de la Miguel Hidalgo…”

–Te juro, querido Miguel Nieto, que le hablo al diablo si es necesario. Si le aviso al presidente no creo que me haga caso, nunca lo he visto bailar ni pasito tuntún, pero puedo recurrir a Porfirio Muñoz Ledo, que baila súper bien, y a lo mejor recuerda que alguna vez bailó en el salón Los Ángeles.