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Nosotros ya no somos los mismos

Soborno o recompensa por avalar una reforma

A

unque el espacio es mi tormento semanal y la causa, obviamente, mi locuacidad, no puedo iniciar la columneta sin algunas menciones indispensables que debo a miembros de la multitud: Pilar Flores Lorences me dice: “Señor OT: […] en su artículo de hoy perdí el interés de lectura al leer (sic): ‘así me escribió una miembra’. Es una vergüenza que, por seguir la igualdad de género, haya tanta gente que se deje llevar hasta el olvido de la gramática que por su profesión tendría que ser la verdadera reguladora de sus escritos.” Contesto. Pilar: podría mandarle el original de la columneta que el domingo envié al periódico y verá que la palabra que tanto alteró a usted está escrita de otra manera en un intento de chascarrillo a la tendencia de pensar que, por cambiar la letra o por la a al final de algunas palabras, la igualdad de género ya la hizo. Platicaremos luego, pero hoy, gracias sinceras por leer la columneta, pese al hastío que le produjo. Recuerde, doña Pilar, al maestro Lara: El hastío es pavo real que se aburre de luz en la tarde.

Jorge Castillo Rosales: Me reconforta que pensemos igual sobre el castigo que merecen los intocables hampones de cuello de cualquier color. Tu recordatorio de Benito Juárez frente al invasor y los traidores que lo embaucaron es absolutamente válido. La frase, atribuida tanto a Sebastián Lerdo de Tejada como a Guillermo Prieto, está vigente y creo que tú y yo la compartimos: Ahora o nunca, señor Presidente. Sólo te equivocas, desgraciadamente, en suponer que ya sabes quién y el fiscal lean nuestra columneta. Gracias, José David Dueñas. Dices que los pobres son el vertedero de la desgracia humana. Pues dice doña María Moliner que tienes razón: vertedero: sitio en donde se echan escombros, basuras o cosas inservibles.

De parte de una bellísima niña que fue mi alumna años ha, y que en la actualidad estará convertida en bellísima abuela, me llegó el correo que reproducía la colaboración de un muy conocido comentarista, quien tiene asiduo universo de lectores dentro del mismo e importante estrato social y político en el que, desde siempre, ha sido aguerrido guardameta o hábil delantero derecho. Es también muy reconocido en otros amplios sectores por sus ideas radicales e intransigentes, no pocas veces fundamentalistas, y por un talante clasista que cultiva con esmero. Digno de mención es el hecho de que su filiación ideológica/política ha conservado siempre una coherencia nada usual en el común de sus colegas, los mercenarios que cambian de bando al mejor postor antes, o incluso durante la batalla. Desde sus inicios ha ondeando un mismo emblema: “ Laissez faire, lassez passer”, también la convicción de que la letal gangrena que llevó al Rey Sol a la tumba se originó cuando, siendo un adolescente, se aventó el puntacho de decirle al parlamento: “ L’état c’est moi” (el Estado soy yo). De los factores de la producción escogió uno, el más redituable y, desde esa trinchera, la del capital, por supuesto, defiende cada céntimo de sus intereses. Y todos sabemos que la misión de todo capital es parir intereses. O qué: ¿la plusvalía está manca? Hay que reconocer que la defensa salvaje del más salvaje capitalismo lo hace de frente, cara al Sol (seguramente con la camisa nueva), sin ambages ni titubeos. Pero además con información, aunque obviamente con interpretaciones a modo. Cuando uno lo lee o lo escucha no puede sino pensar: este cuate debe ser de los columnistas y comentaristas mejor pagados, porque no sólo investiga y redacta comprensiblemente, sino que su apariencia tiene un valor comunicacional muy superior a la de los doctorcitos de la tele: feos, agresivos, inarticulados en el lenguaje que suponen dominar, equívocos en su expresión corporal, siempre insufrible y progresivamente más desagradables.

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▲ Emilio Lozoya o Emilio L , en febrero pasado cuando la policía española lo trasladó de penal a la espera del juicio de extradición a México.Foto Afp

Pero todos estos detalles merecen mucho más espacio, después de todo nos estamos metiendo con los gurúes del análisis más serio y riguroso del acontecer nacional. Como dijo Jack: Vamos por partes.

Concretémonos al artículo sobre el que mi amiga me preguntó una opinión, y que se refiere a las supuestas declaraciones del ahora ridículamente llamado Emilio L (¿De quién se tratará, se preguntan hasta las fuentes generalmente bien informadas?). La verdad, pienso que los comentarios expuestos en ese artículo son, como siempre, muy calculados, mesurados y modositos. Cumplen con la iguala de protección acordada, pero siembran dudas y no se atreven a definiciones. ¿Qué tal si las acusaciones contra los legisladores panistas, ¡Dios no lo permita!, fueran ciertas y comprobables? Mi texto no me compromete a nada. Pero que quede claro: ellos no habrían sido sobornados, sino incitados, si acaso, recompensados, por el cumplimiento del deber. Además, hay pruebas plenas: Anaya declaró que las acusaciones en su contra han sido absolutamente falsas. ¿Quieren mayor garantía?

Pero terminemos por hoy. El columnista presenta su prueba definitiva y demoledora: es absurdo que el gobierno tratara de sobornar a los diputados del PAN, y en especial al presidente de la Cámara, diputado Anaya, pues todos ellos estaban a favor de la iniciativa peñanietista de subastar los bienes de la Nación, ni siquiera del Estado, al mejor postor.

¿Qué necesidad habría de erogar gastos tan superfluos como sobornar a quienes por nacencia, ADN, educación e historia familiar piensan de tal manera? Continuará…

Twitter: @ortiztejda