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Penultimátum

La historia según las plataformas de entretenimiento

E

n abril de 1990, al ginecólogo Humberto Álvarez Machain lo secuestraron en Guadalajara agentes de la agencia antinarcóticos de Estados Unidos (DEA, por sus siglas en inglés) y lo trasladaron a ese país. Lo acusaron de participar en la tortura y asesinato en 1985 del agente estadunidense Enrique Camarena. Según la DEA, el médico lo mantuvo vivo mientras sus captores lo torturaban.

El secuestro despertó indignación en México. El entonces presidente Carlos Salinas lo consideró una página oscura del derecho internacional. Aunque se pidió su liberación, el poder judicial del vecino país alegó tener el derecho de secuestrar a los acusados de delitos para llevarlos a ser juzgados en Estados Unidos.

Tres años después, Edward Raffeedie, juez que llevó el caso, calificó las pruebas contra Álvarez Machain de endebles y basadas en las conjeturas y especulaciones más locas, y ordenó su libertad inmediata.

El médico regresó a Gudalajara y se perdió en el anonimato. Dejó la medicina y vive como dueño de una taquería. Reapareció hace un mes para exigir que se le reparen todas las afectaciones que ha sufrido por la cadena de entretenimiento Netflix, pues, en la serie Narcos, lo presentan, aunque con otro nombre, como quien mantuvo vivo al agente de la DEA mientras era torturado.

Figuras destacadas de la política mexicana también deberían exigir reparación a Netflix. El motivo: en la citada serie, el entonces líder del cartel de Guadalajara, Miguel Ángel Félix Gallardo, aparece como amigo y visitante frecuente de importantes políticos y funcionarios que buscan la presidencia de México.

En uno de los episodios se desvirtúa lo ocurrido en la elección presidencial de 1988. Se especuló que el triunfo del candidato del partido en el poder se debió a una caída del sistema de votación. Mas, para Netflix, es Félix Gallardo quien lo logra al ordenar a sus compinches apoderarse de las casillas de votación y obligar a sufragar en favor de quien luego sería presidente. ¿Acaso la historia la cuentan ahora, a su manera, las grandes empresas de entretenimiento?