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¿Pandemia o modelo neoliberal? // Cae economía, aumenta pobreza

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ás allá del brutal impacto en la salud de millones de personas en el mundo, la pandemia ha desmoronado la de por sí frágil estabilidad económica y de inmediato la factura se ha trasladado a la población socialmente más endeble. Recientes informes de organismos internacionales y regionales vislumbran un panorama verdaderamente desolador y sus pronósticos resultan aterradores.

Por ejemplo, días atrás la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) y la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) divulgaron un informe conjunto (Cómo evitar que la crisis del Covid-19 se transforme en una crisis alimentaria) en el que advierten sobre el devastador efecto de la pandemia, el cual amenaza con diluir en meses los avances de 20 años en combate a la pobreza extrema y el hambre en Latinoamérica. En México se proyecta que al cierre de 2020 entre 14.9 y 21.7 millones de personas no tendrán ingresos suficientes para adquirir una canasta básica, y para América Latina la estimación alcanza a 83.4 millones. En México, 47.8 por ciento de habitantes serán pobres y 15.9 por ciento se encontrarán en pobreza extrema ( La Jornada, Dora Villanueva).

Sin duda, es terrible el panorama que vislumbran los citados organismos especializados de la ONU, pero parece que algo no cuadra, cuando menos en el caso mexicano, porque de acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), al cierre del sexenio de Enrique Peña Nieto 25.5 millones de mexicanos (20.4 por ciento del total de la población en 2018) sobrevivían en pobreza alimentaria (sin ingresos suficientes para adquirir una canasta básica), es decir 17.5 por ciento más que la estimación pospandemia de la Cepal y la FAO.

De hecho, en su informe bianual correspondiente a 2016-2018), el Coneval detalla que al cierre del sexenio peñanietista 48.8 por ciento de los mexicanos obtenía un ingreso inferior a la línea de pobreza, mientras 6.8 por ciento adicional reportaba un ingreso inferior a la línea de pobreza extrema. En total, de acuerdo con ese organismo, alrededor de 82 millones de personas no tenían dinero suficiente ni para comer. Y eso que Peña Nieto presumió hasta la saciedad el triunfo y los grandes logros de la supuesta Cruzada contra el Hambre, cuya operadora, Rosario Robles, hoy duerme plácidamente en Santa Martha Acatitla.

Si se amplía el abanico, y siempre de acuerdo con las cifras del Coneval, la síntesis del panorama social en México resulta espeluznante: al cierre de 2018 sólo dos de cada 10 mexicanos no eran pobres ni vulnerables. El resto la veía negra todos los días para sobrevivir.

Lo anterior viene a colación, porque parece que hay una línea sobre la que coordinadamente trabajan los organismos internacionales y regionales (incluidos el FMI y el Banco Mundial, e incluso la OCDE, cuyo secretario general, José Ángel Gurría, dice que “la brecha de desigualdad crecerá en América Latina por la pandemia) para intentar convencer a propios y extraños que el hambre, la abismal diferencia en ingresos y la espeluznante concentración de la riqueza que se registra en América Latina, en particular, y en el mundo, en general, es producto del Covid-19 y no del modelo económico impuesto desde hace cuatro décadas.

En todo caso, lo que hizo el Covid-19 fue arrancar el último alfiler del que colgaba el desastroso modelo económico, pero la raíz de los desequilibrios, la creciente cuan voluminosa deuda social, los ingresos de hambre para la mayoría de los trabajadores y el acelerado empobrecimiento de la población regional y mundial no es resultado de la pandemia, sino de otro tipo de peste: el neoliberalismo.

Las rebanadas del pastel

Como el resultado social es desastroso, organismos como el FMI y el Banco Mundial (que fueron los operadores para imponer el modelo neoliberal) ahora niegan la paternidad del chamaco, culpan a la pandemia y se lavan las manos. Pero no es tan fácil ocultar el ADN.