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El poder de la música
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▲ Portada del álbum Passages, de Ravi Shankar y Philip Glass.Foto Ebet Roberts y diseño de Candy Jernigan
 
Periódico La Jornada
Sábado 6 de junio de 2020, p. a12

Conmemoramos el aniversario 30 de una colaboración trascendental: Passages, de Ravi Shankar y Philip Glass.

Las escuchas en Spotify, Apple Music, Deezer y prácticamente todas las plataformas de música han crecido en las distintas páginas dedicadas a Ravi Shankar. El motivo: este 2020 se cumple el centenario de su nacimiento.

Los festejos se replegaron a esta práctica creciente de los conciertos en vivo pero cada músico en su casa.

El ritual eje ocurrió en ocasión de la efeméride, el 7 de abril, y la encabezó Anoushka Shankar, continuadora de la obra de su padre.

Alumnos de Ravi Shankar interpretaron la Sondhya Raga, del homenajeado, dirigidos desde el sitar por Anoushka.

Quedó pendiente la serie de conciertos que ella había anunciado porque todo se detuvo debido a la pandemia. Nacieron nuevas formas de hacer música.

La conmemoración ocurre entonces en Spotify y el resto de las plataformas digitales.

El disco Passages fue grabado en 1990 y es consecuencia de un encuentro cultural de grandes dimensiones: el joven Philip Glass, de 29 años, fue comisionado como asistente del maestro Ravi Shankar, quien a sus 45 años era ya una leyenda, conocida por su colaboración con Yehudi Menuhin, aunque en adelante veremos que ese no es el disco más revelador de la influencia que tuvo Ravi Shankar en el decurso de la historia de la música.

El primer encuentro Glass-Shankar fue el definitivo. Ravi trabajaba en la banda sonora para una película en París y la tarea que encomendaron a Glass fue resolverle el asunto en términos canónicos; es decir, escribir en solfa lo que para Ravi es mera tradición oral, música ágrafa.

El contexto: la primera colaboración de Ravi Shankar con un músico de lenguaje distinto fue con uno negro: Bud Shank, con cuya banda grabó, en 1961, el disco Improvisations, incursión fascinante de confluencia entre las músicas creadas en el instante: el jazz y la obra de Ravi Shankar, ambas nacidas de tradiciones espirituales muy profundas.

Otra referencia que opaca la valía verdadera de la influencia de Ravi Shankar se resume en la frase: colaboró con Los Beatles, como si se tratara de un limosnero de fama, cuando ocurrió al revés: luego de la experiencia en India, Los Bítles crearon sus obras maestras, abandonaron el terreno de las baladitas y los éxitos de taquilla por obras conceptuales. De ese tema se ha ocupado el Disquero en su momento (en las reseñas de los discos Sgt. Pepper’s, y el Álbum Blanco).

La relación profunda que establecieron Ravi Shankar y George Harrison es lo más duradero. De hecho, Anoushka Shankar incluyó en el programa original de homenaje a su padre, en su centenario, a Dani Harrison, hijo de George, y a su viuda, Olivia.

Otra colaboración trascendental fue la que establecieron durante años Ravi Shankar y John Coltrane. Vaya, el hijo del saxofonista se llama Ravi en homenaje a su maestro. Y aquí viene lo bueno: la invención del jazz modal, tema del Disquero de la semana pasada cuando celebramos los 60 años del disco Kind of Blue, de Miles Davis, es de la autoría de John Coltrane, gracias a las enseñanzas de Ravi Shankar.

Ravi Shankar realizó otras colaboraciones con revolucionarios de la música, como Frank Zappa. Y claro, hizo discos que tuvieron mucha relevancia mediática dada la fama de sus compañeros de aventura: el ya mencionado Yehudi Menuhin, y ahora añadamos a Jean Pierre Rampal.

La colaboración que hoy nos ocupa, el disco Passages, de Ravi Shankar y Philip Glass, es otro parteaguas y otra revolución musical.

Para cuando ocurrió su primer encuentro, Philip Glass aún no era conocido y él mismo, en su libro Palabras sin música, declara que la música del mundo, es decir, la de los países emergentes, aún no era conocida ni apreciada.

Y esa es la aportación mayor de Ravi Shankar: poner en primer plano una música que no es espectacular, sino meditativa. Quienes lo entendieron a la primera fueron los jóvenes del Festival Monterey, del Festival Woodstock, del Concierto para Bangladesh.

No una música más para bailotear, gritar y sudar. Una música, en cambio, para sentarse a meditar. Una música para el interior de las personas, para su mayor intimidad.

Así como sucedió con Los Beatles, con John Coltrane, con Frank Zappa y con otros revolucionarios, el joven Philip Glass tomó las enseñanzas de Ravi Shankar para crear un universo. El gran Philip Glass nació musicalmente en París, con las enseñanzas de dos maestros de culturas diferentes: la compositora y educadora Nadia Boulanger y el maestro Ravi Shankar.

En las notas al programa de este disco, Passages, Martin Perlich relata el encuentro: París, 1965, Ravi Shankar realiza la música para el filme de Conrad Rook, Chappaqua, y el joven desconocido Philip Glass es el encargado de poner esa música en notación occidental.

En medio de su celebridad, rodeado por personajes famosos y admiradores en pos de autógrafos, Ravi Shankar recuerda a ese joven músico que durante una semana lo acribilló a preguntas.

Eran tan pertinentes las preguntas, que Ravi Shankar se ocupó de responderlas y además enseñó a Philip Glass a tocar la tanpura, instrumento de cuerda con zumbido que se usa para acompañar la música.

Y como la música de Ravi Shankar es en equipo, entra a escena otro héroe anónimo: Alla Rakha, su habitual intérprete de tabla (la tabla es un conjunto de dos tambores de mano que subraya toda la música y se encarga de la estructura rítmica). Así, el joven Philip Glass tocando la tanpura, Alla Rakha la tabla y Ravi Shankar presidiendo la orquesta, descubrió los secretos que le abrieron todas las puertas y ventanas al universo: un ciclo regular de 16 compases rige toda la música de Ravi Shankar. Más tarde, Alla Rakha me enseñó que a eso se le llama tal y que a ese tal de 16 compases se le llama tin tal y que el primer compás del tal se llama sam. No fui consciente entonces del efecto que llegaría a tener sobre mi música, pero, de momento, en el estudio de grabación de Champs Élysées, ya tenía las herramientas conceptuales que necesitaba para llevar a cabo mi trabajo.

En el disco que hoy recomendamos, Passages, grabado 25 años después de su primer encuentro con Shankar, tenemos en embrión toda la obra posterior de Philip Glass: la esencia de sus 11 sinfonías, el súmmum de su trilogía (Powaqaatsi, Koyanisqaatsi, Anima Mundi), su música insondable, sencilla y compleja al mismo tiempo, como lo es la música de su maestro: Ravi Shankar.

Está estructurado en seis piezas, alternadas en autoría recíproca: el track inicial lo firma Philip Glass, pero es en realidad una obra de Ravi Shankar. El segundo track lo firma, Ravi pero es obra de Philip.

El juego es interesante: fundir ambas tradiciones musicales, la música clásica de India con las ideas revolucionarias de música contemporánea de Philip Glass.

El track tercero, Channels and Winds, es un ensueño.

Todo el disco es el resultado del diálogo continuo que sostuvieron en la vida cotidiana y en la vida profesional Ravi Shankar y Philip Glass. Un diálogo socrático.

Fueron tantas y tan acertadas las preguntas que formuló el joven Philip Glass al maestro Ravi Shankar, Raviji, como le decían todos de cariño, que incluyó la que más le importa como músico y como persona y ocupa un capítulo entero de su libro, Palabras sin música:

–Raviji, ¿de dónde procede la música?

Y el maestro volteó hacia una imagen que tenía en su mesita de noche, la estampa de una divinidad, y respondió:

–Gracias a la benevolencia de mi gurú, el poder de su música ha llegado a mí.

Hoy, al conmemorar los 30 años del disco Passages, damos las gracias a nuestro gurú, Ravi Shankar, por hacernos llegar el poder de su música y con ella, todo el poder de la música toda.

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