Cultura
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Estrangulamiento terrorífico
E

l omnipotente salvajismo del policía que estranguló con una rodilla en la garganta a un afroamericano en horrorizante agonía ha generado la protesta e indignación de la gente decente en Estados Unidos y el rechazo a la amenaza represiva de su presidente, Donald Trump.

Tan es así, que el toque de queda no logró frenar los saqueos en Nueva York. Relaciono estos hechos con el inicio del libro de Norman Mailer Noches de la antigüedad, en el que recrea la vida antigua de los egipcios en un genial ejercicio de imaginación.

Oigámoslo: “¿Es este el miedo que alberga el universo? ¿Es el dolor su fundamento? ¿Investigación? ¿Son los ríos venas de dolor? Los océanos, ¿mi mente que flota? Tengo una sed como el calor de la tierra en llamas. Las montañas se retuercen. Veo oleadas de fuego. Aluviones, relámpagos, olas de fuego.

“La sed está en los ríos del cuerpo. Los ríos arden, pero no se mueven. La carne –¿será la carne?– yace debajo de una piedra recalentada. La lava se eleva en los campos consumidos por el fuego.

“¿Es humano uno? ¿O simplemente se está vivo? ¿Como una brizna de hierba que equivale a toda la existencia cuando es arrancada? Sí. Si el dolor es el fundamento, entonces una brizna de hierba puede conocer todo lo que existe.

“El dolor entró con un latido. Cada descanso entre pulsadas no era suficiente: ¡ah, las contorsiones de la esperanza, los desgarros de la fibra! Mis órganos se habían retorcido, con seguridad, y los huesos profirieron un alarido al quebrarse. Las puertas se abrieron ante una explosión.

“El dolor se albergó en la luz brillante. Me vi expuesto a la ardiente roca. Demoniaco el calor del sol y la sangre que bullía en las venas. ¿Es que jamás volvería a ser sangre? La corriente de los fuegos me dijo entonces –por su misma intensidad– que yo no sería destruido. Debía de haber una forma de existencia del otro lado, entonces solté los poderes que me chamuscaban el corazón.

“El filamento no era una hebra, sino dos retorcidas con delicadeza impecable. Se trenzaban durante los espasmos más intolerables, se separaban ante el primer alivio, con tal sutileza de movimiento que me di cuenta, con seguridad, de que estaba presenciando la vida de mi alma (¡viéndola al fin!).

“Yo estaba dispuesto a dar cualquier cosa con tal de llevar menos peso en la próxima oleada de odio, y en la oscuridad de las ondas de la carne que hacía chasquear las aguas del sonido, mientras me debatía con grandes esfuerzos.

No podía sumergirme en ese sulfuro. No era por las dianas, sino por el terror a la sofocación; no era por morir quemado, sino por el temor y terror de quedar enterrado. ¡Era por la arcilla! Tuve una visión en que la arcilla me tapaba los orificios de la nariz, la boca, las orejas, las órbitas de los ojos y la garganta: ya no veía más el filamento doble. Estaba solo en esa caverna enterrada, solo con el martillear de mis entrañas, sin embargo, aunque me hundiera en esas desolaciones aullantes ya abrazadoras, había logrado una visión para atormentarme. Pues había abarcado la belleza de mi alma justo en el instante en que no podía hacer uso de ella. ¡Moría ahora que lo sabía!