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Pandemia
Cuba se escribe con S de solidaridad
D

ecía el Che Guevara que la solidaridad es la ternura de los pueblos. Esta frase no puede ser más cierta en el caso de Cuba, el pueblo más tierno del mundo.

Un pueblo, el cubano, que aun a pesar de las dificultades por las que atraviesa una revolución que ya dura 61 años, la mayor parte de ellos resistiendo un criminal bloqueo económico que impide adquirir medicinas, equipamiento e insumos, tiene en estos momentos 22 brigadas en 21 países del mundo.

Son 22 brigadas y no 21, porque en Italia se encuentran dos contingentes de médicos cubanos. Uno de ellos, el que se encuentra en el norte, en Turín, una de las zonas más afectadas, vecina de Lombardía, se llama Humanidad y en ella participa personal de enfermería italiano y cubano, y médicos con especialidad en epidemiología y experiencia en África combatiendo el ébola. Humanidad, linda metáfora de la ternura del pueblo cubano con el pueblo italiano.

Cuba, que asimismo supera los mil contagios y contabiliza alrededor de 50 fallecidos, y tiene 8.2 médicos por cada mil habitantes, una de las tasas más altas del mundo, ha desplazado mil 238 profesionales de la salud a estos 21 países del mundo, que van desde Honduras, Nicaragua o Venezuela, en América Latina, a Togo, Angola o Cabo Verde, en África, pasando por Haití, Dominicana o Jamaica, en el Caribe.

Pero lo que probablemente mucha gente no sepa es que Cuba lleva 14 años trabajando con brigadas médicas en China, y ha estado en primera línea también durante el combate al coronavirus en el gigante asiático. Lo ha hecho además con un medicamento antiviral, el interferón alfa-2B, elaborado por células pertenecientes al sistema inmunitario de algunos animales vertebrados, medicamento que ha sido determinante para contener la propagación del virus y ayudar a la mejora de miles de personas infectadas por el nuevo coronavirus.

Nada de esto es casualidad, ya Fidel en los años 60 comenzó a pensar en un modo de producción basado en la ciencia, y esta idea fue acentuada por el bloqueo estadunidense a una isla que no cuenta con los recursos naturales de muchos países de su entorno, ricos en petróleo, gas, oro o coltán, y que incluso su industria turística era limitada por el bloqueo. Es así que sobre todo en los 90, en pleno periodo especial, despegó una industria que ha logrado producir la vacuna pentavalente, que en una sola dosis protege contra la difteria, tétanos, tosferina, hepatitis B y la influenza tipo B, o el CIMAher (nimotuzumab), anticuerpo con que se tratan tumores avanzados de hasta cinco tipos de cáncer, entre ellos de cerebro, cabeza y cuello. También se hace necesario mencionar aquí el CIMAvax-EGF, que combate el cáncer de pulmón (ningún país del mundo ha logrado la vacuna), o el Heberprot-P, utilizado en la terapia de la úlcera del pie diabético, y que ha reducido 75 por ciento las amputaciones en este tipo de casos. El Heberprot-P por cierto, está incluido desde 2018 en el Catálogo de insumos del Issste.

Este desarrollo médico-científico ha permitido que hoy Cuba tenga una tasa de mortalidad infantil de 4.9 por cada mil nacidos vivos, y una esperanza de vida que supera los 78.6 años, superior a la de Estados Unidos (78.5), y similar a la de cualquier país desarrollado. Todo ello a pesar de ser una isla sin recursos naturales sometida a un bloqueo económico criminal (bloqueo sólo apoyado en 2019 en Naciones Unidas por el sionismo israelí y el Brasil de Bolsonaro).

En medio de esta crisis de salud que se suma a la crisis multidimensional que ya vivíamos (económica, financiera, energética, alimentaria…), Cuba sigue siendo un faro de esperanza que nos debe dar luz para pensar este mundo donde se cierran fronteras a las personas y se abren a los capitales, donde la xenofobia impregna nuestras sociedades, donde nos importa más el contagio a los mercados que a las personas, y donde la industria farmacéutica es una de las más poderosas del mundo. Probablemente una buena metáfora del modo de producción capitalista.

Quizás en estos tiempos de coronavirus y crisis del capitalismo nos demos cuenta de la importancia del legado de Fidel Castro y de la revolución cubana. La tecnología es importante, pero más importante aún es el ser humano.

Hoy, en un mundo con 820 millones de hambrientos, 2 mil millones de personas desnutridas y 3 mil millones que no tienen cómo lavarse las manos, Cuba se convierte en un referente de solidaridad frente a la avaricia de otros países que piratean tecnología o mascarillas como antes piratearon a los pueblos, personas y a la naturaleza de los países del sur.

Es en el mundo de hoy en el que Cuba nunca ha regateado cuando se trata de salvar vidas humanas. De ello pueden dar fe el personal médico (más de 400 mil personas) que ha desarrollado alguna misión en los alrededor de 164 países con los que Cuba ha sido ­solidaria.

Es por ello que si alguien merece el Premio Nobel de la Paz, por encima de quienes apoyan la guerra y sus secuaces en la progresía neoliberal, son las y los médicos cubanos, empeñados en seguir salvando vidas allá donde el Estado retrocedió en beneficio de los ­mercados y en perjuicio de las ­personas.