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Disquero
Bob Whitman y Walt Dylan
 
Periódico La Jornada
Sábado 25 de abril de 2020, p. a12

En breve, Bob Dylan cumplirá 79 años.

Ermitaño pero siempre en plena producción artística, a la manera de Pascal Quignard, observa el mundo desde una intimidad infranqueable. 

Lo que ve en este momento le preocupa. Y se manifiesta desde su aislamiento físico, contrario a la premisa de Gustav Mahler, cuya obra aspira a despegarse de la Tierra, tal y como adoptó el verso de Friedrich Rückert: Ich bin der welt abhanden gekkomen (He perdido el contacto con el mundo). Al revés de Mahler, Dylan se compromete.

Dos viernes ha soltado mensajes dejados en una botella; el 27 de marzo (día por cierto en que se decretó la emergencia sanitaria en México) sorprendió a todos con una obra monumental: Murder Most Foul, luego de ocho años de silencio.

Muy de acuerdo con el sentido fino de la ironía de Dylan, esa obra maestra se convirtió en la primera canción, luego de décadas de trabajo, que logra el número uno en la lista de Billboard y rompe todos los records. Él, Dylan, debe estar botado de la risa en su cabaña del bosque de Woodstock. Ha dejado en claro siempre que la fama le viene guanga. Lo suyo es la poesía.

Stay save, stay observant, dijo Dylan esa mañana de viernes cuando lanzó la piedra que sigue moviendo olas en el estanque, su pieza Murder Most Foul.

Siguió con ella los pasos de William Shakespeare, Christopher Marlowe, John Milton y Allen Ginsberg: usó los pies yámbicos, trocaicos y dactílicos, para ejercer su función de juglar: contar sin cantar, decir noticias. Como se documentó en el Disquero del sábado 4 de abril, Dylan combinó momentos shakespearianos con escenas de cine mudo, referencias culturales a montones, citas poéticas y guiños, muchos guiños.

Como en una novela por entregas, el viernes 17 de abril soltó otra paloma mensajera al aire: publicó una segunda canción, I Contain Multitudes, de apenas cuatro minutos con 37 segundos, donde vuelve a la trivia y a sus juegos de ironía: cada quien, su cada cual: la mayoría se quedó con sus referencias a David Bowie, Ana Frank e Indiana Jones, mientras unos pocos se regocijaron en el juego de adivinanzas exquisitas: glosa por lo menos a tres poetas de culto: el irlandés Anthony Raftery (1779-1835), el británico William Blake (1757-1827) y su paisano Edgar Allan Poe (1809-1849).

Pero la pieza entera está dedicada a Walt Whitman (1819-1892), cuyo bicentenario se conmemoró hace pocos meses, pero el mundo no quiso enterarse.

Homenaje monumental de un poeta, Dylan, a un gigante, Whitman.

La referencia directa es Song of Myself (1892), poema mural incluido en Leaves of Grass, la obra capital de Walt Whitman.

Dylan estructura así su mecanismo:

Today and tomorrow, and yesterday, too

The flowers are dyin’ like all things do

ese primer par de versos planta el concepto budista de la impermanencia al mismo tiempo que describe la realidad; en este momento están muriendo muchas personas en el mundo debido a la pandemia y esa manera de observar la realidad la aprendió de Walt Whitman, el maestro de esa rama de la filosofía conocida como realismo ingenuo, y que consiste simplemente en que las cosas son lo que parecen ser.

El gran homenaje de Dylan a Whitman entrevera voces de otros poetas que admira y los refiere como contrapunto, balance, alivio a la gravedad de lo que diga.

Así, luego de los primeros, fuertes, versos, suelta:

Follow me close, I’m going to Bally-na-Lee

siendo Bally-na-Lee un lugar geográfico, materia de la obra maestra del irlandés Anthony Raftery: The Lass From Bally-na-Lee.

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▲ El poeta cuyo bicentenario se conmemoró en mayo de 2019Foto George Collins Cox
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▲ El poeta que cumplirá 79 años en un mes.Foto Ap

El punto central de la nueva obra maestra de Bob Dylan es el uso de la primera persona del singular.

En su obra anterior, Murder Most Foul, combina la narración en impersonal con la voz en segunda persona y va introduciendo lo que ahora es definitivo: el yo. La trascendencia del yo, tema central de la pieza referida de Walt Whitman.

Curiosamente, la frase que da título a la nueva pieza de Dylan, I Contain Multitudes, no es un verso central. De hecho, está encerrado entre paréntesis y acorralado por una coma, viene al final del penúltimo de los 52 apartados del poema de Whitman y, vaya, el mismísimo Jorge Luis Borges lo ignoró olímpicamente en su genial traducción (versión, corregiría mi amigo José Emilio Pacheco: En poesía no hay traducción, hay versión).

El tema central, entonces, es que la nueva obra de Bob Dylan se asienta en una máquina potente y dificilérrima: el relato en primera persona, tan dado a equívocos (he ahí el fallido nuevo periodismo, donde el periodista pasaba a ser la noticia y todo era en primera persona, fail), pero tan eficiente para narrar el mundo y mover conciencias y es el caso de I Contain Multitudes.

No hay pie (ya sea yámbico o mera metida de pata) a error: Dylan canta en primera persona pero no para referirse a él mismo, sino como recurso literario, siguiendo a Walt Whitman, porque la narración en primera persona es la voz del individuo. Es la voz de la humanidad. Es la voz de la especie.

Pero Dylan cuida el tono con vehemencia. Su fino sentido de la ironía le permite decir versos fuertes para equilibrar la atmósfera enseguida. No es el típico mamón, yoico, egocéntrico que habla de sí mismo. Es el poeta Dylan que sigue al poeta Whitman. Luego de un par de versos profundos, echa desmadre como en la secundaria: Soy como Ana Frank, como Indiana Jones, o como esos cabrones británicos peligrosos, los Rolling Stones.

Y vuelve a la carga:

Got a tell-tale heart, like Mr. Poe

Got skeletons in the walls of people you know

I’ll drink to the truth ant the things we said

I’ll drink to the man that shares your bed

I paint landscapes, and I paint nudes

I contain multitudes

Y luego de citar El corazón delator, obra maestra de Edgar Allan Poe, y de desdoblarse, verse a sí mismo en el lecho de su amada (toda la pieza tiene el encanto erótico de Lay, Lady Lay) y de autoironizarse de nuevo, vuelve a la carga y vuelve y vuelve:

I go right to the edge, I go right to the end

I go right where all things lost are made good again

I sing the songs of experience like William Blake

I have no apoligies to make

Everything’s flowing all at the same time

(…)

I’ll keep the path open, the path in my mind

Bob Dylan, el poeta cronista.

I Contain Multitudes es la culminación de una voluntad poética, es la corporeización del espíritu poético. Es la enésima confirmación de la grandeza, ubicación, identidad verdadera de Robert Zimmerman: poeta.

Bob Dylan es, siempre lo ha sido, antes que nada un poeta.

Dijera el periodista musical Alex Rose parafraseando a William Shakespeare:

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