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Ver día anteriorDomingo 29 de marzo de 2020Ver día siguienteEdiciones anteriores
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No sólo de pan

De todo el alimento del cuerpo, para empezar

E

l pan, en esta expresión, representa no sólo el alimento fundamental del cuerpo (cereal cuyo almidón provee los azúcares lentos indispensables para la vida humana) sino el conjunto de alimentos que lo complementan de manera equilibrada para satisfacer las necesidades corporales y, en tanto que parte de lo corpóreo, las sensoriales e intelectuales.

Dicho de otro modo, el pan de este sabio refrán, que integra los valores vitales de lo humano, no se refiere obligatoriamente a los granos de la familia botánica Triticum, sino que puede ser naturalmente sustituido por sus equivalentes (que no traducciones) en todas las lenguas y culturas del mundo. Así, por ejemplo, en México podría decirse: no sólo de tortillas viven sus hombres y mujeres, interpretación que viene justamente a cuento cuando pasa al Ejecutivo, para su decreto, la Ley para el Fomento y Protección del Maíz Nativo, aprobada por el Senado el 25 de marzo pasado, donde queda asentada la propiedad intelectual de los mexicanos sobre las más de 2 millones de variedades de maíz logradas tras, al menos, 8 mil años de selección y domesticación que hicieron nuestros antepasados en nuestro territorio, y sin que el decreto limite la creación de nuevas variedades salidas de manos campesinas.

A reserva de poder leer en sus detalles dicha Ley, me inquietan dos cosas: 1) el atinado lema, Sin Maíz No Hay País, evocado por la senadora Jesusa Rodríguez y emblema de la asociación creada ya hace años por brillantes activistas intelectuales, como Adelita San Vicente y Cristina Barros, ha tomado tal lugar en la conciencia social que pareciera, hoy día, haber sustituido y desplazado por completo el concepto, la imagen, la existencia misma de la milpa que, en mi inmodesta opinión, es el verdadero milagro de nuestra historia y cultura, como si la milpa hubiera cedido su importancia a sólo una de sus partes. Y, ¡ojo!, que yo soy la primera en dar al maíz su lugar determinante como alimento fundamental del género humano, a la par de los Triticum, el arroz y los tubérculos farináceos.

Ciertamente, la senadora Ana Lilia Rivera cerró su intervención con la exclamación “sin maíz no hay país, y milpa tampoco”, expresión justa, verdadera y necesaria, pero no lo suficientemente enfática como para impedir que nuestras variedades de maíz se siembren masivamente en monocultivos. Porque todo indica que, en nombre de la productividad y la competencia en el mercado, inserto nuestro país en el T-MEC, con oídos sordos a nuestra súplica, sostenida desde hace 20 años: ¡por favor, declaren excepción cultural a nuestras milpas!, tan variadas como ecosistemas tenemos, pues sería la única manera para que, dentro de la globalización, podamos perpetuar saberes milenarios en vías de desaparición, logremos salvar nuestros patrones alimentarios (y por ende la salud de los mexicanos), podamos proteger la biodiversidad y la continuidad cultural, asentada, como en todas partes en el mundo, en una naturaleza particular que cada pueblo que la ha habitado históricamente supo domeñar, aprovechar y respetar. No a los monocultivos de maíz criollo. ¡Sí a la cruzada por la milpa!