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Desde otras ciudades

Eyam, el pequeño pueblo inglés que derrotó a la peste hace 355 años con férreo confinamiento

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p En este apacible pueblo de la campiña inglesa se quiere evitar el contagio, por experiencia propia.Foto Afp
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n el siglo XVII los habitantes de Eyam detuvieron el avance de la peste al imponerse una estricta cuarentena. Ahora, en plena pandemia del coronavirus, este pueblo del centro de Inglaterra se inquieta ante la llegada de visitantes que ignoran las consignas.

El pasado fin de semana muchos británicos se acercaron hasta este pequeño municipio de mil habitantes, situado en el parque nacional de Peak District.

Pero la concejal Claire Raw, en reflejo de la ira de algunos habitantes por las visitas, los instó a volver por donde habían venido. Tenemos que proteger nuestras zonas residenciales, donde la edad de la población es mayor que la media.

Debido a la pandemia, el museo que muestra la historia de este pueblo de la peste, con 30 mil visitantes cada año, decidió no reabrir sus puertas tras las vacaciones invernales. Y es que más de la mitad de sus voluntarios sobrepasan los 70 años.

En 1665 la peste bubónica llegó a esta localidad desde Londres, 250 kilómetros más al sur, llevada por pulgas que se fueron en las telas compradas por el sastre local. Con los meses, la plaga mató a decenas de personas.

Entonces, el rector de la iglesia de Eyam, William Mompesson, con la ayuda de su predecesor Thomas Stanley, logró convencer a los feligreses de confinar completamente la aldea para luchar contra la enfermedad.

Eso fue antes de la ciencia y el progreso médico, dice el actual reverendo Mike Gilbert, él mismo en cuarentena porque su esposa tiene síntomas que podrían corresponder al Covid-19.

El confinamiento duró seis meses y los aldeanos establecieron un sistema para cortar todo contacto con el mundo exterior, pero no el comercio: en una gran roca con orificios situada a las afueras del pueblo dejaban monedas empapadas en vinagre, el único desinfectante conocido en la época.

Todo lo que decidieron hacer fue muy efectivo, dice la historiadora Francine Clifford, pero pagaron el precio: en 14 meses murieron 260 vecinos, proporción considerable de la población de Eyam, estimada en 800 antes de la plaga.

para noviembre de 1666 la enfermedad había desaparecido y el confinamiento impidió que se propagara más al norte. Se sacrificaron y funcionó, dice Joan Plant, de 73 años, descendiente de uno de los supervivientes. Aunque el número de víctimas fue terrible, la mayoría sobrevivió, dice el reverendo Gilbert.

La iglesia estuvo cerrada entonces para luchar contra la peste, pero los fieles se reunían afuera para rezar, a unos tres metros unos de otros. Hoy el edificio está cerrado a misas para prevenir la propagación del virus y sólo pueden entrar los feligreses que quieran rezar a solas.

Afp