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Mujeres en medios de comunicación
Y

a en la Fundación, en José Martí 105, Gabriela Warkentin había previsto el 10 de marzo pasado, al lado de dos periodistas, Ixchel y Peniley, ‘‘que nos iba a caer el coronavirus”. En una conferencia sobre las mujeres en los medios, explicó con modestia y mucha inteligencia que a ella le había tocado ser directora en los medios de comunicación y creadora de estaciones de radio universitarias, defensora del televidente en Canal 22 y una de las primeras en Foro Tv en exigir una presencia femenina más evidente y directa.

–Gabriela, ¿no es un avance que Denise Maerker dirija el noticiario de la noche que tantos años dirigió López Dóriga?

–No importa que haya sido una decisión empresarial, es una excelente decisión. Fui directora durante muchos años de W Radio, estación comercial importante en este país pero aún no recibimos el trato que se da a los hombres.

–Ser directora de una estación de esa envergadura debe implicar una responsabilidad enorme.

–Ser periodista en esta época también es una responsabilidad muy grande.

–Gabriela, además de verte, te leo con mucho gusto en El País y te escucho también en la radio…

–Sí, hoy escribo para El País; he escrito para El Universal y muchos otros medios. Hoy conduzco el noticiario de la mañana en W Radio; esa fue una de las razones por las que pedí dejar la dirección, porque no se pueden hacer las dos cosas al mismo tiempo. Dejé la dirección de W Radio pero he ido ganando espacios y coincido con lo que dice Lourdes Barbosa, que todavía hay muchísimo por conquistar.

–A las mujeres las marginan…

–Veo un escenario totalmente diferente a cuando terminé la carrera en 1990; estudié comunicación de 86 a 90, y los espacios para la mujer eran muy pocos, a pesar de los llamados programas ‘‘femeninos” de consejos y recetas. Tuvimos que abrir casi a golpes un espacio más serio, más informativo. De entonces a acá, las cosas son radicalmente diferentes, sin que por eso estemos en el lado luminoso de la Luna, pero sí quiero reconocer que ha habido pasos importantes.

–En la marcha de el Ángel al Zócalo se vio un cambio enorme en la atención que se da a las peticiones de las mujeres.

–Es cierto, pero muchos medios en la marcha del domingo 8 de marzo se enfocaron en el momento en que se incendia una puerta, se rompe un aparador, un mobiliario, pero yo hice un ejercicio distinto. Soy una obsesiva de la observación de medios y además de crearlo tuve durante muchos años el programa de análisis de los medios en la Universidad Iberoamericana, un observatorio muy completo, muy exacto, tanto en radio como en televisión. El análisis de medios es mi gran obsesión en la vida y me di cuenta de que por lo menos los medios impresos tuvieron mucho cuidado de que en las primeras planas no aparecieran solamente los momentos de los incendios y de los golpes, sino otros de paz y triunfo. En interiores sí apareció el enojo, los destrozos de varios grupos, pero en la primera plana las fotografías extraordinarias de la marcha son de triunfo y en interiores, en las páginas siete, ocho los destrozos, que no se pueden negar.

–¿Es imposible dejar deinformar?

–Tienes la obligación de hacerlo, pero no necesariamente en la primera plana. Cuando sucede el caso del niño en Torreón que mata a su maestra y él se suicida, tuvimos un gran debate porque un periódico puso en primera plana una foto de la profesora y el niño caídos, pero cuidaron que no se vieran las caras. Yo no la hubiera puesto, tampoco es que tenga la verdad absoluta, porque esa es la ventaja en comunicaciones, no hay verdades absolutas, se van construyendo en la medida en que las sociedades se transforman y en la que vamos entendiéndonos de otra manera. Yo no la hubiera puesto; en cambio, el fotógrafo de prensa Ulises Castellanos alegó que había que ponerla: ‘‘Sí era informativa, sí aportaba y aclaraba; sí era indispensable”. Una sola fotografía permite debates porque nadie tiene la verdad absoluta ni puede decir: ‘‘Sí debe ir o no debe ir”. En las marchas sobre Paseo de la Reforma los contingentes se han acostumbrado a pararse frente a las sedes de periódicos a gritar ‘‘prensa vendida” y amenazar con quemar camiones y muchas veces los queman.

–En el 68 los estudiantes consideraron a la prensa ‘‘vendida” y a la mayoría de los medios como sus peores enemigos.

–El Metro publica cosas que no debería: están fuera de estos estándares éticos por los cuales apostamos. Forzados o no, tenemos una reflexión de lo que hay que hacer. Voy a ponerte un ejemplo muy elemental: el lunes 9 de marzo los medios de comunicación dijeron: ‘‘¿Qué hacemos?” Huelga de mujeres, sumémonos todos a la huelga de mujeres. No era tan fácil, la decisión de los directivos de los medios se hizo esperar. Aunque para mí era obvio que se tenían que sumar a las mujeres, para muchos las cosas no son tan obvias. El hecho de que los dueños de los medios dijeran: ‘‘Hay que sumarnos, pero ¿cómo le hacemos para sumarnos?” fue para las mujeres una pequeña victoria. Por ejemplo, conduzco un programa de radio, tengo un coconductor que, en todo caso, podía hacerse cargo del programa. Después de mi programa viene el de Martha Debayle, conductora que a su vez tiene una coconductora, en cuyo equipo sólo hay un hombre: el productor, quien no podía conducir el programa. ¿Cómo le hacemos? Mi emisión es de cuatro horas, el de ella es de tres; meter sólo música no viene al caso porque distorsionas un ejercicio. Nos llevó dos semanas resolverlo. ¿Qué hacemos, qué metemos? Tengo una colaboradora de deportes que participa todos los días a las 6:40 de la mañana, Geo González; nos llevó un rato pensar cómo hacerle hasta que Geo dijo: ‘‘Yo mando el texto y grabémoslo como si fuera un robot, que sea una voz robótica para que se sienta la ausencia”.

–¿Querían que se sintiera la ausencia?

–Sí, aunque lo más fácil era decir: que se vayan todas las mujeres y que conduzcan los hombres. Lourdes Barbosa nos dijo: ‘‘Ese día que haga un pequeño silencio para que se note que no voy a estar al aire”.

–¿Nadie perdió su trabajo?

–Estas reflexiones eran imposibles hace 10 años, impensables hace cinco años. Los jefes de los medios nos hubieran dicho: ¿Huelga de qué? Estás loca, si no quieres estar, llégale y que entre alguien más.

–Las mujeres en la radio ganaron la batalla.

–No es suficiente, insisto, estamos en el primer escalón de una escalera gigantesca, pero sí quiero reconocer ese primer escalón. Es cierto, y apenas ayer en el Instituto Federal de Telecomunicaciones se presentó un estudio sobre el papel de las mujeres en los programas deportivos y estamos mal. Hay muy pocas mujeres en esas emisiones y muchas siguen siendo adornos, pero ya empieza a haber mujeres en los programas deportivos que no son adornos y se la rifan.

–Tengo entendido que lo que más importa es ser bonita, güerita, de pelo largo y brillante como anuncio de champú…

–No creo que en las cronistas de deportes tenga que haber mujeres bigotonas y feas. Hoy la mujer en los medios dice: ‘‘Yo me quiero ver bien, me quiero ver guapa, tengo buen cuerpo y quiero mostrarlo, pero además me gira la piedra y quiero hablar”. ¿Por qué una cosa debe estar peleada con la otra?

–Nunca he visto una comunicadora fea en televisión, Gabriela.

–Tal vez soy de una generación en la que nos tocó luchar demasiado con puros hombres. Cuando digo que era directora de W Radio, creo que en ese momento sólo éramos dos directoras de medios en todo el país. También es cierto que llegaba yo a las juntas de dirección y era yo la única mujer con 40 hombres y aguantaba los chistes sexistas, las respuestas misóginas; al final, todos éramos así como hombrecitos porque teníamos que lidiar con ese entorno masculino. Vengo de esa generación en la que nos tocó el tú por tú y a ver cómo la libramos.

–¿No han cambiado las cosas? En el gabinete de AMLO hay paridad: seis mujeres y seis hombres…

–Estamos frente a una generación de comunicadoras que ya no deja, que le está exigiendo a los periódicos, por ejemplo, que no aparezca la foto del cuerpo de Ingrid Escamilla completamente mutilado, porque no se vale. También me indignaba con eso antes, pero no se me ocurría ir a protestar frente al periódico; eso no era de mi generación… En estas últimas semanas en que el tema de la mujer está tan vigente, los periódicos y los noticiarios han hecho un gran esfuerzo por dar más espacio a la mujer, aunque, claro, por ahí de la página 13 sigue estando la señora encuerada, pero vamos ganando espacio.

–He visto, más bien, he oído que, en la mañana, sólo están al aire tú y Carmen Aristegui…

–Es cierto, somos muy pocas mujeres, somos Carmen Aristegui y yo, las dos únicas y el resto es una bola de machines, creo que estamos cambiando…

–El gabinete de López Obrador… Claudia…

–Tú puedes tener el gabinete paritario y eso no lo vuelve feminista. Puede haber un montón de mujeres en un gobierno y no por eso es feminista. Volverlo es alcanzar una nueva percepción de nuestra realidad y cómo la estamos narrando, cuál es el papel que jugamos. Es muy duro lo que vivimos en redes sociales, por ejemplo. Es clarísimo que un mensaje, cuando una es atacada, siempre se haga desde el punto de vista sexual: Eres una malcogida. A los hombres nunca leo que les digan así, siempre son ataques que tienen que ver con violencia de género. Tenemos un camino importantísimo que recorrer.