15 de febrero de 2020 • Número 149 • Suplemento Informativo de La Jornada • Directora General: Carmen Lira Saade • Director Fundador: Carlos Payán Velver

La batalla por nuestro derecho a saber


Prohibición de plásticos de un solo uso en la CDMX. Cristina Rodríguez / La Jornada

Las razones detrás de la prohibición de plásticos de un solo uso en la CDMX

Ornela Garelli Ríos Campañista de Océanos sin Plásticos en Greenpeace México

Todo sobre la dieta de la milpa

Te invitamos a leer el documento completo en: www.gob.mx/salud/acciones-y-programas/la-dieta-de-la-milpa-233662

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La Ciudad de México recibió el año nuevo con la entrada en vigor de la prohibición de la comercialización y distribución de bolsas de plástico desechable. Dicha medida ha ocasionado un amplio debate público sobre las ventajas y desventajas de esta disposición, su pertinencia y viabilidad, en el que han participado tanto defensores como detractores de la misma.

Resulta peligroso que las personas contrarias a la prohibición, como la industria del plástico, cuyos representantes ven sus negocios amenazados, lancen al espacio público argumentos falaces para boicotear una disposición que busca la protección de nuestro planeta. De ahí la relevancia de comprender las razones que sustentan las medidas de este tipo que se están implementado no sólo en la CDMX, sino también en otras 25 entidades federativas y en un gran número de ciudades y países del mundo, desde Francia hasta China, pasando por Belice y Chile, desde Montreal y Seattle hasta Sao Paulo o Jakarta. En estos lugares, cada vez más personas y gobiernos son conscientes de la importancia de reducir los residuos plásticos generados por la generación y consumo excesivos de productos diseñados para ser desechados inmediatamente después de usarse, pero para permanecer en el ambiente por cientos de años.

Las medidas de prohibición buscan en primer lugar proteger nuestro planeta y garantizar nuestro derecho humano a un medio ambiente sano. La contaminación por plásticos de un solo uso es un problema ambiental que inunda nuestros océanos y que, con casi 13 millones de toneladas de estos artículos que se vierten en sus aguas cada año, afecta a más de 700 especies (véase el estudio de Greenpeace sobre la presencia de microplásticos en los estómagos de 1 de cada 5 peces comerciales  mexicanos) y puede llegar a afectar la salud humana al contaminar alimentos como mariscos y sal de mesa, o al encontrarse hasta en el agua de lluvia o en el mismo aire que respiramos.

La presencia de plásticos se ha extendido de tal forma en los ecosistemas que su contaminación agrava los dos principales problemas ambientales que sufrimos como humanidad hoy en día: la pérdida de biodiversidad (más de un millón de especies están en peligro de extinción) y el cambio climático (recordar que el 99% de los plásticos son producidos a partir de combustibles fósiles).Por tanto, poner un alto a la producción y al consumo excesivos de este material tan dañino se vuelve imperativo, y las prohibiciones son un paso correcto en ese sentido.

El plástico de un solo uso ha llegado a inundar todos los ecosistemas del planeta porque está presente en muchos aspectos de nuestra vida como consumidores. Lo usamos en los contenedores donde transportamos la comida para llevar, en la botella donde tomamos agua y hasta en los empaques de los alimentos que compramos en el supermercado.

La industria del plástico se sostiene de esta producción y consumo excesivos de plásticos de un solo uso, pero al mismo tiempo dicho modelo -anclado en la cultura del usar y tirar, en la conveniencia de consumir y desechar- sostiene otras industrias conexas. Tal es el caso de las compañías de bienes de consumo rápido, léase refresqueras como Coca-Cola y gigantes de la alimentación como Nestlé, que se encuentran entre los cinco principales responsables de la contaminación por plásticos a nivel global (véase la auditoría de marca 2019 de la organización Break Free From Plastics). 

Dichas empresas basan su modelo de negocio en la venta de productos en envases y empaques de plástico diseñados para desecharse en cuestión de minutos, generando niveles altísimos de residuos (Coca-Cola, por ejemplo, produce alrededor de 200 mil botellas plásticas por minuto). Al mismo tiempo, este empaque plástico contribuye a la preservación del modelo capitalista industrial de producción de alimentos, ya que permite el traslado de alimentos en largas distancias, contribuyendo a la generación de emisiones de gases de efecto invernadero. Además, obliga a los consumidores a comprar cantidades preempacadas de comida, favoreciendo el desperdicio; permite la producción de frutas y verduras fuera de temporada, lo que lleva a un mayor gasto de energía y uso de fertilizantes; y canaliza las ganancias hacia grandes empresas, en detrimento de los productores locales y del consumo de alimentos de la región, más frescos y producidos mediante formas más sostenibles.

Por todo esto, las prohibiciones de plásticos de un solo uso, aunque por ahora se dirijan sólo hacia determinados productos como bolsas, resultan importantes porque favorecen un cambio cultural, en el que las personas pueden transitar hacia nuevas formas de consumo más responsables con el planeta, y donde pueden exigir una mayor responsabilidad por parte de las empresas para brindarnos alternativas libres de plástico y no dañinas con el medio ambiente. Al mismo tiempo, este cambio cultural debe llevar a los gobiernos a buscar alternativas para solucionar el problema de la gestión de los residuos sólidos urbanos que en primer lugar favorezcan una reducción en la generación misma de residuos desde el origen. En este sentido, medidas como la incineración, que algunas autoridades buscan fomentar, son una falsa solución ya que no cambian los patrones de producción y consumo, y además genera graves afectaciones ambientales y para la salud humana.

Ante esto, como consumidores debemos transitar hacia formas de consumo que privilegien productos locales libres de plástico, que no generen residuos (es decir, que puedan ser reutilizables, durables, rellenables, recargables o vendidos a granel) y que además sean producidos localmente mediante formas más sostenibles. Nuestro planeta y nuestra salud nos lo agradecerán.  •