Opinión
Ver día anteriorMiércoles 12 de febrero de 2020Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Isocronías

25 años

E

s una sensación extraña, y lo es porque no extraña, pero hace pensar. Veinticinco años de un taller, en sus inicios de Sensibilización a la Creatividad, fundado en la BUAP. Si exceptuamos dos meses debido a que el coordinador, yo mismo, iría a radicar a Texas como profesor, lo que no ocurrió, no ha dejado de sesionar, y aunque cambios ha habido, no son tantos como podría pensarse. En tanto grupo, o colectivo, se ha mantenido a pesar de los adioses, algunos tristemente por fallecimiento.

En general he trabajado sobre todo con poetas y músicos, mas asimismo con narradores y bailarines, fotógrafos y periodistas, antropólogos y sicólogos, histriones, entre ellos un mimo… Vaya, hasta en Iztapalapa alguna vez con actores de la Pasión. Pero dejémoslo ahí.

Veinticinco años de un taller que ahora se denomina Itinerante Sábados Primeros y casi exclusivamente atiende escritura de creación, más poesía que otra, esa otra abordada con el mismo cuidado, no sé si decir esmero.

Viendo que ya me veía bastante cansado –la edad, qué quieren– los talleristas decidieron que que ellos viajarían, ya no yo; primero a mi estudio en la Ciudad de México (vienen de Puebla, Tlaxcala, Oaxaca y ocasionalmente otros estados, Guanajuato, por ejemplo) y actualmente a un lugar de Ciudad Nezahualcóyotl a donde luego del temblor del 17 fueron a dar mis libros y mis discos.

Diez años di taller en Monterrey; 15 o muchos más, según se contabilice, he dado en Guadalajara, y qué decir de la CDMX. Un continuum de un cuarto de siglo es la primera vez (última, a no dudar) que me acontece.

Cierto, todos mis talleres son uno solo, y si bien empecé hará medio siglo, fue a partir del 86 que lo he hecho sin pausas –o tan menores que no llegan a cesuras. En esos 35 años, a no ser por razones de salud, si suspendí esa actividad en total un mes, es o sería mucho.

Disculparán el tema de hoy, pero es asunto que de otro modo pienso pasaría, quizá como debiera ser, desapercibido. Me obligo a señalar ante mí mismo el término de un ciclo, su conclusión quizá lograda, y –cómo no– manifestar mis agradecimientos.