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Desde otras ciudades

Un negocio en El Cairo que lleva varias generaciones dedicadas al reciclaje de caucho

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▲ En uno de los países con menos ingresos por habitante, el reciclaje es una opción muy buena de ingresos.Foto Afp
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esde hace décadas los vecinos del pueblo egipcio de Mit al Harun, localizado al norte de El Cairo, se ganan la vida al transformar neumáticos usados en cestas para la compra o en virutas para el suelo de parques infantiles.

Desde temprano los obreros empiezan a afilar cuchillos con los que desmontan las montañas de neumáticos que hay en las márgenes de las carreteras.

La pequeña localidad en el delta del Nilo, a 70 kilómetros de El Cairo, se ha convertido en la capital egipcia del tratamiento de residuos de caucho.

Todo el pueblo trabaja en el reciclaje de neumáticos usados. Aprendimos el oficio de nuestros padres y abuelos, cuenta Mohamed, de 35 años y quien habla con una mancha de tizne a las puertas de su taller.

La gente recoge neumáticos por todo el país y viene a venderlos a Mit al Harun hasta por 70 libras egipcias (cuatro euros o 4.43 dólares) o incluso más, según su tamaño, indica Mohamed.

Los cortamos y retiramos los anillos metálicos, que también son reciclados por la industria siderúrgica local.

El obrero explica que una parte del caucho acaba reducida a pequeños trozos que se reutilizan en la industria del cemento como una fuente alternativa de energía. La materia restante se transforma en virutas para el suelo de los parques infantiles.

Sin embargo, Mohamed lamenta que sus actividades de reciclaje hayan disminuido por los disturbios políticos y atentados que siguieron a la revuelta popular de 2011 que asestaron un duro golpe a la economía del país. Hay días en que tenemos mucho trabajo y otros en el que prácticamente no tenemos nada.

En otro taller, Mustapha Azab, de 43 años, fabrica capazos de caucho con neumáticos de camiones y tractores.

Partimos el neumático en dos y después separamos las capas interiores (de caucho) con una manivela, antes de moldearlas en cestos y ponerles clavos en los extremos para mantener la forma, comenta Azab.

Según el artesano, los capazos suelen acabar en manos de granjeros, jardineros y obreros agrícolas para transportar objetos pesados.

Y aunque no tenga más que un puñado de obreros, el taller de Azab trata cerca de una decena de neumáticos al día, y produce entre 80 y 120 capazos.

Nuestro trabajo es agotador y requiere una cierta fuerza física para desplazar los neumáticos pesados, considera Haitham, hermano de Azab. Si hubiéramos podido tener un oficio más estable habríamos abandonado este, pero es nuestra única fuente de ingresos.

Afp