Opinión
Ver día anteriorDomingo 2 de febrero de 2020Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Mala semana
D

ías heridos y recios, para abusar de dos títulos obligados de Fritz Glockner y Mario Vargas Llosa. Por su difusión mediática no queda nadie impune: todos somos afectados, lo registremos como escenas de la vida pública o lo exaltemos. El Presidente y su gobierno juegan a la inmunidad: somos distintos, insiste una y otra vez el Presidente y en algún sentido tiene razón.

Es probable que el país nunca haya registrado una forma tan peculiar de hacer las cosas como ahora, en su segunda centena como nación independiente y a más de 100 años de que intentara asaltar el cielo con una revolución social exigente de democracia y justicia social. Cambio de régimen se repite, pero aparte de esa peculiar manera de ser y hacer, no hay ni boceto de las instituciones que, eventualmente, podrían sostener al proclamado cambio.

Por lo pronto, consignemos: los médicos son puestos en entredicho y algunos de los directivos de cruciales institutos, el Infantil y el de Neurología, son juzgados en la mañanera y, sin mayor prueba se les condena por abusos de autoridad. Me temo que buena parte de la clase médica, como aprendí a llamarle durante el gran Movimiento Médico de 1965, se siente agredida, mal tratada y peor juzgada. Para no hablar de pacientes y padres de niños con cáncer.

El Instituto Nacional Electoral vuelve a ser objeto de embestidas; la insistencia del presidente López Obrador amarra navajas a viejos litigios y da vuelo a antiguas querencias y dolencias. Sin razón ni justicia, pienso yo. Y, lo peor, personalizando en el consejero Ciro Murayama sus muchas querellas contra el órgano electoral. No es cuestión de revivir aquella célebre caricatura que en español llevaba el título de Educando a Papá, pero debe decirse que el señalamiento del Presidente es del todo impropio y revela una escasa interiorización del poder presidencial donde lo simbólico, es real y conjetural a más de desproporcionado. Por eso es que siempre se espera de los presidentes un verbo recatado, responsable del poderío inevitable e intransferible de quien lo emite.

Por fin, el Inegi confirma lo que muchos temíamos: la economía nacional decreció en una fracción que representa miles de empleos formales no creados; consumos no realizados; inversiones suspendidas o canceladas. Puede o no importarle al Presidente este indicador; lo que no debe hacer es desestimarlo.

Los mejores críticos del uso abusivo del producto interno bruto (PIB), como única referencia del comportamiento de la economía y sus beneficios sobre la sociedad, se han cuidado de advertir sobre su utilidad siempre relativa, pero hasta la fecha indispensable, cuando de evaluar el desempeño económico se trata. Crecimiento no es desarrollo, menos bienestar; pero en una economía de mercado y en una sociedad donde la mayor parte de sus actividades califican por sus precios y las ganancias que portan, el crecimiento importa. Por más decretos presidenciales que se emitieran, el crecimiento es indispensable para la reproducción y subsistencia de la sociedad.

Desarrollo y bienestar son categorías superiores, si así se quiere, pero no pueden durar, menos reproducirse si la economía no crece y, por lo mismo, no hay posibilidad de redistribuir. Es una ecuación elemental que no debemos olvidar.

La UNAM amanece un día sí y otro también bajo el asedio de un feminismo que ni dice su nombre ni enseña su cara, mucho menos presenta sus reclamos. Pura máscara. Nada más falta que nuestra casa de estudios haya sido incorporada al lamentable inventario de instituciones calificadas de adversarias y conservadoras. Echando por la borda lo mucho y costosamente ganado y resguardado por profesores, investigadores, estudiantes y trabajadores. Desde luego por su rector Enrique Graue. ¿A quién benefician comandos enmascarados como los quese apoderan de los planteles? No a los estudiantes, mucho menos al país. Mala semana… Peores señales.