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Penultimátum

Atrocidades contra el pueblo rohingya

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erminó la admiración mundial de que gozaba Aung San Suu Kyi, hija de un líder que luchó por independizar su país de Inglaterra. Educada en Oxford y Londres, ella encabezó en Birmania (Myanmar) la tarea de lograr el tránsito pacífico de una dictadura militar a la democracia. Le costó ser confinada en su casa de 1988 a 2010.

Por luchar en condiciones tan adversas, Suu Kyi obtuvo el Nobel de la Paz en 1991. Su reconocimiento internacional se refrendó en 2011 con la película The Lady, del francés Luc Besson.

Su tarea en favor de la democracia fructificó en 2015 al ganar holgadamente su partido las elecciones. Mas no pudo asumir como presidenta, pues la Constitución birmana prohíbe ocupar ese cargo a quienes tengan hijos de otra nacionalidad. Los de ella, británica. Pero sí ejerce como titular de tres ministerios y la Oficina de la Presidencia. Pensó gobernar tras bambalinas. En realidad lo hace el todopoderoso general Ming Aung Hlaing.

Birmania tiene 54 millones de habitantes, de los cuales 1.2 millones conforman el pueblo rohingya. En 2017 una campaña de limpieza étnica a cargo del ejército quemó sus pueblos y campos de cultivo, masacró a miles y cometió incontables atrocidades.

Unos 700 mil rohingya huyeron a Bangladesh para salvar sus vidas. Viven en campamentos miserables. Otros 500 mil siguen en sus tierras ancestrales sujetos a una discriminación extrema por creer en el islam.

El caso fue expuesto en Naciones Unidas, pese a la oposición de China, aliada de los militares birmanos. Luego lo analizó la Corte Internacional de La Haya, ante la cual Aung San Suu Kyi defendió la actuación genocida del ejército. La semana pasada esa corte exigió por unanimidad a ese país poner fin a la violencia contra los rohingya y garantizar sus derechos humanos. Abrió además el camino para investigar las matanzas cometidas por los soldados especialmente en 2017.

Mientras los países ‘‘civilizados’’ guardaban silencio ante la tragedia, una pequeña nación africana, Gambia, denunció ante la Corte Internacional el genocidio. Y fue escuchada.