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Toros
Histriónica faena de Antonio Ferrera a una mesa con cuernos

Prosiguen los mansos

 
Periódico La Jornada
Lunes 27 de enero de 2020, p. a33

Caprichos del idioma: histriónico se parece a histórico; sin embargo, lo primero alude a lo caricaturesco o exagerado y, lo segundo, se refiere a contenidos de verdad, a aquello que se pretende auténtico o cierto. En el arte de la lidia, antes de que irrumpiera, trastabillando, la tauromaquia líquida, lo histórico se sustentaba en la bravura y ante esta el sello y el celo de cada diestro. En el toreo posmoderno, en cambio, las apoteosis suelen construirse con mansedumbre e histrionismo, con em-bestidas pasadoras, no codiciosas, y actuaciones habilidosas de exhibición, no de exposición.

Ayer, en la decimocuarta corrida de la temporada 2019-20 en el coso de Insurgentes, partieron plaza el español Antonio Ferrera y los aguascalentenses Arturo Macías y Luis David Adame, primero y último apoderados por Etmsa, para rogarle embestidas a un manso y débil encierro –¿cuántos así han salido esta temporada?– de Villa Carmela, ante unos tendidos y unas barreras semivacías, pues nada vale que a la empresa se le haya ocurrido ofrecer entradas al dos por uno en las localidades de general y que los jilgueritos del sistema conminen a asistir a las plazas para apoyar a la fiesta, sino cómo entienden sus adinerados promotores la relación costo-beneficio entre lo que anuncian, lo que cobran y lo que recibe el público. Un peninsular triunfador de Madrid, un mexicano triunfador en ruedos españoles y otro mexicano que reaparecía luego de heroica convalecencia, no fueron suficiente.

A falta de bravura abundaron pa-saduras, que no es lo mismo que pasarlas duras. Fue otro desfile de bureles mansos, débiles, sosos, des-lucidos, que tras el puyazo de trámite llegaron a la muleta medidos de fuerza, escasos de recorrido y, lo peor, de transmisión al tendido. Pero así es la tauromaquia líquida: una fiesta brava sin bravura, en la que sólo aquellos que posean cierta personalidad o un histrionismo de emergencia podrán lucir con tamaña antítesis de la emoción.

Ferrera, con casi 42 años de edad y 22 de alternativa, ya le tomó la medida al público de la México, y aunque le faltó estructurar la faena a su noblote primero, despenado de una estocada baja, se inspiró con su segundo, al que dejó un gran par Gustavo Campos, por el que fue llamado al tercio. Como el animal era débil pero de pastueña embestida, Ferrera logró remontar el tedio de la mansedumbre con un histrionismo oportuno que animó a la gente a aplaudir, aunque aquello fuera más toreografía –Alcalino dixit– que lidia cabal. El momento más torero fue el procedimiento empleado a la hora de entrar a matar: igualó al toro a excesiva distancia, caminó ocho pasos hasta el momento de la reunión y dejó un estoconazo en lo alto, algo perpendicular. Como ya es costumbre de la autoridá en este coso, dos orejas generosas fue el premio a tanta creatividá.

Luis David Adame anduvo en maestrito con su primero y salvo unas gaoneras de mano baja a su segundo, el menos malo del encierro, y una faena convencional coronada con media estocada recibiendo que le valió una oreja, poco logró decir.

Como cosa del diablo, el peor lo-te correspondió a Arturo Macías, que con una prótesis en la pantorrilla derecha por debajo de la media, demostró que carece de memoria y que el calvario que ha padecido no ha mermado su vocación torera.