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Apuntes del Festival Alfonso Ortiz Tirado 2020
Ál

amos, Son. Como desde hace 36 años, transcurre aquí el Festival Alfonso Ortiz Tirado (FAOT), dedicado de manera primordial, pero no exclusiva, al canto operístico y otras manifestaciones similares. ¿Qué ha ocurrido en los primeros días de esta edición del FAOT, que concluye hoy, sábado 25? Veamos…

La mezzosoprano hermosillense Paola Gutiérrez, con el Ensamble Navío, inaugura las galas nocturnas con un muy redondo recital Händel-Vivaldi, demostrando de nuevo su buena voz, su buen manejo del estilo barroco y su buena vocación para la actuación, aun en el formato de concierto operístico.

Paola Gutiérrez supo dar su justa expresión a las arias amorosas del programa, alternativamente rabiosas, despechadas, nostálgicas y esperanzadas. El destacado tenor mexicano Ramón Vargas es premiado con la Medalla Alfonso Ortiz Tirado y ofrece un variado y bien cantado recital, de Mozart a la zarzuela, incluyendo su emblemática interpretación del aria Una furtiva lágrima de El elíxir de amor de Donizetti. Logros notables de la noche, sus ejecuciones del bel canto y de la música de Verdi. Y muy buen acompañamiento por Iván López Reynoso al frente de la Filarmónica de Sonora. La soprano Anabel de la Mora encabeza con autoridad una gala de ópera coordinada por el historiador Octavio Sosa (también galardonado en este FAOT, por sus méritos artísticos y académicos), con cimas destacadas en sus interpretaciones de O mio babbino caro de Puccini y un fragmento (muy bien actuado, además) de El murciélago de Strauss. En la tradicional Noche de la Universidad de Sonora, actúa un cuarteto de jóvenes cantantes en formación, entre los que destaca el barítono Isaac Herrera, de buenas hechuras vocales y buena vocación actoral; muy atractiva su presencia escénica como el charlatán Dulcamara, en el dueto Voglio dire de El elíxir de amor, con la complicidad del tenor Salvador Villanueva. A la noche siguiente, una propuesta realmente atractiva, pero mayormente ignorada por el público: un variado Homenaje a Leonard Bernstein a cargo de la mezzosoprano Itia Domínguez y la pianista Rebeca Lluveras.

Aquí fueron cantadas canciones de concierto, arias de ópera, fragmentos de comedias musicales y otros repertorios creados por quien fue, sin duda, el músico más completo del siglo XX. Sazonado con un poco de vestuario, utilería y teatro, el recital resultó un bien trabajado panorama de la multifacética producción de Bernstein, que lamentablemente no recibió la atención que ciertamente merecía. En la siguiente gala nocturna, el internacional bajo mexicano Noé Colín programó y llevó a cabo un recital cabalmente operístico, sólido, serio, variado y sin concesiones y que, como el Homenaje a Bernstein, atrajo a poca gente. Evidentemente, es un riesgo sacar al público del FAOT de su zona de confort de sopranos, tenores, y los convencionales recitales Verdi-Puccini con derivaciones populacheras. Lástima, porque el recital de Colín resultó una velada musical de primera (gracias, también, al experto acompañamiento del pianista Sergio Vázquez), en la que el bajo alternó los personajes serios con los cómicos, dando a estos últimos un perfil interpretativo particularmente gozoso. Su Don Basilio de El barbero de Sevilla y su Don Magnífico de La Cenicienta fueron hitos de especial relevancia, tanto en el aspecto vocal como en el plano teatral. Del resto del programa fue especialmente profunda su versión a la obra postrera de Ravel, su ciclo Don Quijote a Dulcinea, cantado con la justa mezcla de la extroversión españolista y el refinamiento francés. Y en el concierto vespertino del jueves, una sabrosa sesión en la que la soprano hermosillense Elena Rivera cantó de manera experta las Cartas a Julieta creadas por Elvis Costello y el Cuarteto Brodsky.

Con la colaboración del igualmente experto Cuarteto Latinoamericano, la cantante sonorense transitó con eficacia por las numerosas referencias estilísticas que habitan esta singular música, enfatizando de manera especialmente rica todo lo que estas canciones tienen de la tradición sonora y expresiva del musical… y sí, también un poco del music hall, y un poco de cierta estética neoexpresionista que está presente, asimismo, en los demenciales textos del ciclo.