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Los devastadores incendios en Australia
E

l koala es uno de los símbolos del continente australiano. Según los especialistas, en 2017 apenas quedaban poco más de 80 mil ejemplares, por lo que pidieron se le declarara en peligro de extinción a fin de protegerlo de la depredación humana. Más de 10 millones existían en el siglo XVIII y tenían su hábitat especialmente en una amplia región del oriente y el norte de dicho continente, también entonces pobladas de eucaliptos. Pero llegaron los colonizadores ingleses y todo comenzó a cambiar por la urbanización y la ­deforestación.

Este bello animal ocupó la atención mundial al divulgarse en los medios un video en que se muestra cómo una mujer, Toni, puso en peligro su vida para salvar un koala atrapado por las llamas. Lo envolvió en su blusa y apagó con agua el fuego que afectaba su cuerpo. Después lo llevó a un hospital especializado en atender a los koalas. Sin embargo, no sobrevivió a las quemaduras, pese a los esfuerzos de los veterinarios.

El video de Toni y muchos más han servido para mostrar los efectos que los graves incendios forestales y de pastos causan en Australia desde septiembre pasado por el aumento de las temperaturas atribuido al cambio climático. El año 2019 fue el más cálido registrado en dicho continente desde hace más de un siglo, y uno de los efectos son los incendios. De tal magnitud que el humo que generan llegó a Chile y Argentina, luego de recorrer más de 10 mil kilómetros. Por la altura en que se localiza la nube de humo (unos 6 mil metros) no constituye peligro para la salud pública de ambos países.

Esos incendios destruyeron ya más de 11 millones de hectáreas, así como decenas de asentamientos humanos. La cifra oficial de muertos asciende a 30 y la ciudad de Canberra es la más contaminada del mundo por el humo. La enorme tragedia se atribuye a que la mitad del año pasado llovió muy poco y hubo un invierno muy caluroso, dando por fruto una sequía propicia para la aparición y expansión del fuego. Y por si no fueran suficientes tan desfavorables condiciones climáticas, se sumó la irresponsabilidad de las instancias gubernamentales al no prevenir y enfrentar adecuadamente la crisis.

Los heroicos bomberos de todo el país, la fuerza pública y los voluntarios, son incapaces de apagar y evitar la expansión de los incendios activos. Unas mil familias que viven en zonas aisladas migraron a otras seguras. Por barcos y aviones se lleva ayuda humanitaria a las áreas más aisladas. También desde helicópteros se lanzan tubérculos y otros alimentos a la fauna que sobrevive a los incendios. Pero ya murieron mil millones de animales. Cinco mil camellos fueron abatidos pues, huyendo de las llamas, ponían en peligro las reservas de agua y alimentos de grupos ­originarios.

Muchas de las críticas son contra el primer ministro Scott Morrison, decidido partidario de la lucrativa pero altamente contaminante industria del carbón. Grupos ciudadanos exigen que renuncie, pero el funcionario sostiene que su actuación en la tragedia y la política en materia de cambio climático es ejemplar. Anunció apoyos millonarios para ayudar a las comunidades afectadas. En paralelo, el Consejo de Seguros ha recibido reclamaciones también millonarias y que aumentará con el paso de los días.

Es temprano aún para saber los alcances del daño ocasionado por los incendios en la flora y la fauna, máxime que parte de ella solamente existe en Australia; en los centros urbanos y las pequeñas comunidades rurales; en la infraestructura pública y las actividades económicas. Tampoco en cuanto al número de víctimas mortales, damnificados y daños a la salud pública. Es una enorme tragedia que pudo evitarse y repercutirá en el futuro de dicho continente y el resto del planeta. Se pudo disminuir sus proporciones, mas falló lamentablemente el aparato gubernamental y sus relaciones con la sociedad.

México es de los países más expuestos a los efectos del cambio climático. Ante lo que sucede en Australia, cabe preguntar si el sector público y los ciudadanos estamos preparados para evitar que ocurra algo parecido.

Para don David Ibarra, ejemplar maestro y funcionario público, en sus 90 años.