Opinión
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Aprender a morir

Maternidades indeseadas

E

scribe Gabriela Guevara: Miles de mujeres son obligadas por sus familias a continuar embarazos para los que no están preparadas, y enfrentan solas la responsabilidad de criar a un bebé. Esto supone dos problemas, uno: la vida de esa mujer cambia completamente, sus prioridades inmediatas son cargar con la culpa del embarazo, dejar de estudiar para encontrar trabajo, después, entre ella y la familia juntar dinero para el parto y conseguir lo indispensable para recibir al bebé. Terminan sin estudios, con trabajos por oficio, al borde de la pobreza y dependiendo de sus padres. Todo esto mientras el corazón está roto. Esta es la realidad que muchas mujeres viven en las ciudades.

En los pueblos es peor, muchas son violadas a los 12 para hacerlas amantes de terratenientes, narcos o narcisistas, quienes ofrecen a la familia hacerse responsables. Algunas huyen a la ciudad buscando mejores oportunidades, terminan con sus huipiles mugrosos en las esquinas, son violadas y siguen pariendo. Otras no huyen y tratan de abortar, mueren, usan ganchos para ropa o se avientan por laderas esperando que se les caiga el chamaco. Las que sobreviven a veces son denunciadas y terminan en la cárcel o investigadas además de acosadas por familiares y fanáticos.

No se trata sólo de dar anti-conceptivos a los muchachos (hom-bres y mujeres). Con la despenalización del aborto acabaremos con una gran cadena de situaciones donde las mujeres son sometidas por hombres. Lo más importante es que cada quien mida fuerzas. Si una mujer no quiere continuar con un embarazo no planeado podrá interrumpirlo bajo condiciones de salud que no la pongan en riesgo. Los que se han aprovechado del sometimiento por embarazo no tendrán poder sobre ellas.

El otro gran problema es el desarrollo emocional de esos miles de niños que crecen sin figura paterna, quizá con abuelos, sin la debida protección ante tíos, pri-mos o vecinos que pueden violar-los. Crecen con un dolor terrible que después se convierte en repulsión hacia una sociedad que cuchichea: no tiene papá. A veces las madres terminan rentándolos como halcones para sacar 8 mil al mes en algún cártel; a veces no les alcanza ni para mandarlos a la escuela y los ocupan de peones en el campo. Habrá quien decida te-ner un bebé aún en estas condiciones, pero no se trata de que ante la despenalización todos los embarazos se interrumpan, sino que las mujeres puedan decidir. La maternidad será deseada o no será.