21 de diciembre de 2019 • Número 147 • Suplemento Informativo de La Jornada • Directora General: Carmen Lira Saade • Director Fundador: Carlos Payán Velver

Mujeres y hombres del jornal


Trabajo poco valorado.

Vivir como jornalera en norte de Sinaloa

Claudia Selene Castro Estrada Profesora investigadora de la Universidad Autónoma Intercultural de Sinaloa

En la región norte de Sinaloa una de las principales actividades económicas es la producción, empaque y exportación de fruta y hortalizas como chile, tomate, pepino y calabaza. La mayoría de las cosechas están comprometidas para exportarse a EUA, razón por la cual se debe cumplir con cierta reglamentación en la siembra, cosecha y empaque de los productos; por lo general se pide que los campos agrícolas y sus empaques estén certificados en inocuidad, buenas prácticas agrícolas y libres de trabajo infantil, por lo que los trabajadores de estas empresas deben seguir normas para que los productos cumplan con las especificaciones requeridas.

Para llevar a cabo el empaque de la producción hortícola se concentra a un gran número de jornaleros, algunos migrantes y pertenecientes a diversos grupos étnicos del sur del país, grupo en el cual se han incorporado cada vez en mayor cantidad las mujeres de esta región. A pesar del incremento de la participación femenina es poca la información que se tiene acerca de la situación en la que viven y las condiciones en las que laboran las mujeres.

Las empresas agrícolas de esta región contratan principalmente y de manera temporal (de noviembre a mayo) para realizar la actividad de empaque. Son contratadas para laborar seis días de la semana (de lunes a sábado) con jornadas que van desde ocho a diez horas, incluida una hora para comer y sin considerar el tiempo de traslado desde sus viviendas; en ocasiones la jornada puede extenderse debido a la demanda y a los tiempos de cosecha ya que los productos son perecederos; su salario oscila entre los 120 y 140 pesos diarios, por ser trabajadoras eventuales tienen acceso a servicios médicos por parte del IMSS durante el tiempo de duración de su contratación. Algunas de estas empresas ofrecen alimentos a bajo costo, así como la transportación a sus viviendas de manera gratuita. Ante la posibilidad de quedarse sin empleo por varios meses, las mujeres optan por trabajar largas jornadas de trabajo, lo que les permite incrementar su salario por tiempo extra.

Las jornaleras tienen entre 18 y 45 años, cuentan con niveles de estudio muy bajos (secundaria terminada) y provienen del medio rural, motivo por el cual sus oportunidades laborales bien remuneradas son escasas y consideran una buena opción emplearse en estas empresas agrícolas. Lo anterior es más consecuencia de la desigualdad de oportunidades que enfrentan como mujeres dentro del sistema social que de su nivel escolar.

El 80% de estas mujeres son madres de familia, por lo que se enfrentan a la necesidad de dejar a sus hijos pequeños bajo el cuidado de otras personas, familiares, vecinos de confianza o hijos mayores, para asistir a trabajar. Su decisión de trabajar es motivada por la necesidad de contribuir con el gasto familiar, ingresos que de no existir dificultarían el cubrir las necesidades básicas de la familia, ya que con lo que aporta su pareja no podrían ser cubiertos en su totalidad. Aun cuando trabajar para ellas es casi obligatorio por su importante contribución al gasto familiar, el que se les permita laborar en estas empresas está condicionado a que sus parejas les den la autorización para hacerlo, estén acompañadas por otras mujeres de la familia, vecinas o mujeres con quienes sostengan alguna relación afectiva cercana y que además la empresa se ubique cerca del lugar donde viven.

No obstante, las labores del hogar deben ser atendidas en su totalidad por ellas únicamente, incrementándose dichas labores al contar con la autorización de asistir a trabajar, ya que sus horas de sueño se reducen, debido a que deben levantarse muy temprano para cocinar los alimentos que dejarán para que sus hijos desayunen cuando se despierten, así como el lonche de sus parejas y el de ellas mismas, viéndose afectadas sus horas de descanso habituales, las cuales están dispuestas a sacrificar aún más si se presenta la oportunidad de trabajar horas extras.

La mayoría tiene la percepción de que el apoyo afectivo-emocional que reciben de su familia en el trabajo es mínimo y comentan que trabajar les reduce mucho el tiempo para convivir con sus familiares. Entre compañeras la relación es muy agradable, aunque no disfrutan de una buena relación con sus supervisores; existe entre ellas la necesidad de que se les exprese reconocimiento por su desempeño, ya que en ocasiones sienten que es poco valorado su trabajo y alto su compromiso con la compañía. Aun cuando en ocasiones presentan molestias físicas y se sienten muy estresadas por la excesiva carga de trabajo, consideran que esta actividad no les puede ocasionar una enfermedad crónica.

La sensación que prevalece entre la mayoría es que trabajan en una empresa cuyas condiciones laborales son buenas, pero podrían mejorar sustantivamente si se tomaran en cuenta algunas ideas que pudieran ellas aportar. Así mismo, resaltan que sus sueldos no son del todo justos al compararlos con su muy buen desempeño y alto compromiso.

Lo anterior nos hace concluir que a pesar de que en nuestro país en los últimos años se han logrado avances en materia de derechos a favor de las mujeres, estos no parecen incidir favorablemente en este sector de la población que aun labora bajo condiciones de gran desventaja. •