21 de diciembre de 2019 • Número 147 • Suplemento Informativo de La Jornada • Directora General: Carmen Lira Saade • Director Fundador: Carlos Payán Velver

Mujeres y hombres del jornal


Esperando la paga, Villa Juárez.

Saliendo y pagando: destajo y flexibilidad salarial en la agricultura de exportación

Celso Ortiz Marín Integrante de la Red nacional de jornaleros y jornaleras agrícolas y profesor investigador, Universidad Autónoma Intercultural de Sinaloa. [email protected]

Antes de la década de los años 80 los jornaleros agrícolas laboraban más de 12 horas en los campos agrícolas de Sinaloa; años más tarde, con el movimiento de la CIOAC, se logra que la jornada sea de 8 horas y su salario, el mínimo. Hoy en día, en muchos campos agrícolas la jornada laboral no es de 8 horas ni el pago es el mínimo, porque las empresas agrícolas se han desligado de la contratación directa de los jornaleros agrícolas, su lugar es ocupado por los llamados “camioneteros” que cumplen un papel parecido al outsourcing: se encargan de llevar a las puertas de las grandes empresas agrícolas la mano de obra, donde el salario se paga a destajo y al día, es decir, “saliendo y pagando”, y el empresario no está obligado a asumir ninguna responsabilidad laboral.

Esta nueva modalidad de contratación de mano de obra se da principalmente entre los trabajadores asentados cerca de los poblados de las grandes empresas agrícolas o entre trabajadores agrícolas que migran por su cuenta desde sus lugares de origen a Sinaloa y rentan cuartos en los poblados, se puede decir que es una mano de obra libre de contratación porque tiene mayor conocimiento del mercado laboral agrícola y se emplean con el camionetero que les ofrezca un mayor salario, pero también están expuestos a que el empresario agrícola no tenga ninguna relación laboral directa.

Los enclaves de agricultura intensiva conforman mercados de trabajo muy dinámicos, generando movimientos y asentamientos de la población, y Sinaloa no es la excepción. La siembra de legumbres orientadas a la exportación transformó el circuito migratorio sinaloense. La siembra de hortalizas demanda un nuevo tipo de jornalero agrícola: un jornalero de permanencia más prolongada, no solo para levantar la cosecha, sino también para plantar y cuidar los cultivos de legumbres. Los motivos determinantes para decidir asentarse en Sinaloa son la falta de empleo remunerado en sus comunidades de origen y la falta de tierra propia (aunque los datos indican que la mayoría no han logrado ser propietarios de tierras tampoco en este estado); los jornaleros consideran que en Sinaloa se vive mejor, los hijos pueden estudiar y también su alimentación es más variada. Desde hace más de tres décadas los municipios de Elota, Navolato, Culiacán y Guasave concentran un gran número de migrantes asentados. De la población indígena nacida en otro estado y que vive en Sinaloa asciende a 53,215 personas. Los principales indígenas migrantes identificados son mixtecos, nahuas, purépechas, tarahumaras, tzeltales, zapotecos, mazatecos, tlapanecos y triquis (INEGI, 2010).

Esta población indígena migrante asentada tiene una mayor ventaja en su inserción en los mercados de trabajo agrícola en Sinaloa, en comparación de los que vienen enganchados de sus pueblos de origen y permanecen en “cautiverio” de cuatro a seis meses en las empresas agrícolas, debido a que tienen un mejor conocimiento del mercado laboral agrícola e información acerca de qué agricultor les da mejor trato a sus trabajadores, quiénes pagan los mejores salarios, qué contratistas “dan menos carrilla” (apurar en el trabajo) y dónde pueden hacer de una a tres tareas al día. Sin embargo, son trabajadores que al contratarse al día con los camioneteros pierden toda relación laboral con el empresario agrícola.


Trabajo infantil no vigilado.

En la sindicatura de Villa Juárez, Navolato, donde aproximadamente más de 50,000 migrantes indígenas asentados viven casi todo el año, todos los días a partir de la 5:00 de la mañana cientos de ellos salen de sus hogares para dirigirse a la carretera que va a Culiacán, donde más de 50 camiones los esperan para ofrecer trabajo en el corte de berenjena, calabacita, chile verde, pepino, tomate, etc. ya sea a campo abierto o invernadero. No hay jornada laboral ni salario mínimo, el trabajo empieza a las 7:00 de la mañana y no hay hora de salida porque el trabajo es a destajo, la cantidad recolectada será dependiendo el producto, por ejemplo, para el tomate una tarea consiste en cortar 40 baldes de 20 litros y el pago es de 120 pesos, dependiendo la época del corte (noviembre-febrero) se puede hacer hasta 3 tareas al día y salir a medio día, pero en la época donde el producto va escaseando porque va terminando la cosecha se puede hacer solo una tarea.

El pago es al día, es el “saliendo pagando”, de esta forma se diluye toda relación laboral con el patrón, porque quien le paga al trabajador es el camionetero. Los jornaleros también se quedan sin ninguna seguridad social, y al haber algún accidente ya sea dentro de la empresa o fuera de ella, la empresa agrícola se rehúsa a asumir alguna responsabilidad al igual que el camionetero. Asimismo, el trabajador agrícola no alcanza a vislumbrar que está siendo explotado laboralmente, como comenta “a destajo gano más, si es una chinga, pero tengo más dinero, me gusta el saliendo, pagando”. •