21 de diciembre de 2019 • Número 147 • Suplemento Informativo de La Jornada • Directora General: Carmen Lira Saade • Director Fundador: Carlos Payán Velver

Mujeres y hombres del jornal


Enganchados, entrampados. María Mayela Blanco

Sin un patrón que dé la cara. María Mayela Blanco

San Luis Potosí: Historias del “enganche”

María Mayela Blanco Ramírez Investigadora del área de Derecho al trabajo decente. Integrante de la Red Nacional de Jornaleros y Jornaleras Agrícolas en México. Consultora en temas de migración; trabajo en el sector agrícola y trata de personas

San Luis Potosí tiene cuatro zonas geográficas: altiplano, huasteca, media y centro; su población es de 2,717,820 habitantes (INEGI, 2010), de los cuales 137 mil 682 personas son nahuas (55.5%); 95 mil 568 son huasteco/teének (38.5%) y 10 mil 807 son pames/xi’úi (4.4%). De acuerdo con el Informe de evaluación de política de desarrollo social del CONEVAL, en 2016 el 45.5% de la población vivía en pobreza; de este conjunto el 37.8% es pobreza moderada y 7.7% es pobreza extrema. Los municipios con alto nivel de marginación y pobreza de la zonas huasteca y media son: Aquismón, Santa Catarina, Lagunillas, Huehuetlán, Coxcatlán, Tanlajás, Xilitla, San Antonio, Axtla de Terrazas, Tancanhuíz, Matlapa, Tamazunchale, entre otros.

En la huasteca la actividad productiva es de autoconsumo, cultivan maíz, frijol, naranja y café, especialmente. Otra de las áreas económicas son los servicios turísticos y la elaboración de artesanías en municipios considerados pueblos mágicos y el empleo informal en pequeños comercios. No obstante, la falta de empleo en sus comunidades orilla a la mayoría de los habitantes de los municipios de la región a salir de sus lugares de origen para insertarse en diferentes circuitos de movilidad humana, tanto interestatal (de un municipio a otro en la misma entidad), interna (nacional) e internacional. La mayoría de las personas que migran internamente trabajan en los sectores de la construcción, servicios y agricultura. Dichas actividades los ponen en una situación de vulnerabilidad laboral por la falta de contratos, bajos salarios y nulas prestaciones. En cuanto al trabajo doméstico, las mujeres son en su mayoría indígenas que se trasladan principalmente a Monterrey, Nuevo León, Guadalajara, Jalisco y Ciudad de México.

En el sector agrícola la movilidad humana se ha ido diversificando a través de diversos circuitos migratorios, por eso se habla de local e interestatal, y ésta se centra en trabajos enfocados a la producción y corte de la caña, naranja, limón, lichi, café, chile, pepino, tomate y jitomate, generalmente. Estos trabajadores laboran en condiciones precarias que les impiden obtener los recursos suficientes para mantener condiciones de vida digna. La población de los nahuas y téenek de la zona huasteca se insertan en la movilidad interestatal e interna (nacional) a los estados de Sonora, Sinaloa, Coahuila, Baja California, Jalisco, Colima, Nayarit, Veracruz; e internacional principalmente hacia Estados Unidos bajo programas de visas de trabajo temporal- H2A. También hay quienes migran de manera irregular.

Nos centraremos en el contexto de la migración interna en el sector agrícola a través de testimonios recabados en entrevistas con personas jornaleras agrícolas internas realizadas en visitas de campo a diferentes municipios de la zona huasteca. El término “enganche” es una cantidad de dinero proporcionada antes de salir de su comunidad, lo cual también puede ser entendido como un adelanto de su salario. Esto llega a ser una acción de coacción, dado que al dar el dinero se genera un vínculo laboral tácito. Este dinero se da días o meses antes de ir a trabajar, asegurando con ello un número determinado de trabajadores y trabajadoras del jornal, como lo podemos ver a continuación:

“Supe del trabajo por un conocido, me dijo que necesitaban personas para un contrato en Culiacán, Sinaloa para el corte del pepino, el pago era de $160 diarios por 90 días, de octubre a diciembre. Cuando me fui me dieron un enganche de $1000 pesos; trabajé un mes, pues me enfermé de intoxicación, dicen que fue el fertilizante que usamos. No me atendieron en ningún lado, no tenía seguro, por la tarde un compañero me dio leche. Falté 10 días al jornal me sentía mal y por eso me tuvieron que regresar a mi comunidad; me trajo Luis (el contratista) nos venimos en el mismo camión que acababa de llevar a otros trabajadores de aquí mismo de la zona. No me pagaron por el mes que trabajé, me dijeron que hasta salía debiendo por el enganche y el transporte de San Luis a Culiacán”. Por cuenta propia recibió atención médica en el Centro de Salud de Tampacan, diagnosticado con deshidratación e intoxicación. Actualmente tiene problemas en corazón y dificultad al respirar.

“Un día vino un contratista y me ofreció trabajo por 60 días, un pago de $140 pesos por día, con un enganche de $1000, era trabajar el corte de tomate en “Campo blanco” Tamaulipas. Nosotros nunca firmamos contrato, todo es de palabra, y no tenemos seguro social. Yo me fui a trabajar solo, mi esposa se quedó en la casa a cuidar a los hijos. Dormíamos en un albergue que tenía camas sin colchón, la comida que nos daban no estaba buena, teníamos agua de garrafón”.

Otro testimonio: “Me dieron de enganche $1000 pesos. Fui a trabajar sin mi familia, a un rancho agrícola en Torreón, Coahuila: a mediados del 2017 supe del trabajo por un anuncio en la radio ¡estaba bueno!, el pago $180 por día y sí lo gané, me descontaron el enganche al final. El contrato fue por 3 meses, firmamos una hoja en Torreón, decía las reglas a cumplir en el trabajo: trabajar 7 días de la semana, si uno no trabaja, le obligan a que trabaje, hasta te exigen trabajar más. Dormíamos en un albergue: no había cama, tuve que buscar un pedazo de cartón, comprar una cobija. Había una tiendita donde le suben el precio a todo (los que cuidan el albergue son los que ganan) si pides fiado aumenta al doble el costo”.

El testimonio reciente: El contratista fue a mi casa, dijo que ganaría $200 por día, se paga por semana, el trabajo era por 90 días (junio a agosto) en Cedral. Salimos del crucero de Xoloc (Tancanhuíz), iban a salir dos camiones a Torreón y dos para Cedral. Antes de salir entregamos el acta de nacimiento e INE, subimos al autobús, íbamos como 40 personas de comunidades de la huasteca. Firmamos una hoja del compromiso que tenemos de trabajar, no dejan leer bien, es rápido todo. El enganche de $1000 lo dividieron, una parte ahí, y otra en Tamazunchale, a donde tuvimos que ir por más trabajadores de las 3 huastecas. Me pagaron las primeras 4 semanas de trabajo: dos en efectivo y 2 en tarjeta de Banorte. Luego a la 5ta no hubo pago, dijeron que lo harían al día siguiente y podíamos ahorrar, era más seguro la tarjeta, eso dijeron las licenciadas del rancho. Una semana antes de que llegara a los 90 días, volví a ir al cajero y no tenía nada, no fui el único en reclamar, éramos entre 40/ 50 personas todos fuimos al mismo contrato; dijeron que igual estábamos mintiendo, que sí se hizo el pago y ellas no podían hacer nada. Como pude me trasladé de Cedral a SLP capital, pedí dinero para completar mi pasaje y llegar a mi comunidad junto con mi sobrino. Llegamos sin salario…

Es necesario identificar a SLP como estado de origen, su realidad detalla prácticas de contratación, reclutamiento y condiciones de trabajo que al no ser garantizadas e inspeccionadas desde el origen, se convierten en violaciones sistemáticas derechos que se agravan en el destino, todo esto en términos de lo que estable la Ley Federal de Trabajo: acceso a seguridad social, contrato, retención y nulidad de salario, por otro lado, condiciones de vida infrahumanas. •