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En el Palacio de los Deportes, Caifanes y su público hicieron un viaje de 30 años al pasado
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▲ Todo hay que hacerlo desde el corazón, dijo la banda. En la imagen, Sabo Romo, de frente, y Rodrigo Baills.Foto cortesía de Ocesa.
 
Periódico La Jornada
Domingo 1º de diciembre de 2019, p. 4

El pasado y el presente se fundieron. Los miles de aliados y los Caifanes hicieron un viaje tres décadas atrás, del cual nadie quería un boleto de regreso.

La noche del viernes, los devotos de la banda de rock encendieron las luces de sus celulares y el Palacio de los Deportes se transformó en una especie de brillante nave del tiempo.

Todos vamos a morir, pero no se vale envejecer, dijo Saúl Hernández, vocalista de Caifanes, agrupación que ofreció un ritual roquero que saturó los sentidos y endulzó los recuerdos.

Con Antes de que nos olviden abrió el concierto, que agotó taquilla desde días atrás; siguieron Hasta morir, Nada y La célula que explota.

La euforia se desató. Los gritos con elogios a los músicos se exacerbaron. El cantante agradeció la presencia de la raza; después ofrecieron Viento, Nubes, Para que no digas, Cuéntame tu vida y No dejes que. La banda sonora de vida de esa multitud se escuchó y fue ovacionada.

Entonces no hubo vuelta atrás: el pasado, el presente, los sueños, la magia y la música se fundieron para recordar que nada está perdido, que hay esperanza en tiempos perdidos.

Fue una noche nostálgica, pero saturada de rock, con esas notas que la banda sabe ejecutar para poner frenéticos a sus leales seguidores. La banda hizo del inmueble de Iztacalco un punto de suspensión entre la realidad y los sueños, con rolas conocidas, algunas reversionadas. Uno de los gozosos aliados definió: letra y música mágicas.

Hernández asentó: Todo hay que hacerlo desde la estructura del corazón. Ya está la nueva generación de Caifanes, mucha gente joven y enseguida cantó Heridos, canción inédita que lanzaron en marzo pasado, tras una ausencia de 25 años. En el ritual, todas las almas sumaron voces, superando por momentos al propio Hernández en Los dioses ocultos, Detrás de ti o Perdí mi ojo de venado

Hacia el final, la luminosa nave se puso en marcha para que los músicos regresaran al escenario. Se despidieron de la Ciudad de México con Quisiera ser alcohol, Mátenme porque me muero, Afuera y la siempre bailable La negra Tomasa. Ayer el ritual caifán fue en el Auditorio Citibanamex, en Monterrey.