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Eduardo Matos Moctezuma llama a defender la cultura de la asfixia presupuestal

En entrevista con La Jornada, el investigador narra su debut y despedida en la ópera cuando participó en Turandot, de Puccini // Hoy le rinden homenaje en el Seminario de Cultura Mexicana

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▲ La arqueología ‘‘es una profesión muy noble; jamás he considerado tirar la toalla aunque, como todo en la vida, hay altibajos’’, explica Eduardo Matos Moctezuma.Foto Cristina Rodríguez
 
Periódico La Jornada
Martes 19 de noviembre de 2019, p. 3

La vida de Eduardo Matos Moctezuma (Ciudad de México, 1940) no se ha limitado a la arqueología, disciplina de la que es referente en México, vaca sagrada, como se dice coloquialmente a los decanos. ‘‘Toro sagrado, si me hace el favor”, corrige con humor.

Poco conocido es su quehacer en la poesía, género en el que tiene trabajo publicado y menos aún se sabe de su fugaz paso por la ópera, en la que tuvo su debut y despedida en 1977 en un montaje de Turandot, de Giacomo Puccini, en el Pala-cio de Bellas Artes.

Con motivo el homenaje que el Seminario de Cultura Mexicana le rinde hoy a las 12 horas, en reconocimiento a sus aportaciones a la cultura nacional, el investigador rela-ta a La Jornada que su incursión en el bel canto fue una ocurrencia de juventud de la que salió bienlibrado.

‘‘El centro mío es la historia, la arqueología más; desde luego que me atraen muchas otras cosas. Me hubiera gustado mucho ser poeta. Aunque he escrito algunas cosas, creo que no lo logré”, refiere.

Rainer Maria Rilke es uno de sus referentes

‘‘Tengo muchas inquietudes y una de ellas me llevó a plantear a los directivos de Bellas Artes, que eran mis amigos, que si podía participar de extra en una ópera. Era 1977, venía Turandot y me llamaron. Me dieron el papel del príncipe persa, en el cual no tenía que cantar, sólo actuar.

‘‘Lo que es meterse en cosas que no me corresponden. Llegó el día del estreno y estaba ataviado, listo para salir, cuando alguien me hizo señas para decirme que traía puestos los lentes. Me los quité y no veía nada; los dejé debajo de la manga y cuando levanté el brazo para despedirme de la princesa, se perdieron entre mi ropa, con lo que eso implicaba. Hice dos funciones y fue mi debut y despedida.”

–¿Y ser poeta fue una inquietud anterior a la arqueología?

–Tengo algunos escritos, pero los llamo pensamientos, ni siquiera me atrevo a llamarlos poemas porque tengo un respeto enorme a la poesía. Uno de mis referentes es Rainer Maria Rilke. He escrito algunas cosas, las he publicado, pero siempre con cautela y no sin temor.

‘‘Definí mi decisión de ser arqueólogo en la prepa. Iba en segundo año y cayó en mis manos el libro Dioses, tumbas y sabios y me apasionó sobre todo la cultura egipcia y decidí que eso iba a estudiar. Después me inscribí en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) y de ahí para adelante. Ingresé al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en 1960, o sea que voy a cumplir 60 años allí.

–¿Qué representa la arqueología para su vida?

–Ha sido todo, porque es mi quehacer cotidiano. En este momento escribo para la revista Arqueología Mexicana un libro sobre el Tlatelolco prehispánico. Disfruto mucho escribir y dar conferencias

‘‘Ha sido una profesión muy noble; nunca he considerado tirar la toalla aunque, como todo en la vida, hay altibajos. Siempre me ha llenado mucho, como lo han hecho también la literatura y otros aspectos. Si tuviera que quedarme con algunos, lo haría con la música, la poesía y la arqueología.”

El Proyecto Templo Mayor, su principal satisfacción

–¿Cuál considera usted que es la aportación de la arqueologíaa la sociedad?

–La arqueología es historia, por tanto, el arqueólogo contribuye a conocer; es historia a través de las técnicas arqueológicas. Desde esa perspectiva, es conocernos a nosotros mismos, aunque es una frase muy trillada.

–¿Y su principal satisfacción?

–El Proyecto Templo Mayor ha sido el más amplio. Con poco más de cuatro décadas, es del que más estoy satisfecho; hemos podido establecer un museo y formar nuevos arqueólogos a través de mis colaboradores. Creo que eso tuvo una repercusión importante, nacional e internacional. Después han venido los reconocimientos, como el doctorado honoris causa que me confirió en 2017 la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y que la Universidad Harvard haya instituido una cátedra con mi nombre, la primera en 400 años que lleva el nombre de un latino.

–¿Qué opina de la actual situación de México?

–Un hecho es que hay una asfixia presupuestal que se resiente en varios campos, como en la academia y las instituciones culturales; deben tener un apoyo efectivo, amplio de ser posible, porque, como alguna vez escribí, el petróleo un día se nos va a acabar, pero la cultura no, la llevamos a flor de piel.

‘‘Como ciudadano, veo un país con mucha inseguridad y, aunque no soy economista, en lo económico se ve que no marcha como debería. Es un momento en el que estamos como en transición, difícil, y esperamos pronto se componga.”